Evangelio martes 4 de octubre
Martes 4 de octubre de 2022 | Juan Francisco Bravo4 DE OCTUBRE DEL 2022
Evangelio según San Lucas capítulo 10, 38 - 42
Martes de la Vigésima Séptima Semana del Tiempo Ordinario
San Francisco de Asís, Diácono y Fundador. Memoria Obligatoria
Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa.
Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.
Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude". Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada".
Meditación de Juan Francisco Bravo Collado
La mejor parte, que no le será quitada
Es como si Jesús me dijera: "A veces te asalta la tentación de unirte a Marta en su queja. Te gusta sentirte ocupado y útil. Hoy te quiero invitar a ocuparte en aquello que es lo más importante: el principio y fundamento de la vida del hombre. En aquello que va a construir una riqueza más valiosa que un ahorro, una empresa o algunas propiedades. Trabaja, como María, la hermana de Marta. Porque ella no estaba descansando, sino que estaba ocupada en lo mejor. Trabaja duro... en tu amor por mí. Trabaja duro... en tu organismo de vinculaciones. Esa es la verdadera riqueza que va a quedar por generaciones y generaciones."
Estos días he estado ocupado en organizar mejor mi dinero y mi trabajo. El fruto de mi esfuerzo. Quiero construir algo que dure. Y me he sentido amenazado, incierto, asustado. Entonces aparece este texto que muestra cuál es la riqueza que puedo dejar a mis hijos. Que no importa lo que pase, porque los ciclos económicos son parte del juego... y que lo que puedo hacer yo es trabajar en aquello que me da la verdadera riqueza. Por eso, ahora, mientras rezo, no puedo menos que emocionarme. Tengo la mejor parte y no me será quitada.
Jesús: gracias por tu amor. Gracias por sentarte y hablarme con tanta fuerza y claridad cuando otros creen que trabajan en lo importante. Quiero construir tu reino, Señor. Quiero trabajar en tu viñedo. Quiero gastar mi sudor y mi esfuerzo en mi relación contigo. Veo con claridad tu rostro en mis hermanos, especialmente los más cercanos: mi mujer, mis hijos, mis amigos. Qué bueno y cariñoso eres, Señor, que me pones gente así de maravillosa en el camino. Gracias por la riqueza que me das a borbotones. Gracias por traerme a esta tierra donde mana leche y miel. Ayúdame a poner el foco en lo que me sea de mayor provecho.
AMÉN