Novena de Preparación al 31 de Mayo día 9

DIA NOVENO Y FINAL  JUEVES 30 DE  MAYO      

| Juan Enrique Coeymans A. Juan Enrique Coeymans A.

Oración Inicial

Padre Dios, (espiritualmente) desde  nuestro Santuario, te pedimos que envíes tu Espíritu a nuestra alma. Ese es el regalo que no puedes  negarnos jamás.

Y en el Espíritu Santo, te bendecimos y alabamos, porque tu Hijo Jesús nos ha hecho hijos tuyos y, con él, coherederos del reino.

Como a  él, nos diste  a  María por Madre, para que nos educara  a fin  de ser,  algún día, rostro  e imagen de  Cristo para las demás personas.

Prepara  nuestro corazón durante estos días previos a la celebración del Tercer Hito de la historia de Schoenstatt, para renovar en lo profundo nuestra alianza   de Amor con María, con nuestro padre fundador y con todos nuestros hermanos de  Schoenstatt.

La Alianza nos impulse, en la fuerza de la misión del 31  de Mayo,  a  luchar en la vida  diaria con constancia, sencillez y filialidad, por una santidad cotidiana y silenciosa, y renueve en nuestro corazón el deseo de  acompañar  a nuestro fundador  en la tarea de  construir un mundo donde se ame, se piense y se viva orgánicamente.

Te lo pedimos con María, nuestra Madre, Reina y Educadora, en nombre de  Jesús que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Texto de la Plática del 31  de  Mayo

La Santísima Virgen nos ha regalado el uno al otro. Queremos permanecer recíprocamente fieles: el uno en el otro, con el otro, para el otro, en el corazón de Dios.  Si no nos reencontrásemos allí, sería algo terrible.  Allí debemos volver a encontrarnos.  No deben pensar: vamos hacia Dios, por eso debemos separarnos.  Yo no quiero ser simplemente un señalizador en la ruta.  ¡No! Vamos el uno con el otro.  Y esto por toda la eternidad.  Cuán errado sería ser sólo señalizador en el camino.  Estamos el uno junto al otro para encendernos mutuamente.  Nos pertenecemos el uno al otro ahora y en la eternidad;  también en la eternidad estaremos el uno en el otro.  ¡Es éste el eterno habitar del uno en el otro propio del amor!  Y entonces, permaneciendo el uno en el otro y con el otro, contemplaremos a nuestra querida Madre y a la Santísima Trinidad.

 

Meditación

De la parte conocida de la Plática del 31 de Mayo,  este es el trozo final. No sabemos si ese fue el final de la plática, pero como final es grandioso.

Aparece en toda  su fuerza la importancia decisiva del amor humano. La importancia de  todo lo creado como camino hacia  Dios y lugar de su encuentro. Ahí está la  raíz de nuestra espiritualidad  salesiana (de San Francisco  de Sales).

Hay un  “mundo” y un “mundo”… El mundo, lugar de encuentro con Dios, con los hermanos, y donde podemos crecer en el amor  a los demás para saborear  algún  día a Dios que es puro amor; y el mundo como lugar del desamor, del  amor solamente  a uno mismo,  como lugar de  egoísmo y, por eso, de incapacidad para  comprender a  Dios y camino seguro  al infierno.

Para nuestro padre,  el cielo será comunión con Dios y los hermanos, y lo que Dios unió en la tierra no lo separará el hombre. Nuestro cielo será con todos los que amamos;  iremos juntos  hacia el encuentro con Dios Uno y Trino, y seguiremos amándonos para siempre; porque los hombres no somos  cosas, no somos peldaños; somos hijos del Dios vivo destinados a vivir para siempre con la Santísima Trinidad,  amándonos en un torbellino de amor que  no podemos ni siquiera  soñar.

Pareciera que Dios, nuestro Padre, nos dijera por boca de  nuestro fundador:

“Ustedes, mis hijos, se complican  tanto con todo. Separan todo; disgregan todo y ponen antagonismos  donde sólo hay unidad  e integración. Todo lo creado  surgió de  mi amor y sabiduría, no de la nada… Todo viene  de mí.  Ustedes,  a quienes hice libres, manchan, mal usan,  desusan  y abusan de todo, de las cosas y de sus hermanos. Pero yo los  creé en una inmensa y armoniosa unidad, llena de amor,   llena de respeto, llena de admiración.

El amor  es la gran fuerza unitiva. Juan el Apóstol dice que Dios es amor. Y él dijo bien, el más querido de los discípulos de mi Hijo Jesús. Entrar en la dinámica del  amor es entrar en la dinámica de mi vida trinitaria. Por eso, el amor no pasa, como dice  Pablo. Cada uno de ustedes, cuando entre  en nuestra vida, entrará  a  amar con una hondura inimaginable, y la unidad que el amor provocó en la tierra, se  perpetuará en el cielo para  siempre.

La cruzada del 31 de   Mayo es para  salvar y hacer vida esta visión y vivencia integradora del amor. Hijos queridos, el 31  de Mayo los envía a cada uno de ustedes,  a amar sin miedo,  a amar con el amor de mi Hijo y su Madre queridísima, mi hija María, por quien siento  una ternura  infinita como ustedes no podrían comprender. Cuando ustedes amen como  Jesús y María,  amarán con pureza, con fidelidad,  con  generosidad;  amarán como yo los amo a ustedes. El cristianismo del siglo XXI es el cristianismo que pone por encima de todo el amor. Esa es la misión el 31  de Mayo…”

 

Oración final

Padre, te damos gracias por tu amor. Te damos gracias porque, en tu Hijo Jesucristo, nos revelaste que eras Amor. Te  alabamos, porque nos revelaste que tu vida  trinitaria es amor  infinito y nosotros  algún día entraremos en  esa vida con todos nuestros amores.

Al finalizar estos nueve días, preparando la celebración del tercer Hito de la historia de   Schoenstatt, queremos pedirte la gracia de ser fieles  a la Misión que nuestro fundador nos encomendara hace 64 años: trabajar   por nuestra santidad de la vida  diaria, en espíritu de Inscriptio, para la construcción de un mundo orgánico.

Padre  Santo, regálanos la gracia de asumir todos los hitos  de la historia  de nuestra Familia de Schoenstatt, porque unos  a otros se encadenan y son maduraciones de un único llamado que se  va  desplegando en el tiempo. Por eso, danos la gracia de volver  a enamorarnos  del tercer hito: el 31 de Mayo.

Con humildad  te decimos: cuenta con nosotros; que una santidad  silenciosa y cotidiana, nos lleve,   día a día, de la mano de María, a tu corazón.

Te lo pedimos con María en nombre de Jesús, nuestro Hermano y Salvador, que contigo vive y reina resucitado y glorioso en la unidad  del Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

 

 Amén.

 

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