Charla P. Juan Pablo Rovegno

sábado 1 de junio JND2019

Martes 11 de junio de 2019

"Hacia una misión revisada y renovada"

 

 

Guiados por un ejercicio providencialista queremos ahora iluminar, desde el contenido y la reflexión en común, el camino de conversión personal y comunitario al que estamos llamados como Familia, dejándonos interpelar por nuestra misión a los 70 años desde su proclamación desde el Santuario Cenáculo de Bellavista. Un proceso que nos renueve en la forma de entender y desarrollar nuestra cruzada por vínculos sanos, el sentido auténtico del ejercicio de la autoridad, el valor de las causas segundas para la experiencia de la fe y una sana vivencia de los vínculos naturales y sobrenaturales...

 

 

 Hace poco leí una entrevista a una nueva escritora "Arelis Uribe", rostro de un feminismo duro y de una crítica social fuerte, un pasaje de su entrevista me sorprendió:

 

"El año pasado murió mi papá. Nunca había escrito de la muerte. Y yo en ese proceso no quería escribir de nada más que no fuera eso, porque también no podía escribir de nada más que no fuera eso. Y es que es así, todo es vínculo al final. Por eso estamos acá. Yo siempre pienso que no hay nada que me dé más miedo en el mundo que los humanos. Más que el mar, más que me muerda un perro. Los humanos me generan miedo y ansiedad. Me da miedo enamorarme, me da miedo mi mamá, me da miedo ofender a mis amigas, siempre tengo miedo de los humanos, pero a la vez los humanos son la razón por la que estamos acá. No hay nada que me genere más dicha, placer y felicidad y alegría, que el vínculo humano".

 

Un texto inquietante que nos muestra, por un lado, el vacío y el temor existenciales que nos aislan y, por otro lado, la necesidad existencial de sentirnos y sabernos vinculados.

 

Hoy se habla de vínculos y se habla de la necesidad e importancia de los vínculos.

 

Se hace para afirmar la relación con la creación, con la marginalidad humana, para una mejor convivencia; también para afirmar lo valioso de las redes como forma de comunicarse e influir, por la importancia de los acuerdos en temas sociales, incluso para referirse al valor de una sociedad más inclusiva.

 

También se habla de vínculos para reforzar una sociedad de consumo y competitiva: vínculos estratégicos, vínculos comerciales, vínculos de interés.

 

Pero también, se habla de vínculos para confrontar una forma de vivir que atenta contra los vínculos: la virtualidad y las redes anónimas, el aislamiento y la soledad, el individualismo y el narcisismo, la anarquía y la violencia, las redes de corrupción y el narcotráfico, el abuso de poder y de autoridad.

 

Para nosotros hablar de una sana red de vinculaciones supone la comprensión de un ser humano capaz de integrar su personalidad (afectividad, pensamiento y voluntad, sus emociones, su mundo consciente e inconsciente, su historia y temperamento, sus anhelos y desafíos, fortalezas y debilidades), pero también sus otras dimensiones vinculares (personas, lugares, ideas, medio ambiente, geografía, sociedad, cultura, historia...). Una persona vinculada es una persona integrada en sí misma (no íntegra) e integradora.

 

Pero hay un punto de inflexión que es fundamental: nuestro vínculo con Dios y con el mundo sobrenatural.

 

Ese vínculo con Dios tiene tres ángulos: Un primer ángulo: El vínculo con el Dios de la Historia de salvación, ese Dios que se viene revelando desde los albores de la creación y la evolución, y que en Jesucristo se reveló entero y que funda su Iglesia para trasmitir el don de la salvación. Jesús que se nos revela en su Palabra y gestos, en sus sacramentos y enseñanzas, en su forma de amar al prójimo, especialmente al que sufre.

 

Otro ángulo: El vínculo con el Dios presente y actuante en lo de cada día, ese Dios que sigue tejiendo historia y que conduce la historia. El Dios providente y no sólo providencial.

 

Un tercer ángulo: El vínculo de Dios a través de las causas segundas, es decir a través del instrumento humano y creatural, como reflejo de su amor y conducción, de su presencia y cuidado, de su acompañamiento y valoración. Lo que están llamados a ser los padres para los hijos, los hermanos y amigos entre sí, los esposos y parejas el uno para el otro, la creación para el que la contempla, la usa y la cuida, lo que deberían ser las instituciones y los espacios donde nos movemos. Causas segundas que están llamadas a ser "expresión, camino y seguro" de la causa primera que es Dios.

