Agua bendita

El cambio climático ya es una realidad, y Chile es una de las víctimas principales. En este contexto, el agua se está convirtiendo en un recurso cada vez más esencial. ¿Qué estamos haciendo para cuidarla? ¿Qué debemos hacer?

Lunes 6 de julio de 2015 | P. Hugo Tagle

El tema del cambio climático dejó de ser ocupación de la academia o especulaciones futuristas. Lo vivimos en carne propia. Chile se ha transformado en una de las víctimas más claras de un fenómeno de alcance mundial. Las trágicas inundaciones en el norte, lugares donde no llovía nunca; la sequía en sectores donde caían cientos de centímetros cúbicos por semana, son solo algunos indicios de un cambio que llegó para quedarse. Los pronósticos más sobrios hablan de un galopante proceso de desertificación de Latinoamérica y concretamente de Chile. A modo de ejemplo, la recuperación de los bosques siniestrados en el sur de Chile tomará decenas de años.
Somos meros administradores, no dueños de la Creación. Y ésta nos está pasando la cuenta. La escasez de agua es un botón de muestra de una clara invitación a vivir en forma más austera. De la cultura del derroche, del exceso, debemos pasar a la cultura de la simplicidad, de la sencillez, de la sobriedad.

Cuenta una anécdota del filósofo Sócrates que, paseando en medio del mercado comentó: "¡y tantas cosas que no necesito para vivir!". Las comunidades religiosas tenían la costumbre de revisar, todos los años, la cantidad de cosas que no se usaban. Si pasado el año algún elemento casero no había sido usado, se regalaba o vendía.
Se piensa que la contribución personal para combatir el cambio climático es nula. Pero cada grano de arena sirve. Todos sumados, hacen la diferencia. Comenzando por la reducción en el consumo de energía en iluminación, pasando por el uso del transporte público, bicicleta y/o desplazarse a pie, hasta la reutilización de materiales en forma inteligente.

El Papa Francisco ha invitado a una revisión crítica de nuestros hábitos de consumo. No vale más el "yo pago, yo compro". No es un asunto de capacidad de consumo, siempre ilimitada. Se trata de ser responsables y apostar por una vida más austera y simple.

Llevar a la mesa familiar un tema del que se habla poco nos servirá para educar en el aprecio por lo simple. Evaluemos críticamente los anuncios, no nos dejemos arrastrar sin más por campañas comerciales. Así venceremos ansiedades, seremos menos impulsivos; más reflexivos y prudentes.

La visión cristiana de la Creación considera al hombre como parte de ella y no un elemento exógeno, extraño. Somos uno y lo mismo con ella. "Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente" (Gn 2,7). Esta intima relación nos lleva a contemplar el mundo - el único que tenemos, sin recambio - como una verdadera proyección de la humanidad, expresión palpable del amor del Padre Dios.
Junto con el anuncio los cristianos estamos llamados a dar mirada crítica a la forma en que el resto de la sociedad se comporta. Las acciones particulares conllevan la advertencia a otros de su falta de sensibilidad medioambiental. Aún estamos a tiempo. El agua, literalmente, pasó a ser bendita.

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