La mirada de una mujer
¿Cuántas palabras podemos encontrar en la mirada de una mujer? Es todo un mundo de emociones... amor, alegría, paz, ira, coraje, incertidumbre y tantas cosas que la boca calla pero que el corazón quiere decir.
Sábado 14 de marzo de 2015 | Lucía Zamora¿Cuántas palabras podemos encontrar en la mirada de una mujer? Es todo un mundo de emociones... amor, alegría, paz, ira, coraje, incertidumbre y tantas cosas que la boca calla pero que el corazón quiere decir. No podemos olvidar aquellos ojos que evitan la mirada del otro... hablan de su timidez, de su pudor o bien... de su desprecio.
Los ojos de María han sido inspiración para grandes artistas, tal es el caso de Luigi Crosio, con nuestra Santísima Virgen "Refugium Peccatorum". Imagen que ahora conocemos como nuestra "Madre Tres veces Admirable de Schoenstatt". El Espíritu Santo fue la perfección en las manos de Crosio, al proyectar en la mirada de María ese inmenso amor de Madre, dejando lindas palabras para cada uno de nosotros en esos hermosos ojos.
Hace poco conversando con una de mis alumnas, sobre la mirada de su pequeña sobrina que apenas llego al mundo, coincidimos que la mirada de la mujer es diferente a la del varón desde que nace. Recordé aquel primer encuentro con mi hija, una hermosa niña después de dos hombrecitos; definitivamente su mirada no era igual, tenía el seño fruncido, tratando de entender que hacía en aquel lugar frío después de estar nueve meses cómoda y calientita en mi vientre; queriendo reconocer el rostro de sus padres a través de la voz. Su mirada siempre dice algo. Es fácil reconocer sus sentimientos a través de sus ojos.
¿Cuántas veces hemos encontrado al mismo Dios en la mirada de un niño, de un amigo, de nuestra madre o de un extraño? Es increíble saber cuantas palabras encontramos en los ojos del otro. No cabe duda, nuestra mirada es la ventana del alma, es la voz silenciosa que nunca calla y despierta los sentimientos más nobles de cualquier ser humano. El mirar es una forma especial de ver, y la mirada de una mujer... es un libro abierto. Es penetrar en el alma del otro, vivir con intensidad aquel pequeño detalle que Dios pone ante sus ojos. Es querer consolar, ofrecer, agradecer y acariciar tan solo con su "mirar".
Imaginemos de pronto, esa mirada celestial de María al tener a Jesús entre sus brazos. Seguramente sus ojos hablaron de esa gran alegría y de su inconmensurable amor de Madre. ¿Qué me dicen de aquella firmeza en sus ojos en las Bodas de Caná?... Mirada con fuerza, sabiduría y decisión; decisión que cambio la historia del mundo, al dejar ver el poder de Dios a través de su hijo. Y... ¿qué hay de su mirada ante la Cruz? Una profunda tristeza, desesperación callada y un inmenso amor que quiso compartir con cada uno de nosotros.
Tengo muchos años trabajando con mujeres, no soy psicóloga ni nada por el estilo, pero Dios me ha llevado desde muy joven a dirigir grupos femeninos. Una gran paradoja en mi vida, pues mi carácter y personalidad contienen un mínimo de dulzura; dulzura que normalmente se exige en una mujer. Sin embargo he llegado a comprenderlas con el corazón. A estas alturas de la vida, se a quien le gusta trabajar en silencio, quien prefiere el ruido, distingo las sonrisas discretas llenas de amor, las no tan discretas pero también con un inmenso amor de por medio, no puedo ignorar a quienes les gusta el protagonismo, o bien, quienes hablan de su sufrimiento queriendo encontrar aceptación, o aquellas que ocultan su dolor en una hermosa mirada de agradecimiento sin decir nada, hablando solo con Dios de todo aquello que le oprime el pecho. En algunas he encontrado el amor platónico muy escondido, en otras la picardía en sus comentarios, y qué decir de aquellas que tristemente no han encontrado paz interior y se refugian en el susurro que divide.
Cada una con su estilo y personalidad, regala al mundo la mirada del amor, la mirada que conversa con el corazón del otro, y que a pesar de las lágrimas que pudieran habitar en ella, su coraje y entusiasmo por regalarse a los demás la convierte en el tesoro favorito de Dios.
Así es el mundo femenino...¡lleno de sorpresas! y creo que a través de estas mujeres, he aprendido a conocerme. Dios me ha regalado la oportunidad de encontrarme en la mirada de cada una de ellas y detenerla justo allí...donde el corazón necesita de Él.