El papa nos cuestiona como laicos
El Papa nos cuestiona como laicos Cuando el Santo padre Francisco fue a la villa miseria o población en Río de Janeiro promocionó un discurso que reviste mucha importancia Sabemos de su preocupaciónpor la justicia social y porque la iglesia se preocupe de los más pobresAquí lo reitera pero se dirige especialmente a aquellos que pueden y deben cambiar esa situación de injusticia¿Que pensamos nosotros los schoestatianos?El padre Kentenich habló constantemente de la necesidad de instaurar un nuevo orden cristiano de la sociedadEsta tarea recae especialmente los laicos, Los empresarios, los políticos, los legisladores, Los gobernantes, etc.Sabemos que el fundamento del cambio social es la familia, y por eso dedicamos gran parte de nuestras fuerzas a ello y tendremos que seguir haciéndolo.Poco a poco han ido surgiendo muchos laicos schoenstatianos comprometidos Con el servicio público. Actualmente se está preparando un nuevo congreso de empresarios en Costa Rica.Las palabras del Santo padre Francisco tienen que animarnos más aún a seguir por ese camino.
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Cuando el Santo padre Francisco fue a la villa miseria o población en Río de Janeiro promocionó un discurso que reviste mucha importancia
Sabemos de su preocupación
por la justicia social y porque la iglesia se preocupe de los más pobres
Aquí lo reitera pero se dirige especialmente a aquellos que pueden y deben cambiar esa situación de injusticia
Es interesante constatar que aquellos países con gobiernos que dicen preocuparse especialmente De los más pobres, De hecho han empobrecido aún más al pueblo.
¿Que pensamos nosotros los schoestatianos?
El padre Kentenich habló constantemente de la necesidad de instaurar un nuevo orden cristiano de la sociedad
Esta tarea recae especialmente los laicos, Los empresarios, los políticos, los legisladores, Los gobernantes, etc.
Sabemos que el fundamento del cambio social es la familia, y por eso dedicamos gran parte de nuestras fuerzas a ello y tendremos que seguir haciéndolo.
Poco a poco han ido surgiendo muchos laicos schoenstatianos comprometidos Con el servicio público. Actualmente se está preparando un nuevo congreso de empresarios en Costa Rica.
Las palabras del Santo padre Francisco tienen que animarnos más aún a seguir por ese camino.
Y el pueblo brasileño, especialmente las personas más sencillas, pueden dar al mundo
una valiosa lección de solidaridad, una palabra a menudo olvidada u omitida, porque
es incomoda. Me gustaría hacer un llamamiento a quienes tienen más recursos, a los
poderes públicos y a todos los hombres de buena voluntad comprometidos en la justicia
social: que no se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario. Nadie
puede permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo. Que
cada uno, según sus posibilidades y responsabilidades, ofrezca su contribución para
poner fin a tantas injusticias sociales. No es la cultura del egoísmo, del individualismo,
que muchas veces regula nuestra sociedad, la que construye y lleva a un mundo más
habitable, sino la cultura de la solidaridad; no ver en el otro un competidor o un número,
sino un hermano.
Deseo alentar los esfuerzos que la sociedad brasileña está haciendo para integrar todas
las partes de su cuerpo, incluidas las que más sufren o están necesitadas, a través de
la lucha contra el hambre y la miseria. Ningún esfuerzo de «pacificación» será duradero,
ni habrá armonía y felicidad para una sociedad que ignora, que margina y abandona
en la periferia una parte de sí misma. Una sociedad así, simplemente se empobrece a
sí misma; más aún, pierde algo que es esencial para ella. Recordémoslo siempre: sólo
cuando se es capaz de compartir, llega la verdadera riqueza; todo lo que se comparte se
multiplica. La medida de la grandeza de una sociedad está determinada por la forma en
que trata a quien está más necesitado, a quien no tiene más que su pobreza.
2. También quisiera decir que la Iglesia, «abogada de la justicia y defensora de los pobres
ante intolerables desigualdades sociales y económicas, que claman al cielo» (Documento
de Aparecida, 395), desea ofrecer su colaboración a toda iniciativa que pueda significar
un verdadero desarrollo de cada hombre y de todo el hombre. Queridos amigos,
ciertamente es necesario dar pan a quien tiene hambre; es un acto de justicia. Pero
hay también un hambre más profunda, el hambre de una felicidad que sólo Dios puede
saciar. No hay una verdadera promoción del bien común, ni un verdadero desarrollo del
hombre, cuando se ignoran los pilares fundamentales que sostienen una nación, sus
bienes inmateriales: la vida, que es un don de Dios, un valor que siempre se ha de tutelar
y promover; la familia, fundamento de la convivencia y remedio contra la desintegración
social; la educación integral, que no se reduce a una simple transmisión de información
con el objetivo de producir ganancias; la salud, que debe buscar el bienestar integral de
la persona, incluyendo la dimensión espiritual, esencial para el equilibrio humano y una
sana convivencia; la seguridad, en la convicción de que la violencia sólo se puede vencer
partiendo del cambio del corazón humano.
3. Quisiera decir una última cosa. Aquí, como en todo Brasil, hay muchos jóvenes.
Queridos jóvenes, ustedes tienen una especial sensibilidad ante la injusticia, pero a
menudo se sienten defraudados por los casos de corrupción, por las personas que, en
lugar de buscar el bien común, persiguen su propio interés. A ustedes y a todos les repito:
nunca se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague. La
realidad puede cambiar, el hombre puede cambiar. Sean los primeros en tratar de hacer
el bien, de no habituarse al mal, sino a vencerlo.
La Iglesia los acompaña ofreciéndoles el don precioso de la fe, de Jesucristo, que
ha «venido para que tengan vida y la tengan abundante» (Jn 10,10). Hoy digo a todos
ustedes, y en particular a los habitantes de esta Comunidad de Varginha: No están solos,
la Iglesia está con ustedes, el Papa está con ustedes. Llevo a cada uno de ustedes en
mi corazón y hago mías las intenciones que albergan en lo más íntimo: la gratitud por
las alegrías, las peticiones de ayuda en las dificultades, el deseo de consuelo en los
momentos de dolor y sufrimiento. Todo lo encomiendo a la intercesión de Nuestra Señora
de Aparecida, la Madre de todos los pobres del Brasil, y con gran afecto les imparto mi
Bendición.