Las huellas del Padre, semillas de originalidad

Compartimos con uds. este artículo de Agustín José Lombardi, publicado originalmente en Schoenstatt.org, donde observa lo mucho que hay de original en nuestro Movimiento, y que demuestra una vez más lo profética que fue la visión del p. Kentenich.

Lunes 28 de diciembre de 2015 | Agustín José Lombardi

Cuando hablamos de originalidad dentro del movimiento, nos referimos generalmente a características particulares del carisma y de la pedagogía de Schoenstatt. Rápidamente, en ese momento, vinculamos esa originalidad a la invitación del Padre y Fundador a María, para que se estableciera en el Santuario y desde allí derramara sus gracias, como intercesora. Sin embargo, después de cien años de historia podemos percibir que la originalidad de Schoenstatt se manifiesta en las características con las que el movimiento se desarrolla dentro de los países donde la cultura de la Alianza de Amor está presente.

Todas las intervenciones directas o indirectas realizadas por el Padre y Fundador, marcaron en los aliados una marca original. Su paso, físico o espiritual, por de las comunidades schoenstattianas alrededor del mundo, es una prueba fiel de este fenómeno. Basta mirar la reacción que los hitos históricos causaron en las familias de Schoenstatt más próximas. Todos estos eventos marcaron de forma singular y profunda la personalidad de aquellos que compartieron junto al Padre los procesos de crecimiento de la familia internacional de Schoenstatt. Hoy más que nunca, podemos afirmar que cuando todos los carismas del mundo se reúnen, podemos experimentar de manera casi completa el proyecto de Schoenstatt pensado por el Padre Kentenich. Esto es lo que ocurrió durante los festejos de los primeros cien años del Movimiento.

Cuando miramos el mapa mundial y las expresiones de fidelidad a la alianza de amor de la familia de Schoenstatt internacional, podemos identificar las huellas de la originalidad sembrada por el P. José Kentenich. Por un lado, el espíritu apostólico de Chile y la fidelidad histórica de Alemania. También observamos la fuerza pionera de Burundi y la responsabilidad social de Paraguay. La viva presencia del Padre en la Argentina y la energía creadora de Brasil. Estos son solo algunos de los rasgos que, a mi juicio, conforman la heterogeneidad de nuestra Familia internacional. Cada una de estas expresiones singulares, son algunas de las piezas fundamentales para completar el mosaico de la pedagogía de Schoenstatt, presentándonos la misión para los próximos cien años.

Muchas cosas han cambiado desde el tiempo de los primeros congregantes. Sin embargo, la meta de vivir en alianza continúa fortaleciéndose. Vivimos en la época de la información y del intercambio, y debemos aprovechar este momento para difundir y complementar nuestra manera de vivir la Alianza de Amor. De ninguna manera debemos perder las características originales de la identidad de cada familia, pero si dejarnos complementar por tantas cosas positivas que ya son una realidad en otros lugares del mundo. Así estaremos dando continuidad a la obra creadora de Dios que nos grabó a fuego una misión individual expresada en el ideal personal.

Este nuevo siglo es un tiempo para maximizar los talentos que recibimos como instrumentos de la creación, dándole al mundo y a la Iglesia lo mejor que somos y tenemos. Dios nos creó únicos e irrepetibles y el Padre José Kentenich identificó en esa diversidad un gran potencial para el desarrollo de un mundo nuevo. No dejemos nuestra luz escondida en nuestro interior, en nuestras comunidades o en nuestros países. Compartamos nuestros dones y aumentemos nuestras vinculaciones en todas las dimensiones para poder, de esta manera, vivir de modo pleno la originalidad de Schoenstatt.

Fuente: Schoenstatt.org

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