Momentos Inolvidables: ¿la voz de Dios?

Así pasamos la vida, sólo haciendo lo que tenemos que hacer sin detenernos un poco a saborearla. Cuántas respuestas nos regala Dios y nosotros no estamos atentos y seguimos afligidos con la incertidumbre de lo que pasará. Detengámonos un poco en el camino, disfrutando del paisaje de los sucesos que Dios nos regala, saboreando detalle a detalle, y comprendiendo y aceptando que todo viene de la Divina Providencia.

| Lucía Zamora (México) Lucía Zamora (México)

Apenas contaba con 11 años, cuando Juan Pablo II salió al balcón como el nuevo Papa. Lo recuerdo muy bien: yo estaba junto a mi papá en la sala de televisión, viendo a un gran hombre que venía con fuerza y sabiduría para guiar a su Iglesia, que entre tantas cosas, pedía un abrazo; pedía cercanía a su pueblo y un gran corazón para cada uno de nosotros. Y nos sorprendió con esa sonrisa que cubrió todas estas necesidades durante muchos años.

Después de un arduo trabajo, Juan Pablo regresa a Dios y llega nuestro pequeño, pero valiente Benedicto XVI. También recuerdo muy bien ese día que subió al balcón como nuevo Sumo Pontífice de la Iglesia católica. Lo recuerdo muy bien... estaba en la cocina viendo el televisor, con mis hijos y mi esposo, esperando ese momento de encuentro con su pueblo. Y ahí estaba...un hombre con ojos profundos y una sonrisa tímida saludando al mundo.

Cómo olvidar esos instantes; cómo olvidar lo que estaba haciendo justo cuando murió Juan Pablo II; cómo olvidar esa mañana que despertaba a mis hijos para ir al colegio, cuando escuché en las noticias que nuestro Benedicto había renunciado; cómo olvidar esos escasos 5 segundos donde nuestro cuerpo y nuestra mente reaccionan ante una noticia importante, ante un cambio inesperado, dejando una combinación de fe e incertidumbre en nuestro corazón.

¿Qué es lo que sigue? ¿Quién llegará? No lo sabíamos, pero seguramente lo que vendría nos iba a traer mucha alegría. Y ¿cómo recibiríamos la noticia? ¿Dónde nos iba a tomar? En el trafico, en la cocina, en el trabajo...¿dónde? ¿cómo?

Ahora con Francisco me pasó algo muy lindo, pues yo tenía una semana muy complicada y fui ese miércoles al Santuario a encomendarme a la Mater. Nuestro Santuario acá en San Luis está muy retirado de la ciudad, además, está en medio del desierto, por lo tanto, entre semana está completamente solo.

Y ese día estábamos sólo la Mater y yo...nadie más, cuando me llega un mensaje por celular de una amiga que me decía: ¡Ya tenemos Papa! Justo ahí, sentada en ese pequeño y hermoso Santuario, justo después de agradecer, justo después de ofrecer y justo después de pedir tantas cosas. Pedía respuestas a mis dudas, y llegó la respuesta en un mensaje que alegró mi día; en un mensaje que me decía que todo iría bien, que la tristeza y el desánimo se transformarían en fuerza y sabiduría. Así tomé ese mensaje de una amiga que pocas veces va a misa, de una amiga que poco le interesan los asuntos de la Iglesia, que pocas veces me llama o me escribe, pero que ese día, conociendo mi fe, se tomó la molestia de escribir un mensaje para darme una noticia que sabía me iba a poner feliz y lo hizo justo cuando estaba conversando con mi querida María. Ese instante lo guardo en mi corazón, como una dulce respuesta.

Pero, ¿con qué nos quedamos de esta reflexión? Para entender un poco, va otra pregunta: ¿estamos conscientes de lo que día a día, instante a instante, estamos viviendo? En ocasiones ni siquiera nos damos cuenta del sabor de una galleta, sólo la comemos sin sentir la textura del azúcar, sin identificar su olor y sabor, sin saber en cuántas mordidas la comemos. Así pasamos la vida, sólo haciendo lo que tenemos que hacer sin detenernos un poco a saborearla. Ahora va otra pregunta: ¿y las respuestas a nuestras dudas? ¿Las identificamos? El canto de un pájaro, una llamada inesperada, una sonrisa ...cuántas respuesta nos regala Dios y nosotros no estamos atentos y seguimos afligidos con la incertidumbre de lo que pasará. Cuando Dios nos dice en un mensaje que todo estará bien, que confiemos, que lo dejemos todo en sus manos, que lo que venga será para bien...sea lo que sea.

Cuántas cosas pasan en nuestras vidas que no podemos olvidar; cuantas cosas más suceden como una respuesta a nuestras interrogantes. No dejemos pasar la vida sin saborearla, sin sentir sus alegrías y sus tristezas, sin sentir de vez en cuando la soledad. Detengámonos un poco en el camino, disfrutando del paisaje de los sucesos que Dios nos regala, saboreando detalle a detalle, y comprendiendo y aceptando que todo viene de la Divina Providencia. Sólo hay que estar atentos a la voz de Dios...

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