LIBERANDO- Jesús Ginés O.

Miércoles 22 de julio de 2020 | Jesús Ginés Ortega

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Nunca había tenido tanto tiempo para pensar y ejercer mi libertad. El confinamiento que acepto a plena conciencia me hace dominar mis instintos primitivos de anarquía, que comparto con tantos. Algunos caen derrotados ante la tentación de escapar de la orden que juzgamos razonable y que suponemos emitida para el bien común y no solo para mi bien privado. ¿Qué es libertad?, ¿cómo la ejerzo?, ¿qué consecuencias tiene para mí y para los otros con quienes habito, llevando un modo extraño de vida que me hace poner en movimiento mis facultades de memoria, capacidad de reflexión y sobre todo mi voluntad?

Leo y subrayo autores que pensaron antes que nosotros este tan señalado y apetecido tema. Hoy me inspiró la lectura de la "Epístola perlonga" de José Kentenich. Es en la voluntad controlada por la razón donde se ejerce la libertad y es en la soledad más restringida de nuestra persona, donde somos libres o esclavos; esa capacidad de actuar siempre de acuerdo con lo que mandan la razón y el amor,- inseparables en el hombre libre-, los dos motores que originan, sostienen y proyectan nuestro movimiento de cada día. Esta reflexión, me libera realmente de lo que quisiera a veces hacer, sin pensar ni calcular sus consecuencias para mí y para los demás. Solo desde la soledad, sigo pensando y comprobando, puede uno, realmente ser libre. Esa facultad no me la dan ni la ley, ni los hombres, ni los animales que me acompañan o el mundo que me rodea. ¡Qué bien funcionan los animales y la naturaleza cuando el hombre no les impone su capricho, que no su necesidad o su recto gobierno. Dios nos mandó ser señores de la tierra, hermanos de todos los hombres, de los libres y de los esclavos, hijos suyos, buscadores de la verdad, admiradores de la belleza y emprendedores permanentes del amor sin límites, siguiendo el modelo de la Creación. "Ama y haz lo que quieras", -vuelvo a encontrar la fórmula exacta que descubrió San Agustín para definir la libertad que nos regaló Dios y de lo único que nos pedirá cuentas al partir de esta tierra. Dios nos examinará en la tarde de la vida, sobre el amor que ejercimos, no del que pensamos alguna vez hacer y no hicimos. Dios es amor en acción permanente y por eso y para eso nos creó. Nos lo recordará siempre el evangelio. La libertad consiste en actuar siempre bajo la fuerza motriz del amor, guiado por la razón, ese faro certero que ilumina nuestros actos y nos señala el horizonte infinito.

No ama, ni es libre el que halaga, adula, miente, deforma, o sigue la corriente de lo que grita y hace la mayoría, sino el que habita sosegado en el interior de sí mismo en la verdad, el bien y la belleza. La libertad es lo más personal que el hombre administra. No somos libres en marcha constante de protesta contra otros, sino en acción honesta y proporcionada a favor de todos los otros. Ser libre es difícil, costoso, sufrido y no muy recompensado en este mundo que habitamos, con la difícil tarea de mejorarlo siempre. El trabajo de hacer las cosas bien, -las pequeñas y las grandes-, en todas las dimensiones posibles es siempre solitario; la tarea destructiva es colectiva, propia de masas que no piensan detenidamente lo que actúan, generalmente movidas por sueños o fantasías de otros. Para ejercer la libertad hay que confinarse voluntariamente en el rincón más secreto de nuestra alma. En resumen, que libertad no es hacer lo que me da la gana o me place, sino pensar y hacer lo que debo y hacerlo bien siempre. Lo demás es esclavitud. ¡Bienaventurada soledad y encierro que nos lleva de la mano a entender mejor y a ejercitar la libertad, regalo supremo que Dios nos hizo para que lleguemos hasta Él.

Jesús Ginés Ortega

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