Evangelio miércoles 11 de mayo

Martes 10 de mayo de 2022 | Osvaldo Andrés Iturriaga

11 DE MAYO DEL 2022

Evangelio según San Juan capítulo 12, 44 - 50

Miércoles de la Cuarta Semana de Pascua

Jesús exclamó: "El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió.
Y el que me ve, ve al que me envió. Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó".

Meditación de Osvaldo Andrés Iturriaga Berríos

"No vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo"

Siento como si el Señor me dijera "yo vine al mundo a ofrecerles gratuitamente la salvación, la cual ustedes pueden aceptar o rechazar. Si no sientes la necesidad de ser salvado, si crees que tu vida o tus méritos te hacen lo suficientemente "bueno", ¿cómo puedo salvarte? Si quieres seguirme, debes aceptar tus limitaciones, reconocer que no eres mejor que nadie, sino simplemente un necesitado de la misericordia de Dios. Sólo entonces estarás abierto a recibirme, y te liberarás también de tantos juicios hacia los demás que te impiden amar plenamente.

Me impresiona que el propio Jesús exprese que "no ha venido a juzgar", ya que justamente el juicio hacia los demás es algo que he visto desde siempre tan presente en la propia Iglesia, entre quienes nos decimos cristianos, en mí mismo. Pienso que la noción de sentirse en el lado de los "buenos" por el hecho de creer en Cristo y seguir ciertas normas, me ha dificultado tanto dar el paso contrario: comprender que si soy cristiano es porque soy especialmente necesitado, que no es por mérito mío, sino por gracia de Dios que constantemente me llama y me recuerda que en Él y en su amor está mi verdadera felicidad.

Querido Señor Jesús, quiero poder ser manso y humilde, aunque eso parezca tonto o ingenuo a los ojos del mundo. Regálame la gracia de poder mirar a los demás con tus ojos de amor, para no alimentar juicios en mi corazón, que sólo me hacen hablar de otros con altanería y soberbia, las mismas que yo tanto critico cuando me toca sufrirla. Ayúdame a nunca perder de vista mis limitaciones y debilidades, para que en ese hacerme pequeño tú puedas entrar y actuar a través de mí.

AMÉN

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