Somos hijos de la guerra... y del perdón

La historia nos ha mostrado en muchas ocasiones, que casi todos los grandes hombres y mujeres han pasado por terribles sufrimientos. Para ellos, el dolor se convirtió en fortaleza, la injusticia en esperanza y el odio en perdón. En Schoenstatt hay muchas de esas historias.

Jueves 16 de octubre de 2014 | Lucía Zamora

Imagen foto_00000004¿Quién gana más?... ¿El que comete una injusticia o su víctima?

Esta es una pregunta que me hizo Brenda mi hija después de un debate que vivió en su colegio. Fue un debate muy difícil, según me comento. Ella solo tiene 14 años, y creo que responder a esto a su edad es algo complicado.

En algún momento de nuestra vida todos hemos vivido alguna injusticia, ya sea por estar involucrados involuntariamente en alguna situación, o por discriminación, ya sea de género, raza o bien de ideologías. La historia se ha escrito de la mano tanto de la justicia, como de la falta de ella, sin embargo la voluntad de Dios llega en el momento que tiene que llegar, y es ahí donde encontramos esa respuesta que mi hija aún no sabe distinguir.

Ahora que estamos por celebrar los primeros 100 años del movimiento, no puedo dejar de lado lo vivido por el P. Kentenich ante una pregunta como esta, pues la historia de nuestro Padre fundador, caminó por senderos de misterio con algunas veredas de injusticia, y entre estos senderos y veredas es donde Schoenstatt nace, crece y perdura.

Pues vivir en un orfanato, estar encarcelado, sufrir un campo de concentración y llorar en el exilio, seguramente no le fue fácil soportarlo. Puedo imaginar que tampoco fue sencillo mirarlo con ojos de Dios, así como no es fácil para nosotros vivir nuestros pequeños Dachau, o nuestros inexplicables exilios que pueden quebrantarnos. Pues cuando la mente no deja que el corazón acoja el dolor es muy difícil encontrar la voluntad de Dios.

La injusticia puede tocar la tristeza, el orgullo y la desesperación, pero también es cierto que puede alcanzar la fe, la esperanza, la misericordia y el perdón. Pues todo es cuestión de escuchar la voz de Dios ante cada situación, ante cada problema, y el Padre Kentenich siempre estuvo atento a ese susurro que le hablaba al oído tocando su mente y su corazón. Susurro que bien hubiera podido ser un grito desesperado, hundiéndolo cada vez más en el miedo y la desesperanza, logrando destrozar todo su ser. Pero él no lo quiso así, siempre estuvo dispuesto a las decisiones del Padre, a seguir esa voz que lo fortaleció hasta convertir el dolor en una Alianza con María, una Alianza que ha dejado solamente amor, al sentir la mano de Ella en nuestros corazones. Ahora podemos ver como las injusticias convirtieron a un hombre en una obra, y una obra, en un estilo de vida para el mundo y para la Iglesia.

A lo largo de la historia universal podemos encontrar un sin número de personajes que a consecuencia de innumerables injusticias han luchado por un mundo mejor, sin ni siquiera imaginar que algún día encontrarían la gloria en la lucha... la victoria de una voluntad dirigida por Dios.

El mismo Jesucristo fue injustamente sacrificado, sin embargo su palabra hasta nuestros días continúa dando golpes en el alma.

Gandhi, un hombre pacifista, inicia una revolución sin violencia logrando la Independencia de la India. La voz de Martin Luther King se sigue escuchando, la imagen de la Madre Teresa de Calcuta sigue ablandando corazones; no podemos dejar de lado a tantos santos que dieron su "sí" en medio de las adversidades de un mundo, que lejos de parecer un paraíso y ofrecernos el placer que hace crecer y generar vida, nos ofrece el placer que destruye y divide, generando odios y rencores. Gracias a estos hombres y mujeres, la humanidad continua luchando por un mundo mejor, teniendo como escudo en la mano...la fe y la esperanza.

¿Por qué floreció la Obra de estos hombres y mujeres incluyendo al P. Kentenich? ¿Qué hicieron para que Dios obsequiara a sus herederos infinidad de dones y gracias?... ¡Perdonaron! No hay de otra... perdonar nos hace crecer fortaleciendo el alma, la mente y el corazón; nos libera de resentimientos y falsedades. Así es el perdón, un abono que nutre nuestro ser, floreciendo la palabra de Dios en cada pensamiento, en cada gesto y en cada decisión.

Podríamos decir que el perdón y la fe práctica en la Divina Providencia, son el origen de la Alianza de Amor, porque cuando perdonamos nos entregamos a nosotros mismos, y el Padre Kentenich al igual que Jesucristo... perdonó y se entregó; se entregaron por completo a su obra y a su gente y es nuestro deber como Cristianos encontrar en el perdón la voluntad de Dios.

No cabe duda... somos hijos de la guerra... y del perdón.

Mi respuesta ante la pregunta de mi hija fue la sigiiente: "El que perdona hija - esa es la persona que gana." Y si hay arrepentimiento de la otra parte... ganan los dos.

Comentarios
Total comentarios: 1
16/10/2014 - 18:40:34  
Muchísimas felicidades Lucía! Como siempre, excelente artículo para leer, meditar y hacer vida. Un fuerte abrazo!

Georgina Teresa Trujillo Sarquis
México
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