ME CONMUEVE LA MIRADA COMPASIVA DEL P. KENTENICH- Por P. Carlos Padilla
| P. Carlos Padilla P. Carlos PadillaEnvidio su respeto profundo a la originalidad de cada uno, buscando caminos para que todos puedan echar raíces en un hogar seguro.
Ese respeto profundo a la libertad de cada hijo, sin querer imponer nunca un camino ya trazado.
Miró cada alma sin querer controlarla, dejándola crecer a su propio ritmo.
Me enamora de él esa pasión por la vida que marcó su ruta y esa mirada profética que ve más allá del desierto un futuro vergel lleno de vida.
Me impresiona esa imprudencia suya que le llevó a no hacer siempre lo políticamente correcto.
Yo he seguido a un Padre capaz de amar lo humano, lo imperfecto y ver detrás de las piedras y de la sequedad del desierto una vida escondida siempre fecunda.
Me alegra ese Padre valiente que nunca se guardó las palabras y no mantuvo silencios culpables.
Creyó en lo que vivía y lo entregó sin temer que no diera vida.
Supo vivir la difamación y el exilio como su camino de santidad. Vivió allí despojado de títulos y reconocimientos.
Renunció por amor y se asemejó más a Cristo.
En su fragilidad, en su herida, palpó de nuevo la misericordia de ese Dios que lo había amado desde su familia rota.
Dios sacó de su alma un jardín inmenso y fue fecundo cuando muchos lo hubieran dudado.
Creo en ese Padre capaz de creer en el valor de los vínculos, esos lazos lanzados por Dios en gestos y abrazos humanos.
Creyó en la confianza como el mayor tesoro que podemos dar a alguien. Y yo ahora confío en él, en lo que me ha enseñado a lo largo de tantos años. Mi mano se posa de nuevo en su mano para seguir sus pasos.
En tiempos de tormentas, no pierdo la esperanza. Y no disminuye mi fe en la misión que él mismo me ha confiado. Y ahora me pide que siga confiando y dando esperanza.
Creo en ese Padre tan humano, y tan de Dios. Tan niño desprotegido y tan hijo amado de María.
Creo en sus palabras porque me abren horizontes y me enseñan el valor profético de los gestos.
Y creo, porque lo amo, porque me ha dejado entrar en su alma y he visto su jardín sellado.
Creo en él y sigo mi camino detrás de sus pasos porque su vida es para mí testimonio de una fidelidad ciega al amor De Dios en su camino.
Por P. Carlos Padilla