Mujer ¿por qué lloras?

En el momento de su entrega en la cruz, Jesús quiso junto a sí el dolor de las mujeres. Lo asoció a sus sufrimientos para llevar a cabo la salvación de los hombres; porque el dolor es verdadero, pero va acompañado de la promesa de una nueva vida.

Domingo 21 de septiembre de 2014 | Mercedes de Soto

Como desde hace más de 20 años, acabo de volver de mis vacaciones de verano que paso en Santiago de Compostela. Allí durante un mes entero se respira a la Iglesia peregrina en la multitud de peregrinos de todas las nacionalidades, que jubilosos celebran por las calles de ciudad la conclusión feliz de su "Camino". Suelo ir todos los domingos a una iglesia pequeña dedicada a Santa Salome, la madre de Santiago y Juan. El párroco se llama D. Miguel y ya está muy mayor. Es un hombre de Dios, curado milagrosamente pese a que los médicos en un momento dado, le dijeron que se moría sin remedio. Nos profesamos mutuamente un gran afecto y a veces me cuenta cosas que le han pasado que me dejan asombrada.

Este año le confesaba al despedirme de él, que he acabado las vacaciones de verano con un regusto amargo por todas las atroces imágenes de la guerra en el Próximo Oriente, las matanzas de tantos inocentes, los sufrimientos de tantos cristianos y miembros de otras religiones perseguidos a muerte por los yihadistas. Tengo grabados los rostros descompuestos de tantas madres y padres llorando la muerte de sus hijos, o de las mujeres de rostros ajados, apiñadas en los campos de refugiados sin apenas poder articular palabra para contar los horrores vividos...

D. Miguel se me quedó entonces mirando y me dijo: "la esperanza de salvación para este mundo enloquecido esta en vosotras las mujeres, sin vosotras no hay nada que hacer". A continuación me contó la siguiente anécdota: este invierno llegaron un grupo de mujeres a su parroquia y le pidieron o más bien le exigieron, que quitara la imagen la Virgen Dolorosa que está en un pequeño altar a la derecha del altar mayor. La razón que esgrimían era que ese tipo de imágenes daba una imagen totalmente falsa de la vida a la que debemos aspirar las mujeres en el mundo de hoy, invitándonos a la aceptación del sufrimiento y el sacrificio. Ellas decían que la mujer ha venido al mundo a disfrutar y a tener una vida placentera y que la Iglesia hacía muy mal en presentar como modelo a las mujeres, una mujer sufriente.

Pensaba después, qué clase de consuelo habrían sido estas mujeres para aquellas que, como modernas "piedades", lloran la muerte de hijos, esposos, padres, hermanos...¿Acaso no encontrarían más consuelo mirando a María traspasada por el dolor con su Hijo muerto en su regazo?

Jesús ya resucitado, salió al encuentro del profundo dolor en el que estaba sumida la pobre María Magdalena. Después de haber presenciado toda la horrible pasión de su Maestro, para colmo parecía que habían robado el cuerpo de su Amado. De él solo parecía quedarle la negra oscuridad de una tumba vacía. No podía recordar como los apóstoles tampoco lo hicieron, que con el repetido anuncio por parte de Jesús de su pasión, les reveló también que a los tres días resucitaría. Mujer ¿por qué lloras?, le preguntó.

En el momento de su entrega en la cruz, Jesús quiso junto a sí el dolor de las mujeres. Lo asoció a sus sufrimientos para llevar a cabo la salvación de los hombres. En el capítulo 12 del Apocalipsis, el gran libro de la esperanza cristiana, el signo que anuncia la consumación de la redención es el signo de la Mujer vestida de sol, que es lo mismo que decir la mujer completamente revestida y penetrada por Dios que acechada por el gran del dragón rojo, Satanás, grita entre los espasmos del parto. Se trata de una Mujer, a la vez gloriosa y sufriente, alcanzada por el dolor fruto del pecado y la acción del demonio en el mundo. Pero su dolor no es de muerte sino de alumbramiento. En él se haya la promesa de una nueva vida, la Vida con mayúscula que Cristo nos alcanzó con su muerte de cruz. Esta imagen decía el P. Kentenich, ilustra la misión que Dios ha dado a María en las luchas espirituales que tienen lugar en nuestro tiempo. Y con María esta toda mujer que la refleje y que como ella está al pie de la cruz o llora ante la tumba vacía del sinsentido aparente de todas las muertes de inocentes.

¡Qué gran ingenuidad la de estas mujeres de hoy! creyendo que nuestra vida va a ser más feliz no mirando a María alcanzada por la espada de dolor, no queriendo ser tocadas por el sufrimiento, que por otra parte es inherente a toda vida humana. Carecen de la sabiduría de Dios para comprender que no puede haber mayor plenitud para nosotras y que por tanto no podemos alcanzar una felicidad mayor, que cuando somos llamadas a colaborar con Jesús para devolver los hombres y este mundo a Dios y que ello pasa necesariamente en esta vida, por nuestro "si" amoroso al dolor.

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