Notas sobre la actual situación eclesial
El padre Sidney Fones hace un detallado y preciso análisis sobre lo que está ocurriendo hoy en la Iglesia chilena, especialmente lo que deviene del caso Karadima y las decisiones tomadas por el Cardenal Errázuriz al respecto.
Jueves 8 de octubre de 2015 | P. Sidney FonesQuisiera compartir con Uds. lo que conozco y he pensado de la confusión y descalificación eclesial que vivimos en particular en Santiago como secuelas del "caso Karadima" y que, por supuesto, ha tenido eco en todo el ambiente social chileno más allá de la propia Iglesia. También algunos sectores lo aprovechan para desacreditar afirmaciones de la doctrina de la Iglesia en materias que están hoy en discusión legislativa.
El ambiente de escándalo mencionado ha envuelto directamente a los dos últimos Arzobispos de Santiago, al actual y a su antecesor nuestro hermano en la Alianza, Cardenal Francisco Javier Errázuriz y, de alguna forma, a toda autoridad eclesial. Se trata del escándalo en torno al caso insostenible y degradante de abusos de poder y abusos sexuales de Karadima mientras era párroco de la iglesia del Bosque (Santiago).
Karadima y su actuar fue una preocupación permanente para los últimos Pastores. Él condujo la parroquia del Bosque y el "movimiento" que allí surgió de modo muy personalista y con gran distancia a la inspiración de la Iglesia arquidiocesana de Santiago. Él provocó un fuerte arrastre espiritual en adultos y jóvenes y suscitó muchas vocaciones sacerdotales para Santiago con esta misma característica.
Junto a la molestia pastoral que en sus comienzos provocaba el "círculo de Karadima" no se vislumbraba aún los graves hechos narcisistas de abusos de poder, patológicos y descontrolados, que tenían lugar en este enclaustramiento parroquial. En particular, personas muy vulnerables, adultos cegados por el espiritualismo que los tranquilizaba, y jóvenes, muchos de ellos menores, con necesidades de dependencias inmaduras, que se sentían aliviados al someterse al manejo de otro, crearon un círculo hermético de autoprotección, en el que por mucho tiempo nadie se atrevía a expresar y menos a delatar lo que ocurría allí y que sólo mucho después se hizo evidente. Este círculo más estrecho y cerrado consideraba a Karadima santo y sabio.
Al Arzobispo Francisco Javier Errázuriz, muchos años después de que esto comenzara, le llegó una primera noticia en forma indirecta, de algo que por primera vez le permitiría sospechar lo que efectivamente ocurría en esta línea (2003). A partir de entonces inició una verificación de lo que había escuchado. Luego (en 2005) hubo denuncias de familiares de una de las víctimas. Poco después dejó el procedimiento en suspenso. No había ni pruebas ni testigos. Las afirmaciones de culpabilidad e inocencia se contradecían. Era difícil imaginar que personas mayores hubieran sido abusadas, por largos años, sin denunciarlas. En el 2009, otra víctima hizo una denuncia formal en el Arzobispado de Santiago. En este momento se nombró un nuevo promotor de justicia. Una cuarta denuncia se registró (2010) de parte de una víctima aún menor de edad en el momento de los hechos. Ocurrido esto y conforme a una decisión del Sto. Padre Benedicto XVI sobre la competencia sobre casos de abusos de menores se pasó todo el "asunto Karadima" al Vaticano.
Paralelamente se hacían tres procesos civiles de Karadima, que luego la última jueza sobreseyó por prescripción de tiempo.
El proceso canónico continuó en Roma con la información recogida en Chile y acá se tomaron las medidas cautelares que se exigen en estos casos. El mismo Arzobispo Francisco Javier Errázuriz solicitó a la Santa Sede que se levantara la prescripción por los años ya pasados debido a la gravedad del asunto.
