Los reyes magos de mi vida

Días después del nacimiento de Jesús, llegaron de oriente tres magos, para adorar al niño que había nacido en Belén. Hicieron un largo recorrido para llegar a Él, adorarlo y entregarle regalos dignos de un rey: oro, incienso y mirra. La llegada de tres hombres elegantemente vestidos, con lindos obsequios, fue una señal divina, ya que seguramente tranquilizó a los jóvenes padres de Jesús en aquellos momentos. Fue un gesto de solidaridad para María y José, pues bajo las circunstancias que estaban viviendo, seguramente se sintieron afortunados y agradecidos con Dios. ¿Cuántos magos se han atravesado en nuestras vidas? ¡Muchos! Tal vez no nos hemos dado cuenta de eso, pero ¿cuántas veces hemos recibido grandes regalos de grandes personas? Se trata del corazón con el que recuerdan nuestro cumpleaños, o bien la alegría de una mirada, que habla del cariño que se siente por nosotros...

| Lucía Zamora (México) Lucía Zamora (México)

 

Días después del nacimiento de Jesús, llegaron de oriente tres magos, para adorar al niño que había nacido en Belén. El niño que ellos sabían era el "rey de los Judíos", ¡Nuestro Salvador!

Hicieron un largo recorrido para llegar a Él, adorarlo y entregarle regalos dignos de un rey: oro, incienso y mirra. Los tres obsequios tienen propiedades curativas. Para mi, sin embargo, realmente lo que vale es el gesto de generosidad, humildad y admiración hacia un bebé que llegó a este mundo indefenso por su pequeñez, en una situación de desesperanza y con una gran tarea para con la humanidad.

La llegada de tres hombres elegantemente vestidos, con lindos obsequios, me parece una señal divina, ya que seguramente tranquilizó a los jóvenes padres de Jesús en aquellos momentos. Pues con el miedo de ser localizados por Herodes, la llegada de los magos los fortaleció, no sólo por los regalos, sino porque compartieron con estos hombres de buena voluntad y seguramente poderosos, el secreto que humildemente se guardaban en su corazón. Fue un gesto de solidaridad para María y José, pues bajo las circunstancias que estaban viviendo, seguramente se sintieron afortunados y agradecidos con Dios. Dejaron de sentirse solos en esta tarea que Él les había encomendado. Y, tal vez, para María y José eso fue el mejor de los regalos...su compañía.

Recuerdo cuando nació mi primer hijo... mi marido y yo no sabíamos qué hacer, entre la angustia y la alegría, nuestro corazón y nuestra mente se enloquecían. Pero como los magos de oriente, nuestros amigos y familiares siempre se aparecían con lindos obsequios, para ser testigos del inicio de una gran aventura, pero sobre todo para compartir la alegría que nuestro rostro no podía ocultar, para ofrecer su ayuda, y sobre todo para hacernos sentir los seres más afortunados de la tierra. Y eso nunca lo podremos olvidar.

¿Cuántos magos se han atravesado en nuestras vidas? ¡Muchos! Tal vez no nos hemos dado cuenta de eso, pero ¿cuántas veces hemos recibido grandes regalos de grandes personas? Y no hablo del valor del objeto, hablo del corazón con el que te recuerdan tu cumpleaños, o bien, con la alegría de una mirada, que habla del cariño que se siente por nosotros... o qué me dicen del silencio compartido en momentos de angustia. Regalos que no se ven, regalos que se sienten en el corazón y que nunca desaparecen. En ocasiones, esos tenues obsequios vienen con una linda tarjeta, con un lindo objeto que tiene como finalidad revivir esos momentos cada vez que los veamos, donde se compartió una sonrisa, una lágrima o un gran abrazo.

Quiero imaginar a María y a José recordando el nacimiento de su querido Jesús, cada vez que abrían esos cofres hermosos, donde el aroma y el brillo los trasladaba a Belén a revivir el momento donde el amor y la esperanza llegaban a este mundo, a revivir ese momento donde María conoció el amor de madre e inició una nueva vida de entrega y admiración a su hijo...el hijo de Dios.

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