Dios no tiene prisa

En Schoenstatt hablamos de la Fe Practica en la Divina Providencia, pero en esa urgencia de querer todo al momento, nos olvidamos de practicar esa Fe, es más... ¡la perdemos! La perdemos porque el mundo nos lleva corriendo y la inercia no permite que razonemos muchas cosas, nos quedamos sin la capacidad de escuchar, de valorar y de hacer crítica.

Miércoles 28 de junio de 2017 | Lucía Zamora

Somos un milagro de vida, no solo porque sabemos que nuestro cuerpo funciona perfectamente por la gracia de Dios, sino porque cada uno de nuestros descendientes ha sido una oportunidad de vida; pues si alguno de nuestros abuelos o bisabuelos no hubiera nacido o hubiera muerto a una edad temprana, nosotros no estaríamos vivos, mucho menos nuestros hijos. Como ven, existe todo un camino para llegar a un individuo; una enorme y larga cadena de células y genes que han regalado y seguirán regalando vida. Así es como la historia de la humanidad se ha escrito con el tiempo de Dios. Con su eterna e infinita paciencia, que solo puede venir de un corazón lleno de amor.
Es así como estamos viviendo un instante de vida de cada uno de nuestros descendientes; un pedacito de tiempo de alguien más. Sin embargo, ese tiempo, lo hemos hecho nuestro, no queremos soltarlo, lo atrapamos como reloj de arena, en un frasco, para solamente darle vuelta y continuar cayendo. Pero ahora, ni siquiera esperamos a que termine de vaciarse, lo volteamos según nos convenga... ¡hay prisa! si, para todo hay prisa. Estamos acostumbrados a que todo sea rápido... en un touch o en un desliz de dedo. Nos desesperamos si las cosas no suceden al instante. Si al encender el televisor la pantalla no aparece en un segundo, lo damos por descompuesto o caduco; queremos que todo suceda en un chasquido de dedos, como magia; que la gente responda ¡ya! que el empleado del supermercado atienda rápido; que el semáforo no tarde; que la dieta de resultados pronto etc. Queremos con ansia obtener todo lo que deseamos lo más pronto posible para no sentirnos frustrados.

Tenemos el tiempo encima toda la vida, perdiendo la paciencia y el gozo de disfrutar los momentos de no hacer nada. Nos estamos perdiendo el caminar de las situaciones y por supuesto... pasamos de largo la voz de Dios. Vamos acelerados mental y físicamente queriendo que nuestros proyectos den resultados en un abrir y cerrar de ojos. Es más, hasta los milagros los solicitamos al instante.

En Schoenstatt hablamos de la Fe Practica en la Divina Providencia, pero en esa urgencia de querer todo al momento, nos olvidamos de practicar esa Fe, es más... ¡la perdemos! La perdemos porque el mundo nos lleva corriendo y la inercia no permite que razonemos muchas cosas, nos quedamos sin la capacidad de escuchar, de valorar y de hacer crítica. Nos estamos quedando en un mundo fantástico, sin frustraciones pero con un corazón vacio. Vamos tan rápido que no le damos la oportunidad a Dios de actuar; no dejamos que se haga cargo de su tiempo con nuestros asuntos, nos aferramos a que se hagan las cosas como las tenemos planeadas y sufrimos, nos angustiamos y perdemos.
La Alianza de amor también nos regala la "confianza" la cual se puede romper si creemos que todo va a suceder al instante, pues la presencia de María la dejaríamos detrás de la angustia, de la soberbia y del autoritarismo. No olvidemos que Ella es educadora y que todo lo que deseemos se nos dará después de haber madurado, y cuando esto suceda, sabremos qué importante es saber esperar para construir amor.

No corramos con el tiempo, hay que sentarnos y soltarlo, dejarlo ir para mirarlo, sentirlo y disfrutarlo. Ya estando allí, quietos, aprenderemos a apreciar y a escuchar el mundo con todo lo que trae cargado. Gozaremos de momentos perdidos con gente olvidada. En ocasiones dejaremos correr lágrimas en nuestro rostro; sentiremos el sol, el viento y la lluvia; apreciaremos el latir del corazón en la oración; nos escucharemos a nosotros mismos y miraremos muchas cosas más que siempre han sucedido y nunca hemos apreciado. Entreguemos nuestro tiempo a Dios y hagamos lo que nos toca hacer, les aseguro que nuestros planes, proyectos y encomiendas llegarán llenas de posibilidades de crecer y florecer en medio de la incredulidad y de la incertidumbre. Llegarán llenas de su gran e infinito amor, para entregarlas con ese mismo cariño a las generaciones que están por venir.

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