¿Existen realmente los cantos schoenstattianos?

Nuestros cantos, los cantos "marca Schoenstatt", sí existen, pero son mucho más numerosos de lo que a primera vista solemos pensar: no son sólo aquellos cantos compuestos por nosotros, que contienen vocabulario e historia de Schoenstatt en su letra y que, debido a eso, sólo podemos cantarlos al interior de nuestra Familia. La formación de hombres y mujeres nuevos(as) en nuevas comunidades, a imagen de María, el rescate de la misión salvífica de occidente, yla confederación apostólica universal son ideales de Schoenstatt que están siempre presentes en la oración cantada de la Iglesia, ya sea dentro o fuera de la Familia, en forma implícita o explícita.

| María Isabel Herreros María Isabel Herreros

Nuestros cantos, los cantos "marca Schoenstatt", sí existen, pero son mucho más numerosos de lo que a primera vista solemos pensar: no son sólo aquellos cantos compuestos por nosotros, que contienen vocabulario e historia de Schoenstatt en su letra y que, debido a eso, sólo podemos cantarlos al interior de nuestra Familia. La formación de hombres y mujeres nuevos(as) en nuevas comunidades, a imagen de María, el rescate de la misión salvífica de occidente, yla confederación apostólica universal son ideales de Schoenstatt que están siempre presentes en la oración cantada de la Iglesia, ya sea dentro o fuera de la Familia, en forma implícita o explícita.

"El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu"(Juan, 3,8).

Muchas veces hablamos de los cantos de Schoenstatt como si nuestra principal misión fuese la renovación de la música de la Iglesia, como es el caso, por ejemplo, del movimiento de la Renovación Carismática, cuyos cantos basan su contenido principalmente en textos bíblicos. Los carismáticos están permanentemente publicando cancioneros nuevos para la Iglesia, pues el ministerio de la música es parte esencial de su misión. Pero ¿es ese el caso de Schoenstatt? Nuestro amor a la Iglesia ¿quiere manifestarse particularmente en la creación de un estilo musical propio, que sea igual para todos los miembros de la Familia? Nada más lejos de nuestros ideales. Schoenstatt no es, ni pretende ser, un conservatorio de música, aunque sí tenemos cantos emblemáticos que han perdurado en el tiempo, por estar bien compuestos musicalmente y por reflejar bien en su texto nuestro caminar con María, por Cristo, en el Espíritu Santo, hacia el Padre.

Recuerdo, cuando participaba en la juventud femenina universitaria, un concurso de canciones realizado durante un campamento de formación, en el verano de 1978, para crear nuestro himno de rama. Obtuvimos con mi grupo el segundo lugar. Como yo era estudiante de educación musical, tuve que musicalizar un texto con cuyo contenido, en lo artístico, no estaba de acuerdo (no tanto por lo que decía, sino por la forma de decirlo), y lo hice además creyendo erróneamente que todos nuestros himnos schoenstattianos debían ser marchas. (De hecho, la canción que ganó el concurso es una marcha; pero, a diferencia de la que nosotras presentamos, no es una marcha forzada; su música armoniza bien con el contenido del texto). Como Schoenstatt es hijo de la guerra, muchos de nuestros cantos antiguos son marchas; pero eso no significa que en nuestra Familia las composiciones deban ceñirse a un patrón musical determinado.

Basándome en mi experiencia sirviendo al canto de la Familia, puedo decir sin temor a equivocarme que, desde el punto de vista musical, no existen los cantos típicamente schoenstattianos. La pedagogía de nuestro padre y fundador es una pedagogía de libertad, y eso se refleja también en lo artístico y musical. En los casi 100 años de historia de la Obra de Schoenstatt, han surgido en ella cantos de todo tipo, unos más litúrgicos que otros, unos más formales que otros, unos mejor compuestos que otros, y de los más diversos estilos musicales, según la originalidad y las necesidades de expresión de la vida y de la historia de cada comunidad. Lo único que realmente tenemos en común es nuestra cultura de Alianza, que se ve reflejada en el texto y música de los cantos, y también en su diversidad. Muchos de los cantos que cantamos habitualmente al interior de la Familia son de procedencia externa, y han sido incorporados a nuestros cancioneros porque interpretan bien nuestra espiritualidad.

Aunque me he dedicado desde hace mucho tiempo a cantar en liturgias católicas, en distintos lugares y oportunidades, no suelo adquirir ni escuchar grabaciones de música religiosa. El principal motivo de eso es que me interesan los cantos que calan hondo en las personas, más allá de saber su procedencia, si están bien grabados o no, y quiénes son sus autores (as) e intérpretes. Una vez que capto el interés de la asamblea por una canción determinada, recién ahí pregunto su procedencia y recurro a la grabación para aprenderla. Pero mucho mejor es para mí complementar ese aprendizaje con la interpretación que hace de la canción, en la liturgia misma, el ministerio musical de las diferentes comunidades. Ese criterio lo utilizo para los cantos más funcionales, es decir, los que han sido compuestos para ser cantados por la mayoría de la asamblea.

Existen también los cantos más estéticos, más elaborados artísticamente (generalmente a varias voces e instrumentos), que son principalmente para ser escuchados, en los cuales la música y el texto buscan expresar la oración más personal e íntima de la asamblea. Estos cantos, que han sido compuestos para ocasiones especiales, normalmente en base a experiencias que han marcado la vida de sus autores, han perdurado en el tiempo por la hermosura de su composición poético musical, y necesitan una preparación más minuciosa (a veces con partituras e indicaciones más precisas para el acompañamiento instrumental). Son cantos que requieren la dirección musical de una persona más experimentada. Si el ministerio de la música quiere lograr que la asamblea se emocione con el canto, es importante que aprenda a controlar su propia emoción, y que dé lo mejor de sí para que el contenido del texto y la música sean transmitidos con claridad y precisión. Lo más importante es que la asamblea participe de la oración cantada, ya sea en forma activa o pasiva.

Tanto si el canto es estético como si es funcional, lo importante es que su texto y música lleguen bien a cada asamblea y se adapten a la comprensión y el agrado de la mayoría. Si el canto fue pensado para ser cantado por la asamblea, el ministerio musical, en consecuencia, elige canciones posibles de cantar por todos; en cuanto a su tonalidad (altura del canto), su tesitura (distancia entre el sonido más agudo y más grave de la melodía), para que sean posibles de cantar por hombres, mujeres, jóvenes y niños a la vez, y también en cuanto a su complejidad rítmica; para que se puedan cantar con o sin acompañamiento instrumental. En cambio, si el canto es sólo para ser escuchado, puede haber más libertad artística, pero siempre al servicio de las necesidades específicas de cada liturgia.

En tiempos de grandes persecuciones, la Iglesia no siempre ha podido cantar pero nunca ha dejado de hacerlo en su corazón. Y Schoenstatt, como corazón de la Iglesia y como movimiento de educación y de educadores, tiene la misión de anunciar al mundo las glorias de María, que es "la música de Dios", proclamando con ella la grandeza de Dios Trino. Existen, por lo tanto, cantos schoenstattianos no sólo al interior de nuestra Familia: nuestros cantos son todos aquellos que expresan nuestros ideales, nuestro diario vivir como cristianos, hijos e instrumentos, en alianza de amor con María y entre nosotros, siguiendo las huellas de nuestro padre y fundador, recibiendo y reflejando las tres gracias de nuestro Santuario, para mayor gloria de la Santísima Trinidad.

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