 

¿Por qué nos ha dolido tanto nuestra crisis eclesial y por qué nos inseguriza tanto esta crisis social que vivimos? 

 

Porque no sólo ha herido el sano organismo de vinculaciones generando heridas y desconfianzas, sino también porque coloca en pregunta el valor de la causa segunda para ser camino hacia Dios: el cura, el profesor, los padres, las instituciones... Pone en pregunta el valor de la autoridad como reflejo del cuidado y conducción de Dios, y el valor de todo lo humano como camino hacia Dios (crisis que determinó al Padre Kentenich a afirmar nuestra misión, porque en la raíz de su cruzada y respuesta, está el juicio al valor de su persona y las experiencias humanas, como experiencias del amor, conducción y cuidado de Dios).

 

Incluso, aunque no se tenga a Dios como Causa primera, la causa segunda está llamada a ser portadora de valores, a trasmitir, cuidar y respetar la vida, a velar por el equilibrio, a integrar las diferentes dimensiones y expresiones de la vida, a mostrarnos que el ser humano también tiene una dimensión trascendente a sí mismo (cuántas grandes personalidades de la historia han sido ejemplo y camino de un verdadero humanismo, mostrándonos el germen del Dios en todo y en todos, aunque no se tenga la experiencia ni la referencia explícitas a Dios). No queremos renunciar al valor de las caudas segundas, no queremos renunciar al valor de la integración de todo el organismo de vinculaciones, a la integración de lo natural y lo sobrenatural.

   

Queremos seguir luchando por una cruzada de los vínculos que integre todas las dimensiones de la vida humana. Vínculos sanos y sanadores. Porque hoy la masificación sigue extendiendo sus redes: se llama fragmentación, disociación, narcisismo, competitividad, evasión, nivelación, relaciones líquidas, anarquía, ensoñación... 

 

Surge la pregunta, ¿porque hemos llegado a este punto?Me atrevo a esbozar tres respuestas:

 

a. Por un descuido en nuestra autoformación, el primer imperativo de nuestro camino de Alianza. Autoformación que tenga en cuenta no sólo nuestra originalidad y misión personales, sino también el conocer, reconocer y asumir nuestras debilidades y límites. Reconocer que nuestra naturaleza humana con toda su belleza y sus posibilidades, también es una naturaleza herida y desordenada, que necesita redención, reconciliación, reencuentro, sanación, purificación...y en muchos casos terapia y ayuda.

 

Quien no se reconoce necesitado de salvación, de sanación, de integración, quien siente que está listo y maduro en su camino de crecimiento, o quien cree que le basta la vida sacramental y la piedad personal o comunitaria para superar los límites y debilidades...no ha entendido que la conversión es un proceso permanente y que, como dice la sabiduría de uno de los primeros Padres de la Iglesia (San Irineo de Lyon), "lo que no es asumido no es redimido". Lo no asumido termina dañando o dañándonos. Ingenuidad, irresponsabilidad y hasta desidia, que han estado en el germen de los dolorosos casos de abusos y, en muchos casos, en su negligente conducción.

  

Tenemos, en ese sentido, que agradecer tantas iniciativas que han surgido desde Schoenstatt y que están ayudando, al necesario proceso de sanación e integración de diversas dimensiones de la vida: la alegría del perdón en los talleres del Centro la Providencia; la sanación de las heridas que deja el trauma del aborto, a través del Proyecto Esperanza; el aprender a recorrer, con mejores herramientas, el desafiante camino matrimonial en los retiros Forta; la sanación de las heridas en la infancia, a través de la gran obra que es María Ayuda.

 

b. Por un descuido en nuestro mundo interior y en nuestra forma de relacionarnos con Dios: la meditación de la vida debería ser nuestra forma predilecta de oración. Nuestra mirada providencialista debería llevarnos a una experiencia de un Dios actuante en la historia y en la historia concreta. Las voces del tiempo deben ser para nosotros voz de Dios, en los grandes y pequeños acontecimientos de cada día.

