Nos enciende y nos remece
Al igual que San Vicente Pallotti, el padre Kentenich fue un visionario en cuanto a la participación de los laicos y la mujer en la Iglesia. Con su inigualable pluma, el padre Joaquín Alliende nos cuenta como esta visión sigue vigente en un nuevo Penteconstés.
Martes 16 de septiembre de 2014 | P. Joaquín Alliende"Mi eclesiología es la del Vaticano II: una eclesiología del Espíritu Santo", manifestó más de una vez José Kentenich, al volver del exilio. Tal visión de la Iglesia tiene su fuente en san Vicente Pallotti, quien fue profético acerca de la misión del laico y de la mujer.
Nuestro san Vicente encargó a un artista romano pintar la escena misma de Pentecostés. Cuando recibió el lienzo, hizo algo raro en él, no lo aceptó. Exigió modificarlo. Dijo: "Faltan las santas mujeres, tal como aparece en los Hechos de los Apóstoles 1 14". En la pintura definitiva, en el centro mismo de la composición, ellas rodean a la Madre de la Iglesia. En un arco más amplio, los Apóstoles cierran el círculo de la imagen. Ambos grupos conforman el Cenáculo auténtico, y se complementan.
La intención de san Vicente era teológica y no meramente pictórica. Significó abrir un horizonte de siglos. Anuncia una época nueva en su fase inicial. María y sus hijas-hermanas tienen en común ser laicos. Nunca recibieron el sacerdocio ministerial (obispo, presbítero, diácono). Por este vuelco copernicano Pío XI llamó a san Vicente Pallotti, "precursor" del apostolado laical... Y... son mujeres las que el Libro de los Hechos destaca en el relato del nacimiento de la Iglesia, al descender el Espíritu Santo sobre los Doce, con María. Todos eran la Iglesia, juntos "persistían unánimes en la oración" (1 14).
Pareciera que nuestro Schoenstatt pentecostal de cien años precisa de una irrupción secular de fuego del Espíritu, que nos encienda en la audacia de un nuevo envío. También nos urge ser remecidos por un vigoroso viento que purifique nuestro árbol, para que caigan las hojas secas y los frutos putrefactos de un tiempo que ya pasó (Así escuché al fundador interpretar las palabras "como el viento", justo en la tarde de Pentecostés de 1951, en el Santuario Cenáculo de Bellavista. Afuera hacía frío, la Cordillera de los Andes cargaba espléndida nieve. Nuestro padre partió al exilio un par de semanas después, en la fiesta del Sagrado Corazón).