Los miedos

  Una meditación sobre el hombre actual, y sobre cómo trabajar los miedos y las tribulaciones para que nos eleven hacia lo más alto. ¿Quién de nosotros no siente miedo? Miedo a enfermarse, a fracasar, a no ser capaz, a ser rechazado, a ser juzgado, a no ser suficientemente bueno para otros, miedo a las limitaciones, físicas, psíquicas, intelectuales...El miedo nos deja paralizados, nos deprime, nos agobia y nos angustia...  

| Cecilia García Huidobro Cecilia García Huidobro

¿Quién de nosotros no siente miedo? Miedo a enfermarse, a fracasar, a no ser capaz, a ser rechazado, a ser juzgado, a no ser suficientemente bueno para otros, miedo a las limitaciones, físicas, psíquicas, intelectuales...
El miedo nos deja paralizados, nos deprime, nos agobia y nos angustia...
Y lo peor es que nos aísla de los demás, porque como andamos por la vida mostrando nuestro mejor lado, los logros y los éxitos, nos encerramos en nosotros mismos cuando entra el temor en nuestro ánimo.

Mi mamá frente a esa situación de parálisis nos decía: "El Miedo tocó a tu puerta, abrió la Confianza y no había nadie", y así fui repitiendo esta consigna en muchas circunstancias de mi vida.

Los jóvenes de hoy están llenos de miedos que les hemos traspasado los adultos, padres y profesores, y a fin de no enfrentarlos se esconden el los aparatos de música, redes sociales, tecnologías, que les ocupan todo su tiempo libre en gran medida, sin poder encontrar dónde aferrarse.

Somos responsables de trasmitir una cultura incoherente, predicamos valores y vivimos en prácticas egoístas, injustas, soberbias con todo tipo de prejuicios y descalificaciones tanto al interior de la familia, como en el colegio, el barrio, en la política, en la vida ciudadana, en las comunidades eclesiales.

Entonces el joven piensa en su interior "¿para qué pertenecer? ¿Qué me aporta esta sociedad? Si me involucro me contamino, y mis sueños e ideales, ¿adónde van a parar?" Miedo a ser defraudado, usado, manipulado.

Miedo que se vence con la Confianza, la certeza, la convicción, la seguridad, la esperanza, la creencia de que no estamos solo. La experiencia de haber sido creados por amor y para amar. ¿Y quién puede darnos esa certeza? No la podemos fabricar dentro de nosotros mismos por más que nos convenzan los slogans de autoayuda.

"No traigo oro ni plata, traigo a Jesucristo". El miedo se vence teniendo la experiencia personal y vital de Alguien que puede más que yo, que me comprende y me sostiene, que me llama y me ama concretamente en mis miserias y limitaciones, que me muestra su amor en los que me rodean, en mi historia.

He ahí el desafío de nosotros, los grandes, de vivir en esa congruencia de fe y vida, de lo ordinario hacerlo extraordinario, de lo natural convertirlo en sobrenatural, y de ser confiables y congruentes para aquellos que son "la ventana al futuro", como diría el Papa Francisco.

Desafío para una catequesis escolar que no llega a mostrar ni menos a experimentar a Jesús Resucitado y vivo en medio de nosotros. Si no me cree revise los contenidos de los libros, la evangelización debiera estar centrada en la oración y contemplación donde se experimenta a Alguien que me ama, algo ajeno a cualquier programa de catequesis.

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No es fácil, pero podemos elegir vivir con miedo o abrirnos a la esperanza , a la confianza de no estar nunca solos. Mirar a María. Ella tuvo miedo pero confió, atravesó las tinieblas y la noche porque tuvo la certeza de que Su Amor le guarda siempre.

 

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