 

El riesgo de una fe espiritualizante, de prácticas, de ideas, de sentimentalismos, de metas, de actividades y reuniones, de perfección y cumplimiento, puramente sacramentalista y ritual, no nos es ajeno. Se trata de conquistar una fe encarnada en el tiempo, en todo lo humano y en los acontecimientos, eso supone aprender a meditar, a rezar con categorías nuevas (detenerse, tomar distancia, respirar, contemplar, dialogar, analizar, complementarse y luego actuar o no actuar). Un mundo interior que busca el encuentro con Jesús y la configuración con él en gestos, actitudes y palabras. Y para nosotros un lugar privilegiado para ese encuentro y configuración es el santuario, y no para entrar y salir, sino para quedarse y meditar la vida (en ese sentido, qué bien nos está haciendo la adoración en nuestros santuarios, parroquias y capillas).

 

¿Por qué hoy se buscan y aprecian tanto las técnicas de meditación? el mindfulness, el yoga, la aromaterapia, el reiki, los chakras... ¿por qué hoy hay un uso excesivo y transversal de ansiolíticos, energizantes y tranquilizantes, ya sea químicos o naturales? ¿por qué el consumismo es el opio de nuestra época y la competitividad, en todos los niveles de la vida, es el deporte más practicado? Y en el extremo, ¿por qué hoy los niveles de consumo de drogas y alcohol son tan altos? ¿por qué la liberación sexual llega a puntos de total desconexión con el otro, con el compromiso, con la afectividad? 

 

Detrás de todos estos fenómenos hay un ser humano incapaz de parar, de tomar distancia, de digerir emociones y necesidades, de reconocer límites Que necesita cultivar vínculos permanentes y gratuitos, no sólo utilitarios y pasajeros.

 

c. Por un descuido en la forma de relacionarnos con la realidad, por idealismo o intelectualismo o subjetivismo o porque la prejuzgamos o la tememos o nos dejamos llevar por ella como la marea. Necesitamos dejarnos tocar por la realidad, conmovernos por la realidad, plasmar la realidad, complementarnos y complementar la realidad y, así despertar y fortalecer nuestra conciencia instrumental y de misión. La realidad hace concreta nuestra misión y la dimensión colaborativa de nuestra alianza. La realidad nos hace salir de nuestra zona de confort, de nuestro espacio seguro y conocido, de nuestros esquemas y estructuras, de creer que tenemos "la respuesta" a los desafíos del tiempo. El contacto con la realidad permite el encuentro humano, social, eclesial y, en ese intercambio, todos nos enriquecemos. 

 

En ese sentido, agradecemos el valor de tantos proyectos apostólicos que nos interpelan a salir de nosotros mismos para, en contacto con la realidad, despertar nuestra conciencia de misión y colaboración: pienso en los proyectos sociales de nuestras juventudes o que han surgido de ellas: arde, Arde Puente Alto, Reñaca más alto, renace, agüita de la Perdiz, las JAS; en tantos proyectos que apuntan a la familia: misiones familiares y en familia, novios, pololos, pastoral familiar, Casa de la Familia, revista El Apóstol; en tantos que apuntan al mundo de la mujer como "alégrate mujer"; al mundo de la empresa en el Ciies o al de la educación en todos nuestros proyectos pedagógicos y colegios. También en el desarrollo del mundo del varón, por ejemplo, a través de los madrugadores y los profesionales jóvenes. Qué decir de la Campaña de la VP que visita y anima la vida en tantos espacios y corazones. Y nuestra tarea principal en la liga, de formar comunidades que descubran la riqueza de nuestra espiritualidad.

 

Salir de nosotros mismos, dejarnos interpelar por la vida, remecer por la realidad... revitaliza el carisma y nos renueva en nuestra misión, pero juntos. Hoy más que nunca tenemos que aprender a pensar y a trabajar juntos, a complementarnos, consagrados y laicos.

 

Esta fue la gran motivación para que la comisión organizadora de la JND tuviera representantes de todas las comunidades: juntos discernimos, soñamos, plasmamos, realizamos... 

  

El desafío de una Iglesia y un Movimiento que sean Familia en su estilo, métodos y formas, que sean Familia en su proyección y plasmación, es el que tenemos por delante. No sólo por una cuestión estratégica, sino porque la misión nos atañe a todos sin excepción y, donde todos y cada uno, contribuimos a que sea posible y creíble... "Como Familia, vamos juntos, hacia la otra orilla".


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