P. Alexandre Awi, Secretario general Congregación para los laicos
El P. Alexandre Awi, sacerdote brasileño, miembro de la Fraternidad de Padres de Schoenstatt, fue nombrado como secretario general de la nueva congregación para los laicos en Roma (Laicos, Familia, Vida).
Jueves 1 de junio de 2017El superior de los Padres de Schoenstatt, padre Juan Pablo Catoggio, se refierió a este este nombramiento con las siguientes palabras:
El Papa Francisco ha designado al P. Alexandre Awi Mello (Brasil) como Secretario del nuevo Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. Un cargo de gran responsabilidad- es el segundo después del Cardenal Kevin Joseph Farrell (Irlanda) – y en un área de particular interés para nosotros, donde Schoenstatt se siente llamado a dar un aporte significativo.
No es mera casualidad que el anuncio se haga este día, cuando en muchos países celebramos el fin del mes de María y la fiesta de la Visitación, de la Virgen Misionera, y día para nosotros del tercer hito de nuestra historia, día de la misión para la Iglesia.
Más allá de nuestros planes y estrategias y a pesar de todas nuestras limitaciones, la Providencia nos impulsa como Sion y como Schoenstatt en salida.
Quisiera felicitar a nuestro hermano el P. Alexandre por este nombramiento y por su servicio comprometido y cualificado a lo largo de estos años, que lo ha llevado a esta nueva responsabilidad.
Agradecemos al Santo Padre por este gesto de confianza y por este reconocimiento al P. Alexandre, que con razón sentimos en parte como un reconocimiento del carisma del P. Kentenich.
Conferencia del Padre Awi
Adjuntamos además, un texto con la conferencia que dio el P. Alexandre en el 2010, con ocasión del cierre del Congreso Internacional de Liderazgo schoenstatiano que se realizó en Bellavista. Al leerlo podemos constatar las razones por las cuales fue escogido para la tarea que el Papa Francisco le ha asignado en el Vaticano.
Grandes Desafíos de Schoenstatt en Latinoamérica
Ponencia P. Alexandre Awi (Brasil) – Congreso de Liderazgo schoenstatiano
Bellavista, Santiago – 01/11/2010
I. PRIMERA PARTE
(1) Sabemos que la realidad de Schoenstatt en América Latina es muy diversa. Por esto, la primera dificultad de la presente exposición es pretender afirmar algo que sea válido para el Movimiento de Schoenstatt en todo nuestro continente. Reconozco que mi experiencia es muy limitada: viví algunos años en Chile y Argentina, visité el Paraguay algunas veces y trabajo en Brasil, donde también experimentamos realidades muy distintas al interior del país. Todo “punto de vista es la vista desde un punto”, se suele decir en Brasil. Por lo tanto, todo lo que yo pueda decir, debe pasar por el filtro de la experiencia que cada uno tiene de Schoenstatt en su propio país.
Por otro lado, debo reconocer también que, lo que voy a decir se distancia mucho de lo que yo había preparado para este congreso, pues creo que esta última ponencia, al final de tanta riqueza de vida y opiniones, más que abrir nuevos horizontes debe tratar de ayudarnos a sintetizar, a ver el bosque nuevamente, sin que nos perdamos en los árboles.
Entiendo la tarea de esta exposición – según lo que me pidió el P. Rafael Fernandez – como un abrir horizontes en forma realista y audaz, partiendo de lo que tenemos y de la urgencia del mensaje que quiso y quiere entregar Schoenstatt a la Iglesia y a la construcción de una nueva cultura. Mostrando tareas en que debieran aunarse las fuerzas en virtud de una mayor eficacia apostólica.
Además, por ser la última de todas las ponencias, no es mi intención decir algo nuevo… sino al revés, quisiera colaborar para una cierta síntesis. No voy a acrecentar más textos del Padre – como yo había previsto antes – ni traer nuevas preguntas, sino tratar de aunarlas, lo que es igualmente difícil. Quizás estamos agobiados ya con tanta riqueza, con tantos ejemplos de proyectos bien logrados y tantos desafíos planteados. También yo tengo los sentimientos encontrados que nuestro moderador tenía ya en la primera noche del congreso: alegría y orgullo por todo lo que hay por el Schoenstatt Vivo que hemos experimentado, y a la vez la preocupación y apremio por todo lo que aún debemos realizar.
