Evangelio sábado 8 de octubre
Domingo 9 de octubre de 2022 | Gonzalo Manzano8 DE OCTUBRE DEL 2022
Evangelio según San Lucas capítulo 11, 27 - 28
Sábado de la Vigésima Séptima Semana del Tiempo Ordinario
Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: "¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!". Jesús le respondió: "Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican".
Meditación de Gonzalo Manzano González
"Una mujer levantó la voz en medio de la multitud"
Jesús parece decirme: Esta mujer, en su júbilo, gritó desde toda su femineidad, pensando en mi Madre, a quien amo tanto, y a quien escucho con especial atención. Ella, madre también, porque sólo una madre entiende a cabalidad lo que significa la maternidad, recuerda a María y la llama feliz, tal como las Bienaventuranzas. Mi Madre es el espejo de lo que Yo quiero de ustedes, y en su humanidad, supo decir que "Sí", y dar su vida por entero. Esta mujer que la llama feliz, habla porque sabe quién Soy, y reconoce la santidad de mi Madre, que es tu Madre también.
Escuchar a Cristo debe haber sido algo muy impactante. O sea, es Dios caminando con nosotros, faltaba más. Pero, también las reacciones de la gente deben haber sido variopintas. Fariseos furiosos, con ganas de tirarle de todo. Fanáticos e ignorantes, cada uno intentando digerir el peso de la Palabra. Y esta mujer grita desde la alegría de su corazón de madre. Esta emoción debe haber sido algo muy grande. Hoy, igual me pasa, cuando de verdad estoy compenetrado con Cristo, y oigo su Evangelio en misa, o leyéndolo en mi oración. Me ahoga en alegría el sentir a Jesús a mi lado, y eso que a veces es algo físico.
Señor Jesús, hoy te alabo tal como esta mujer recordó a tu Santa Madre, porque en verdad es bendito el vientre que te trajo al mundo, pero más aún, es adorable el hecho que hayas querido hacerte uno de nosotros para mostrarnos el camino verdadero que lleva al Padre. No soy digno de seguirte, y aun así me invitas a acompañarte. Hoy desde la humildad de mis limitaciones humanas, quiero alzar la voz hacia Ti, Señor, y gritar a los cuatro vientos que eres mi Señor y mi Dios, el Mesías prometido para la Salvación del mundo; aquel que nos abrió las puertas del Paraíso con su Sangre preciosa derramada sobre la Cruz.
AMÉN