Carta de la Alianza del padre Guillermo Carmona (marzo 2017)
En medio de un concierto de incógnitas nos encontramos como Movimiento de Schoenstatt. No queremos ser espectadores -"charlatanes de café", los llamaba el Padre Fundador- tampoco sumarnos al coro de activistas que levantan pancartas y cortan las calles, sino esforzarnos por responder, aunque sea en una escala ínfima, a tantos desafíos.
Martes 28 de marzo de 2017 | P. Guillermo CarmonaQueridos hermanos en la Alianza,
Este año ha comenzado "caliente", no sólo por las altas temperaturas del verano, sino por las diversas controversias que a todos nos inquieta: las huelgas, los piquetes, la ausencia de docentes y alumnos en las aulas, la inseguridad que no para, el desprecio de la vida y la falta del sustento para más del 30% de argentinos que aún siguen en la pobreza...
En ese concierto de incógnitas nos encontramos como Movimiento de Schoenstatt. No queremos ser espectadores -"charlatanes de café", los llamaba el Padre Fundador- tampoco sumarnos al coro de activistas que levantan pancartas y cortan las calles, sino esforzarnos por responder, aunque sea en una escala ínfima, a tantos desafíos.
En este contexto es que quiero presentarles un proyecto que ha ido tomando cuerpo en círculos dirigentes de Schoenstatt. Un equipo de personas que conforman el Departamento de Comunicación de Schoenstatt Argentina y en diálogo con otras instancias, han buscado -entre otros objetivos- plasmar un común denominador que exprese tanto nuestra identidad como también lo que Schoenstatt tiene para brindar, lo que nos identifica, reúne y moviliza.
Esta idea fuerza que nos distingue y hace la diferencia se ha plasmado en la fórmula: "Alianza que transforma". La Alianza es el patrimonio más precioso que tenemos en Schoenstatt. Pero la Alianza no puede jamás ser ajena a las vicisitudes de la vida. Es propio de la lógica de la presencia de María en el Santuario, que ella educa y envía. El schoenstattiano que vive su Alianza está cercano a los "gozos y esperanzas, las tristezas y angustias" del propio tiempo, "sobre todo de los pobres y cuantos sufren", como afirma uno de los documentos más importantes del Concilio. Por eso la Alianza no debe amortiguar, sino más bien avivar la preocupación por perfeccionar y cambiar nuestro entorno.
En esta expresión encontramos un posicionamiento y una promesa. No es ni debe tomarse como una "frase bonita" o "marketinera", sino como un desafío para todos. Nuestra Alianza lleva una impronta misionera. Si se vive en serio, cambia, convierte, regala nueva vida. Es un don pero también una tarea. Nos interpela e invita a buscar respuestas creadoras.
Esperamos que esta fórmula se haga real en los espacios públicos donde actúen schoenstattianos y los anime a dar respuestas a coyunturas como las vividas en Tucumán, a la crispación o la permanente experiencia de inseguridad y violencia cotidiana. La Alianza ha acompañado al Padre Fundador y a tantos otros en vicisitudes históricas muy serias, como fue la controversia con el Nacionalsocialismo o los largos años de Milwaukee. Ha sido una Alianza que transforma. Ella quiere ser también hoy sostén y bandera de cambio en las coyunturas críticas que vivimos.
Comenzando ya nuestro año de trabajo y mientras nos preparamos en la Cuaresma avizorando la mañana de la Pascua, los invito a agradecer a María, la gran Aliada que transforma. Este es el regalo y el legado que tenemos en nuestras manos; junto a ella, comprometámonos a ofrecer el mensaje en nuestros ambientes y, por que no, también más allá.