(2) El sueño del Padre, su amplia visión de profeta (“A la sombra del santuario…”) puede frustrar a muchos, pues nos damos cuenta de lo lejos que estamos de la plena realización de nuestra misión. Ej.: algunos padres de la primera generación de los Padres de Schoenstatt comentan que aún no han visto realizado el gran ideal profético por el que han dejado todo y entregado sus vidas… y probablemente se van a morir sin verlo…
En todo caso prefiero la postura optimista de Felipe Kast y estoy convencido de que es nuestras fortalezas superan en mucho nuestras debilidades, y vale la pena seguir corriendo el riesgo de aprovechar las oportunidades que la Divina Providencia nos ofrece y que hemos auscultado.
La profecía del Padre sigue vigente. El ideal y la misión no han disminuido ni cedido ante la “dura realidad” de los hechos… Schoenstatt no es solamente un movimiento de piedad y de auto-santificación, sino de transformación social, que debe actuar y, de hecho, ya está actuando tanto en las bases como en los centros de decisión social y eclesial. No ha hecho todo lo que quisiéramos, pero ha logrado más de lo que muchos creían.
- Puntos de partida: dos voces irrenunciables
(3) Para ayudar en la síntesis que debo hacer, quisiera evocar a dos “voces de Dios” – entre las muchas que hemos escuchado en estos días – que me parecen objetivamente irrenunciables. Cuando hoy se trata de auscultar las voces de Dios en el Schoenstatt latinoamericano es imposible no referirse a la V Conferencia del CELAM en Aparecida, en mayo del 2007. Dios ha hablado proféticamente a la Iglesia en nuestro continente y nos ha invitado a ser discípulos y misioneros de Jesús. Sabemos de la importancia que tuvieron algunos schoenstatianos en la gestación de esta Conferencia, en especial el Card. Francisco Javier Errázurriz y el P. Sidney Fones. En el desarrollo de Aparecida contamos también con la presencia de los Jensen, único matrimonio convocado por el Papa para participar de la Conferencia. El aporte de todos ellos en algunas partes concretas del documento final es muy clara. Y más allá de esto, la orientación dejada por Aparecida debe marcar también nuestros pasos como Schoenstatt latino-americano.
La “Misión Continental” a la que somos convocados, debe reforzar aún más la fuerte “consciencia de misión”, que es parte carismática de nuestra espiritualidad. El 31 de Mayo del 49 quiso dejar a la Familia de Schoenstatt “en permanente estado de misión”. De esa actitud ha brotado toda la vida que hemos experimentado en las exposiciones del congreso, y la Iglesia sigue pidiendo que contribuyamos a la misión continental a través de nuestra conciencia y acción misionera.
(4) Otra voz importante, que debe ser escuchada, ahora desde adentro de la propia Familia de Schoenstatt es el Mensaje 2014, dejado por la jornada de planificación en febrero del 2009 (conocida como Conferencia 2014), que fue un verdadero Cenáculo de la Familia del Padre. Somos invitados a volver a la fuente de la Alianza de Amor con María, que dio origen y da sentido a nuestra Familia, para desde ahí, fundar Schoenstatt nuevamente, como el Padre quería para cada generación:
(5) “¿Qué será de Schoenstatt si las generaciones futuras no están poseídas y penetradas por el mismo espíritu que nosotros? ¿No debiera permanecer, por todos los tiempos en nuestra Familia, la ley: cada generación debe conquistar nuevamente Schoenstatt para sí?” (P. José Kentenich, 11/8/1935, para sus 25 años de Ordenación Sacerdotal) Esto nos toca a nuestra generación, la generación del segundo siglo, del centenario de Schoenstatt.
El Centenario de la Alianza no es un “mirar hacia atrás”, con olor a “naftalina”, sino una mirada profética y decidida hacia los próximos 100 años para que la “cultura de alianza”, que se gesta a partir de Schoenstatt, lleve a la plenitud aquello que germinalmente estuvo presente en el primer siglo de nuestra historia.
(6) Yo tuve la gracia de estar presente en ambos acontecimientos – Aparecida y la Conferencia 2014, como algunos que están aquí – y soy testigo de que fueron fuertes momentos de la irrupción de Dios en nuestra historia. Dios nos habló claramente en ellos y nos pide una respuesta en este momento de la historia. No sé cuánto conocemos estos dos textos ni cuánto hemos sido contagiados por estos impulsos de vida. Ojalá lo tengamos muy presentes en nuestras reflexiones, pues no tenerlos en cuenta es tapar los oídos al Dios de la Vida y pifiar respecto a Su voluntad. Ellos nos dan un cierto “marco general” para los próximos años de Schoenstatt en Latinoamérica. De ellos ha brotado y sigue brotando mucha vida, y ésta es la vida que queremos recoger para llevar a la plenitud.
