Schoenstatt en medio de la guerra de corazones

La historia de la humanidad se va escribiendo a través de muchos acontecimientos, algunos son felices, otros tristes. Schoenstatt nació en medio de uno de los más tristes, la guerra. Sin embargo siempre estuvo abierta una rendija de fe y esperanza, que luego se transformó en una Alianza de amor que perdura hasta hoy.

Domingo 21 de septiembre de 2014 | Lucía Zamora

La historia de la humanidad se va escribiendo a través de grandes y pequeños acontecimientos; algunos regalan alegrías, otros terribles tristezas, sin embargo son vivencias que no solo escriben la historia de una región, sino que poco a poco van transformando comunidades, familias y personalidades que al paso de los años pueden dar vida, o dejar morir todo aquello que se cruce por su camino.

Existen personalidades, que con su gran amor nos han regalado música, otras poesía, ciencia, risas, algunas más, simplemente regalan una sonrisa, una hermosa mirada y es suficiente. En cambio otras, que no sabiendo encontrar la voluntad de Dios en las dificultades, solo odio pueden ofrecer, odio que trae división y resentimiento, iniciando así una pequeña guerra, ya sea en el hogar, en la escuela o en el trabajo, llegando a convertir estas pequeñas diferencias en tragedias que pueden afectar desde una pequeña familia, hasta una gran comunidad.

Que pena saber que las guerras jamás terminarán. Algunas tristemente inician en el seno de una madre, al traer al mundo un hijo no deseado y ofrecerle una vida llena de odio y resentimiento, dañándose a sí mismas y dañando a los demás. Pero gracias a Dios no siempre es así, pues tal vez dentro del seno de una mujer se encuentre un bebé no deseado, y algo en el corazón de esta madre le dice que debe continuar el embarazo, y al nacer la criatura, remueve todos los sentimientos más nobles que un ser humano puede albergar en su corazón, y esto solo sucede cuando Dios ha descubierto una pequeña rendija, que deja ver la fe y la esperanza en su corazón para poder entrar y quedarse ahí.

Schoenstatt nació, creció y perduró en la guerra, y a pesar de tantas desavenencias, Dios y María siguen marcando el paso, siguen construyendo y sumando corazones, tal vez porque han encontrado en cada Schoenstattiano esa rendija que deja ver la fe y la esperanza, transformadas en una hermosa Alianza de amor. Una Alianza que ninguna fuerza maligna puede destruir, tal vez habrá momentos de rabia que nos saquen de nuestras casillas, pero finalmente serán duras lecciones de amor, que darán fuerza al corazón para seguir adelante con esta misión que Dios grabo en cada uno de nosotros. Este amor, es el pequeño bebé que nace removiendo nuestros más nobles sentimientos a pesar de las tempestades, sentimientos que nos permiten escuchar la voz de Dios con un corazón agradecido.

Esto es lo que mantiene a un schoenstattiano a seguir de pie ante la suave violencia de la Mater... ¡el amor! no hay de otra...no hay manera de describir eso que va apagando la furia y la tristeza del alma. No podemos palpar la mano de Dios en cada corazón, sin embargo podemos ver cómo va generando vida y transformando personalidades. Y esto ha pasado a través de los años y seguramente seguirá pasando, pues sucedió con el P. Kentenich, con los primeros congregantes y con cada uno de nosotros. ¿En cuántas ocasiones hemos querido tirar la toalla?...¡muchas! pero la Mater no nos suelta...¡confía en nosotros!...como decir que "no" a la Reina del cielo, como debilitarnos ante su mirada llena de amor...¡no se puede! pues a pesar de las tempestades el corazón sigue brillando, la meta sigue siendo la misma...querer ser y hacer hombres nuevos; y así como la mujer embarazada, que alberga en su vientre un pequeño ser que tal vez no lo esperaba, y que al verlo nacer regresa en ella ese amor olvidado, así nuestro corazón al ver a María una y otra vez, nos regresa la fuerza y sabiduría para encontrar a Dios en medio de las dificultades, que más que sufrirlas aprendemos a saborearlas, a vivirlas y a entregarlas con un inmenso amor.

Ahora que Schoenstatt está por cumplir sus primeros 100 años, coronemos a la Mater con un corazón agradecido y lleno de Dios, coronemos a María regalando todo nuestro esfuerzo, nuestras diferencias; hagámosla Reina con ese amor que hay dentro de nosotros y que tal vez no sabemos cómo entregarlo a los demás, con esas palabras que no quisimos decir, con esos pensamientos que no nos dejan vivir en paz, con las debilidades que me recuerdan lo frágil y vulnerable que soy. Coronemos a la Santísima Virgen María, con la alegría de sabernos queridos por Ella a pesar de nuestro débil pero inquebrantable corazón.

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