¿Materialista yo?

  ¿Qué importancia le damos a los bienes? ¿Cuán influyentes son en nuestra vida? Una mirada crítica sobre el materialismo y la mezquindad en la sociedad de hoy en día.   

| Padre Hugo Tagle Padre Hugo Tagle

¿Materialista yo?

  Según un estudio realizado por la Universidad de Sussex, Reino Unido, los chilenos entre los 20 y 30 años son de los más materialistas del mundo. Un nuevo record. Quizá la afirmación tan superlativa sea exagerada, pero hay mucho de cierto.

Ese grupo etáreo, en todo estrato, consume como si se fuera a acabar el mundo. Muchos – vale decir no pocos – viven obsesionados con autos y ropa exclusiva; sueñan con casas caras, se desvelan por lo último en tecnología, compran cuanto artilugio exótico encuentran. Y nada de esto tiene que ver con mayor utilidad, aprovechamiento del tiempo o sacarle más partido a la vida. Es simplemente por el gusto de tener algo distinto, lisa y llanamente caro. Y esto de las excentricidades llega a mundos que uno asociaría con simpleza, como es el del deporte. No sabía que para andar en bicicleta, chutear una pelota o hacer un par de flexiones, haya que gastar tanto. Curioso. Lo que debería llevar a simplificar la vida al final es fuente de mayor estrés y gastos.

 

Y esto nadie lo admite públicamente. Es de buen tono pasar por desprendido, austero, y sobre todo, generoso. Lo último es lo peor. Aparejada con la sed de más cosas, viene la mezquindad. Me tocó verlo en una venta de beneficencia. Un sujeto regateó, entre broma y serio, el precio de una torta a la niña que atendía hasta que logró llevársela a mitad de precio. Lo encaré por lo amarrete. Me dijo que era broma y que, ya que se lo pedía, pagaría el precio de la torta. No sé si lo hizo. Ese mismo personaje – de mucho dinero -  es el perfil de gente que regatea en todas partes; saca tajadas de cuanta oportunidad se le presenta, apuesta a que el otro esté medio distraído para quedarse con el vuelto.

 

Hay mucha mezquindad en el aire, la verdad. Nos hemos intoxicado con su mala influencia y no nos damos cuenta. A medida que las personas envejecen, deberían dar menos importancia a los bienes materiales, pero aquí resulta al revés. Es triste ver a gente mayor tan fijada en cosas materiales ¿Querrán llevarse algo para el otro mundo? Difícil, se lo digo.

Lo atribuyo a una cierta inseguridad, complejo de inferioridad. Cuando se es inseguro, se buscan seguridad en un auto grande, un buen reloj, ropa exclusiva. Pero esta tendencia pasa la cuenta. Mientras más orientada a lo material está una persona, mayor insatisfacción, ansiedad y problemas se tienen, señala el estudio. “Además, suelen presentar menos energía y están sustancialmente menos satisfechas con la vida”. Peligroso esto de aferrarse a las cosas. Se vive más feliz siendo desprendido.

 

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