- Desafío de la unidad
(7) Puedo atestiguar que ambos acontecimientos estuvieron marcados por el carisma de la “unidad”. La Iglesia de América Latina y el Caribe, tan diversa en sus múltiples corrientes – lo que casi impidió que se llegara a un documento final en 1992 (en la Conferencia anterior, en Santo Domingo) – dio, en su V Conferencia un sorprendente testimonio de unidad en la diversidad y produjo un texto y un impulso de vida que alegraron e motivaron a todos (ej.: tema de los movimientos y de las CEBs).
También la Conferencia 2014 fue un verdadero Cenáculo que unió a la Familia del Padre en torno a él, dando testimonio de la unidad de un mismo carisma a pesar de la diversidad de culturas, lenguas y naciones. Fue hermoso experimentar como, por primera vez en la historia, representantes de la Familia de Schoenstatt de todo el mundo se reunieron para hablar del presente y el futuro de Schoenstatt, y demostraron tal sintonía y unidad – a pesar de las muchas diferencias – que sólo el Espíritu podría gestar. Y esto se dio porque nos sentimos unidos en el corazón del Padre, en la fuerza de la Alianza.
Por lo mismo, mi primera observación hacia el futuro es la siguiente: la unidad es uno de los grandes desafíos de Schoenstatt. Primero, que lo que se haga, se haga en unidad. El Schoenstatt del futuro o será unido o no será! Sólo juntos podremos representar al Padre: “Wir sind Vater”, como dijo el P. Heinrich Walter, al final de la Conferencia 2014.
(8) Esto es lo proprio de un carisma federativo y típico de una “cultura de alianza”. Antes de buscar el “qué” hacer, importa tener claro el “cómo”. O construimos los próximos 100 años como Familia, en unidad, o podemos “cerrar el boliche”, como dirían los argentinos. Hasta ahora la federatividad en Schoenstatt se ha entendido mucho más como “autonomía de comunidades” que como “coordinación de fuerzas”, “colaboración entre aliados”. Ambos aspectos son necesarios, pero el acento del segundo siglo de la historia debe estar en el trabajar como familia, en unidad.
Desgraciadamente aún se perciben “tensiones destructoras” entre algunas Comunidades de la Familia, que en algunos momentos han “paralizado” el movimiento. Fáltanos coordinación de nuestras propias fuerzas a fin de aplicarlas en fines estratégicos. Nos coordinamos, en gran parte, para celebrar acontecimientos, eventos, jubileos, pero no tanto para emprender tareas apostólicas urgentes. Pareciera que – diría el P. Rafael Fernandez – el “apostolado universal”, tal como se entiende a menudo, lleva a una dispersión universal y pérdida de efectividad apostólica.
El Padre soñó Schoenstatt federativo para que fuera modelo para la Iglesia. Nuestra experiencia de unidad en la diversidad debiera ser caso preclaro para la Iglesia. En esto aún tenemos mucho que crecer, y hay otros movimientos que lo hacen mejor que nosotros. Pero hemos tenido también iniciativas en este sentido (vimos acá varios ejemplos, o por ej: oración por el Bicentenario en Chile). ¿Cuán conscientes estamos de nuestro rol de coordinación de las fuerzas apostólicas de la Iglesia, como soñó el Padre a través de la Confederación Apostólica Universal (CAU)? Nuestra “cultura de alianza” pasa por ahí: crear lazos de unidad al interior de la Iglesia. En esta línea va también nuestro aporte al ecumenismo, tan importante en la Iglesia y tan poco presente en Schoenstatt (ecumenismo “hacia fuera”, pero también “hacia dentro” de la Iglesia Católica).
La Iglesia vive un gran desafío de unidad, de coordinación del apostolado, de valorización de los distintos carismas. Hoy más que nunca vale que ninguna comunidad por si misma puede responder válidamente a los desafíos que debe enfrentar la Iglesia. Trabajar unidos le da credibilidad a la Iglesia. Y Schoenstatt tiene mucho que aportar en esto. Si no hacemos, es porque el tercer fin de Schoenstatt está bastante olvidado y postergado en la Familia. Quizás el rescate de Pallotti puede tornar más vivo en la Familia esta misión asumida por el Padre en 1916. Con eso he abordado el primer desafío de Schoenstatt en Latinoamérica.
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