Te quiero a morir

Una de cada tres mujeres en Chile dice sentirse violentada al interior de su hogar. ¿Qué estamos haciendo como sociedad para terminar con la violencia contra las mujeres?

Miércoles 17 de septiembre de 2014 | P Hugo Tagle

Me dirán que hay otros temas, pero esta tendencia la encuentro del terror. Ya se han cometido 20 femicidios en Chile en estos últimos tres meses. Durante 2014, 40 mujeres fueron asesinadas a manos de sus parejas. De seguir esta alza, se duplicarían este año la cantidad de asesinatos de mujeres por parte de quienes se supone que las aman.

Esta cifra representa solo los casos en que la violencia contra la mujer llegó hasta su extremo; la punta del iceberg de datos aún más sórdidos. Una de cada tres mujeres dice sentirse violentada al interior de su hogar, por su pareja o marido. Y esas son las que han sufrido algún abuso explícito. Ni contar la casi mitad de chilenas que ha sufrido algún tipo de violencia física o psicológica en su lugar de trabajo, oficina, hogar o barrio. Pocas se denuncian. La mayoría prefiere guardar silencio, pensando que es parte del sino femenino: tolerar y aguantar.

Para colmo, se suma la complicidad de un entorno que no atina a defender a sus mujeres. Mucha complicidad, silencio, miradas para el lado. "Podría ser peor meterse" se alega. "Si la maltratan, por algo será" se escucha con demasiada frecuencia. "Algo habrá hecho", se disculpa la violencia masculina. Lo peor en estas excusas viene de parte de las mismas mujeres, que miran con suspicacia y recelos a quienes han sido objeto de maltrato. Los chilenos hacemos leña del árbol caído, por lo que las víctimas de abusos deben cargar además con el recelo público.

Muchas mujeres cargan con sentimientos confusos de rabia, impotencia, culpa, vergüenza y temor. Prefieren callar antes que denunciar.

Sí reconozco que ha crecido la conciencia pública de que se debe mejorar el trato. No basta con no hacer daño. Urge una cultura de mejorar la calidad de las relaciones humanas. Es gratis. Como sociedad, reaccionamos ante los abusos como lo hacemos ante los incendios. Cuando la tragedia ya se ha desatado. No basta con "no ser violento". Se trata de un "buen trato" proactivo, positivo, "querer el bien del otro", hacer feliz a quien se tiene al lado.

Una niñez vivida entre gritos, amenazas y castigos físicos es caldo de cultivo para futuros abusadores. La mayoría de quienes cometen abusos en la adultez es porque los sufrieron de niño.

Y una última palabra sobre los destrozos en los colegios tomados en la capital. Lamentable, bochornoso y cobarde. Escudarse en que "otros lo hicieron" es casi peor que el delito en sí. Ojalá se reflexione sobre este tipo de abusos. Es un menosprecio y reírse del movimiento estudiantil, de los más pobres, de quienes legítimamente quieren una mejor educación. La educación gratis y de calidad comienza ahí: en el respeto a los demás. Veo ahí un tipo de alumno que lo ha tenido todo, que menosprecia a los demás. No veo amor a la educación ni sentido de comunidad. Por el bien de la educación gratis y de calidad, que se sancione a los culpables y se aprenda de estos delitos.

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