Sanar

Un pensamiento me ha estado rondando estos días: ¡qué rico es que mis niñitas estén sanas! No es que hayan estado muy enfermas ni mucho menos, pero al final siempre hay algo. Una tos, congestión, una herida, inapetencia. Algo que hace que uno diga ‘mejor no sacarlas de la casa’, ‘no nos juntemos porque se van a contagiar’, ‘que no coma eso’, ‘tómate el remedio’. Y nuestro día a día se ve condicionado por este algo que hace que no podamos funcionar con total normalidad. El sentimiento de tranquilidad que como mamá he tenido durante estos días de ‘salud’, me ha recordado otras instancias de mi vida en que he experimentado esa paz, esa falta de temor y esa libertad al mismo tiempo. Momentos en que se abrieron heridas, o momentos en que se buscaban respuestas, y que desembocaron en crecimiento y gratitud. Así es que me puse a pensar en el alma, mi alma, que muchas veces está un poco enferma, que tiene una molestia...

| Valentina Jensen Escudero (Chile) Valentina Jensen Escudero (Chile)

Un pensamiento me ha estado rondando estos días: ¡qué rico es que mis niñitas estén sanas! No es que hayan estado muy enfermas ni mucho menos, pero al final siempre hay algo. Una tos, congestión, una herida, inapetencia. Algo que hace que uno diga ‘mejor no sacarlas de la casa’, ‘no nos juntemos porque se van a contagiar’, ‘que no coma eso’, ‘tómate el remedio’. Y nuestro día a día se ve condicionado por este algo que hace que no podamos funcionar con total normalidad.

El sentimiento de tranquilidad que como mamá he tenido durante estos días de ‘salud’, me ha recordado otras instancias de mi vida en que he experimentado esa paz, esa falta de temor y esa libertad al mismo tiempo. Momentos en que se abrieron heridas, o momentos en que se buscaban respuestas, y que desembocaron en crecimiento y gratitud. Así es que me puse a pensar en el alma, mi alma, que muchas veces está un poco enferma, que tiene una molestia que no se ha curado con nada, el reposo que no he hecho para sanar definitivamente, algún mal enquistado que no me deja salir ni juntarme con otros. Y entonces, mirándolo desde otra perspectiva, pensé en Dios Padre, en cómo debe regocijarse cuando ve que un hijo por fin se pudo levantar. Él siempre estuvo, lo cuidó, procuró darle todo lo que necesitaba, tenerle a mano el agua, el calor, el remedio y el abrazo, pero al final dependió de la constancia y de la voluntad del hijo el curar.

Curar no es fácil. Está siempre la posibilidad de que al creernos muy sanos nos ganemos una recaída. Que olvidemos que estamos, que somos, débiles, y que depender y descansar en el Padre es un seguro. Queda, además, el recuerdo del malestar. De los días en que faltaba el aire, picaba la garganta, dolía la cabeza. De las veces en que, aun queriendo, físicamente no pudiste hacer algo por culpa de esa enfermedad. Curar es un proceso. En el día a día no existen varitas mágicas o cabellos extremadamente largos con propiedades de sanación. Curar también es una decisión. No olvidar que salir sin abrigo en un día de julio es ‘exponerse imprudentemente al riesgo’, como dice mi marido.

Tomar conciencia de ese proceso y agradecer cada día por las pequeñas mejoras es parte del sanar. Acompañar y cuidar a un hijo, una hija, y constatar que un día ya no hay fiebre, al otro ya respira tranquila, y al siguiente vuelve a gritar mientras te sonríe, llena de sentido los momentos difíciles y de plenitud el presente. Y uno puede sonreír junto a Dios.

Valentina Jensen E.

Julio 2011

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