¿Cómo será esto pues no conozco varón?

Reflexiones para el Mes de María - Día 4 Mes de María - 11 Noviembre

¿Quién aprecia hoy la virginidad? Cuando hablamos de María, la Madre de Jesús, generalmente la llamamos "la Virgen María", o simplemente "la Virgen". Sin embargo, ¡qué extraño resulta hablar hoy de María como "la Virgen"!

| P. Rafael Fernández P. Rafael Fernández

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Oración Inicial

¿COMO SERÁ ESTO PUES NO CONOZCO VARÓN?

Texto: Mateo 19, 1-12

Cuando hablamos de María, la Madre de Jesús, generalmente la llamamos "la Virgen María", o simplemente "la Virgen". Sin embargo, ¡qué extraño resulta hablar hoy de María como "la Virgen"! ¿Quién aprecia hoy la virginidad? Se ve en ella una mutilación de la realización personal; se piensa que solamente es pleno el amor que se expresa y consuma en el sexo. Sin embargo, pareciera que los evangelistas se esforzaron por destacar el hecho de la virginidad de María.

Nos relata san Lucas: "Fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María". (Lc 1, 26-27). Y san Mateo concluye el relato del nacimiento de Cristo diciendo: "Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: 'Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán por nombre Emmanuel". (Mt 1, 18 ss.)

A la luz del misterio de María, se nos abre un amplio horizonte para descubrir el sentido de la virginidad. Para María la virginidad nunca fue expresión de mutilación o deformación. Para ella, ser virgen no era algo negativo, no era una carencia sino plenitud de su personalidad en el amor, pertenencia total al tú divino, a Cristo, y disponibilidad total para su obra; entrega, en un amor amplio, universal y generoso, a los hombres. Ningún rasgo hay en María que pudiese indicar menoscabo de su personalidad. Al contrario, la Virgen María es precisamente el símbolo de la personalidad libre, dueña de sí misma, que escucha y sabe decidir. Su virginidad irradia alegría: ella lleva en su corazón el cántico del Magnificat; es la Virgen que parte presurosa, impulsada por el amor, a través de la montaña para servir.

Ella es la Virgen que, mostrando una delicada preocupación por los hombres, dice en Caná al Señor: "no tienen vino". En ella se realizan en forma perfecta las palabras de Cristo a sus discípulos: "No todos entienden este lenguaje sino solamente aquellos a quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el reino de los cielos. El que pueda entender, que entienda". (Mt 19,10 ss.)

La virginidad de María es la virginidad liberadora y humanizante propia de aquellos que eligieron ese camino "por el reino de los cielos". Ella abre audazmente una senda que luego recorrerán millares a lo largo de los siglos.

Existe, además, otra proyección de la virginidad de María que adquiere especial relevancia: su fecundidad le viene de Dios. Ella concibe por obra del Espíritu de Dios, del Espíritu Santo. Esto pone de manifiesto un hecho capital en la historia de la salvación: es Dios quien salva, quien redime y quien toma la iniciativa. El hombre, como creatura, está llamado a acoger, a aceptar y a asociarse a la accion liberadora del Señor. ¡Cuánto tiene que decirnos esta dimensión de la virginidad de María en un momento en que todo aboga por un humanismo que prescinde de Dios teórica y prácticamente, que proyecta y edifica contando sólo con la fuerza del hombre y que descarta en la vida la intervención de Dios! María es señal de protesta y, a la vez,m señal de luz. De protesta contra el pansexualismo y contra el temporalismo.

Ella, reinante, abre las ventanas de nuestro corazón al Dios que merece ser amado como un tú real, como el tú más real y definitivo. Ella nos dice, con su vida, que su entrega indivisa a Dios no es encierro egoísta en sí misma sino , por el contrario, un inagotable darse a los hombres, una lucha comprometida por el reino de Cristo aquí en la tierra, un estar, en último término, junto a la cruz, compartiendo el sacrificio redentor de Cristo que nos rescata de la esclavitud del pecado.

Su virginidad es un llamado a abrirnos, con una actitud de pobreza espiritual, como los niños, a la palabra y a la acción de Dios en nuestra vida y en el mundo.

P. Rafael Fernández

Oración Final del Mes

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