Japón, el sol entristecido
Japón significa "el país del origen del sol". Su cultura, técnica y milenaria cultura han empapado el mundo occidental, un país que despierta tanta admiración como envidia. Ha vivido años de un progreso notable; ícono de un desarrollo futurista. Su gente empeñosa ha dado lecciones de una fortaleza notable dado que, paradojalmente, vive en un archipiélago conocido por su carácter sísmico. A esto se suma el haber superado las heridas de una guerra mundial y las bombas atómicas que cerraron cruelmente ese triste capítulo de la humanidad. Ahora, la naturaleza los vuelve a golpear con fuerza, poniendo en vilos por algunas horas a todo el resto del mundo y, entre ellos, a nosotros. Es de esperar que sus efectos no repercutan negativamente en esta delgada línea del Pacífico. Como sea, queda claro que el "efecto mariposa" se hace más patente de lo que creíamos y está lejos de ser una teoría: Lo que suceda al otro extremo del mundo repercute, de una u otra manera, en el resto....
| Padre Hugo Tagle (Chile) Padre Hugo Tagle (Chile)
Japón significa "el país del origen del sol". Su cultura, técnica y milenaria cultura han empapado el mundo occidental, un país que despierta tanta admiración como envidia. Ha vivido años de un progreso notable; ícono de un desarrollo futurista. Su gente empeñosa ha dado lecciones de una fortaleza notable dado que, paradojalmente, vive en un archipiélago conocido por su carácter sísmico. A esto se suma el haber superado las heridas de una guerra mundial y las bombas atómicas que cerraron cruelmente ese triste capítulo de la humanidad.
Ahora, la naturaleza los vuelve a golpear con fuerza, poniendo en vilos por algunas horas a todo el resto del mundo y, entre ellos, a nosotros. Es de esperar que sus efectos no repercutan negativamente en esta delgada línea del Pacífico. Como sea, queda claro que el "efecto mariposa" se hace más patente de lo que creíamos y está lejos de ser una teoría: Lo que suceda al otro extremo del mundo repercute, de una u otra manera, en el resto.
¡Qué frágil es nuestro pequeño mundo! ¿Qué lectura hacer de estas calamidades que nos golpean cada cierto tiempo y aparentemente más en estos últimos lustros? Nos preguntamos por el Creador, que permite estas cosas ¡Cómo un Dios que se dice bueno se muestra tan cruel y sanguinario parece gozarse en ver sufrir a sus hijos! Nada de eso. Dios, respetando lo creado, permite el libre juego de las fuerzas naturales que ordenan este estrecho espacio. Nos confió una tierra frágil. Fragilidad que habla de una tierra viva, en constante cambio y movimiento. Así ha sido desde su creación. Eso lo sabemos, pero lo olvidamos. Por lo mismo, debemos siempre de nuevo volver a recordar que hay que convivir con una naturaleza quebradiza, débil, donde las seguridades humanas encontrarán siempre un límite. Las imágenes del maremoto en Japón son elocuentes. Nada fue capaz de detener la fuerza de un mar majestuoso que barría con todo lo que encontró a su paso. En el mapa, Japón se asemeja a un grupito de hojas lanzadas a un ilimitado espacio azul. Ante eso, solo queda resignarse serenamente y dejar que la naturaleza haga lo suyo.
Pero ¿cómo entenderlo en el contexto de un Dios que quiere lo mejor para sus hijos? Justamente, la dureza y soberanía de la naturaleza son un recuerdo de que la vida es siempre un regalo; que no es obvia, que dependemos del Creador en todo, que las seguridades humanas no son nada ante un Dios que dirige la historia, que quiere el bien para sus hijos pero recordando de paso que el timón de la barca - imagen más que elocuente ante ese mar impetuoso - lo tiene Él.
Todo va bien para quienes esperan en Dios, dice san Pablo. El sol naciente de esa tierra se inundó de tristeza y muerte. Pero seguirá naciendo día a día, como signo de que la vida siempre se impone ante el dolor y la muerte.
Padre Hugo Tagle, S. Sch. (Chile)