La resolución clara y tajante de la S. Sede llegó en el momento en que el Arzobispo Errázuriz traspasaba el gobierno de la arquidiócesis a su sucesor, el Arzobispo R. Ezzati (2011).
Cuando se hizo público el grave escándalo causado por la conducta criminal de Karadima en contra al menos de las víctimas (entre ellos Murillo, Hamilton, Cruz, Battle), aún algunos adherentes de su círculo más estrecho no daban crédito al resultado de la investigación. La Santa Sede rechazó el recurso contra la sentencia condenatoria de Karadima.
Tres víctimas de Karadima, se expusieron a hacer públicos sus nombres (otros han preferido no hacerlo) y revelaron haber sido violadas sexualmente por él. La difícil decisión y gran valor de haberlo hecho público es proporcional al dolor que cada uno deberá llevar de esto por toda su vida. Este dolor también es compartido a nivel eclesial y se ha pedido perdón de la Iglesia en reiteradas ocasiones por lo ocurrido. Pero nunca este petición de perdón podrá reparar el dolor inmenso, tanto el daño personal como social causado en las víctimas, como tampoco se podrá restaurar fácilmente la caída de la confiabilidad en la opinión pública respecto a la Iglesia que esto produjo.
De esta forma, la inmensa e irreparable herida que Karadima ha provocado en sus víctimas se mantendrá inevitablemente viva. Acompaña a este dolor la natural búsqueda y exigencias de todo tipo de reparaciones.
En este orden de cosas, la víctimas han demandado recientemente ante el poder judicial al Arzobispado de Santiago por "encubrimiento y demora inoportuna de la denuncia" de los hechos referidos. Por esta "demora" se han querellado ante la Justicia Civil demandando una reparación por $450 millones. El juicio que se lleva a cabo actualmente en lo civil contra la Iglesia de Santiago por "negligencia sistémica" de ella (ignorancia deliberada – omisiones en la prevención – acciones para negar y minimizar los hechos) en el abuso sufrido por estas víctimas en manos de un clérigo, de Karadima.
Para fortalecer socialmente el juicio civil en curso, también se ha impulsado una especie de "juicio mediático" a la Iglesia. Ha estado bien orquestado y alimentado también por fallas claras y reconocidas por ella como los varios y conocidos abusos sexuales de clérigos con menores. Hay que agregar que el ambiente cultural y público de hoy es implacable, y con razón, respecto a las instituciones y sus autoridades (políticas, civiles, profesionales, eclesiales...), su transparencia y conducción en su actuar. Es en este contexto que ocurre esta demanda contra la Iglesia, lo que le da una caja de resonancia inesperadamente grande y negativa hacia ella.
Es en este ambiente que aparece el famoso intercambio de los dos breves correos electrónicos entre los Cardenales en Santiago. Intercambios semejantes ocurren miles de veces al día cada vez que en cualquier actividad se conversa sobre posibles nombramientos de personas para una tarea. Pertenece a la legitimidad de gobierno requerir opiniones de confianza para asegurarse una buena decisión. Se podrán usar palabras más fuertes o más claras, más grotescas o más delicadas... uno puede aún equivocarse al decirlas, pero no le resta legitimidad al intercambiar responsablemente razones para el sí o para el no que se está solicitando, o se espera recibir para una decisión fundada.
La amplificación de los mismos ha sido exponencial gracias a lo anterior. Hoy nadie se preocupa más de la violación a derechos constitucionales que protegen la privacidad y que fueron vulnerados para conseguir esta información privada. Solo se recuerdan las palabras usadas y nada de la violencia a los derechos de las personas. Lo que resulta importante es lograr que en muchos se alimente el juicio mediático contra la Iglesia, entre católicos (también schoenstattianos) y no católicos. En la valoración de esto, nos falla un mínimo de sentido de comprensión y solidaridad con los derechos de otros. Si a Ud. le grabaran alguna de sus conversaciones dentro de su propia casa y apareciera en la prensa al día siguiente "¿qué diría Ud. y que dirían de Ud.?" Ud. diría: "me hackearon"; sobre Ud. dirán "qué juicios tan negativos"...
