Schoenstatt para la Iglesia
Tenemos que abrir el santuario a todos los movimientos, parroquias y peregrinos. Nosotros, los schoenstattianos somos los encargados de mantener viva la fuente de gracia, pero ésta es para la Iglesia, para el mundo entero.
Sábado 3 de enero de 2015 | Ita GonzalezDespués de la maravillosa experiencia de haber vivido unos días como de Paraíso, una parte de la frase del PK "Todo para Schoenstatt, Schoenstatt para la Iglesia y la Iglesia para el Dios Uno y Trino" se me muestra como en tres dimensiones: "Schoenstatt para la Iglesia". Nuestra historia (percibida como un regalo; como el lenguaje permanente de Dios hecho vida, hecho carne, hecho decisiones, hecho santidad y también pequeñez) ha sido la evidencia más palpable y real de la verdad ineludible de la Alianza; del Misterio que alberga el Santuario... no encuentro las palabras adecuadas para transmitir esta "experiencia de fe": sí, ahora más que nunca: Creo. Creo en Dios, creo en la historia de la salvación y creo que nuestro padre fundador, Schoenstatt y cada hijo de Schoenstatt, tiene un lugar irrenunciable en ella.
Se nos confió un tesoro, un misterio; no se nos regaló. Nosotros somos sus guardianes, la parte humana -pero también necesaria- de su "fuente de energía", pero es un regalo pensado para todos, para los que más los necesitan; para todo el que quiera ponerse en camino; el que quiera ser santo, es decir, que quiera amar a Dios y al prójimo con toda su alma, con todas sus fuerzas, y con todo su corazón. Tenemos que abrir el santuario a todos los movimientos, parroquias y peregrinos. Nosotros, los schoenstattianos somos los encargados de mantener viva la fuente de gracia, pero ésta es para la Iglesia; para el mundo entero. No para que todos sean schoenstattianos -eso empobrecería la Iglesia-, sino que para que nuestra MTA desde allí los transforme en santos, viviendo más plenamente su propio carisma (tan necesario como el nuestro dentro del Cuerpo Místico) y los envíe como en un nuevo pentecostés al mundo. La MTA quiere educar a TODOS en el Santuario, pero de un modo particular a nosotros, a quienes se nos ha encomendado el especial carisma de forjar una cultura de ALIANZA; de la UNIDAD, o del "encuentro", como la llamó el Papa... y aquí viene la parte del trabajo interno para los hijos de nuestro padre fundador.
¿En qué se traduce esa cultura de alianza, de unidad, de encuentro, en nuestras vidas y en la familia de Schoenstatt hoy? La pregunta da para 100 años de trabajo, de búsqueda de la respuesta a la luz de la fe práctica en la Divina Providencia, pero eso no nos asusta, sino que nos desafía y nos anima en una confiada esperanza: Ella seguirá trabajando y siempre nos continuará formando y conduciendo, en la medida que nosotros aportemos nuestro "nada sin nosotros" con heroica fidelidad en su Santuario; en su taller.