Después de este breve resumen de los hechos quisiera invitarlos a la meditación y sentir en ellos un llamado de la Providencia para buscar en el querer de Dios, en medio de una cultura agresiva, que tolera abusos en muchos ámbitos, y que nos pide forjar vínculos serios y constructivos, que reflejen el amor de Cristo y de María, y que nos pide ser instrumentos de paz. Es así mismo un llamado de Dios para crecer en el amor a la Iglesia y ahondar en el misterio de Cristo. Invitación para que en el Año de la Misericordia también miremos más como Jesús con ojos misericordiosos que unen amor y verdad. Sin duda que Dios quiere hacer pasar a su Iglesia por este sufrimiento purificador para impulsar una profunda renovación personal y eclesial. ¿Qué podemos aportar cada uno?
Ojalá que sirva como aporte que ayude a serenar el ambiente también dentro de Schoenstatt. Si no sirve para eso rompa estas notas y tírelas al tacho...
Fotografía: Radio Universidad de Chile.
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Santiago
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Dos errores que no permiten cumplir con su responsabilidad. EL primero es informarse por medios de publicidad que están ávidos de señalar crímenes en la Iglesia.(Si alguien tiene como única información el Evangelio de Santo Clinic es muy probable que no construya Iglesia).
El otro es meter la basura debajo de la alfombra. Debe aquí el laico conocer de las acciones de su Iglesia por sacar la basura.
Agradecemos al Padre Sidney que nos amplia el panorama para conocer de las acciones del Cardenal Fco. Javier antes de culparlo de complicidad, calumnia o desidia. Puede haber molestado a alguien por la demora en el caso Karadima, pero, otra cosa es con guitarra y la prudencia del Pastor no corre con la misma velocidad que la noticia mediatica.
Los antecedentes que aduce el P. Sidney debe mover a buscar la verdad en debido pr
Orlando Michaud Ch
Santiago
Creo que no aclara profundiza el pensar equivocado, que debemos hacer una defenza corporativa del actuar del cardenal.
Mientras se demoraba una verdadera respuesta a las victimas (2003 al 2010), Karadima seguía en su misma parroquia haciendo y desaciendo, porque se prefería escuchar a los cercanos, que a las victimas.
Creo que años de esepra constituyen mucha negligencia....Esos años significan dolor y profundizar el daño sin reparar.
Asuma la Iglesia de una vez el error y no sigamos defendéndonos.
Peor si claramente para nuesta jerarquia las victimas son "serpientes", por exigir sus derechos a reparo, que si no lo fue penalmente lo sea civilmente.
Esto no es un problema de los medios, es un problema desde el corazón de nuestras autoridades eclesiasticas que no quiere reconocer el daño.
Rosario Zamora
Chile
Los errores cometidos se siguen agravando cada día, no me parece decir que es un problema "mediático".
Si una persona recibe una denuncia de tan grave magnitud y constitutiva de delito, no puede preguntar solo a su "círculo más cercano" si es cierto o no. La negligencia se agrava si siguen las denuncias y no hay una investigación criminal al hecho.
Creo que solo gracias a la exposición mediática de este caso los denunciantes pudieron ser realmente escuchados por l iglesia, antes solo se les ignoró, ya que a pesar de lo que pudiera hacer el cardenal, en los hechos Karadima seguía intocable en su parroquia y protegido por la jerarquía.
NADIE de la iglesia protegió a las víctimas, solo se limitaron a humillarlas y culparlas, protegieron al delincuente. Esto se agrava con los dichos posteriores que salen a la luz, tratando de "serpiente" a una persona. Esto solo viene a confirmar la postura .
Si eso no es negligencia grave e incumplimiento de sus deberes,
Juan Enririque Coeymans Avaria
Chile
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