Tenía la razón Fritz Esser
"Un siervo de María no morirá nunca”, es la frase que Fritz Esser proclamó para expresar la confianza que venció su angustia. Una frase que hasta el día de hoy nos llena de algo fundamental para los cristianos: esperanza.
Domingo 21 de septiembre de 2014 | P. Joaquín AlliendeConocía la muerte desde muy temprano. Fritz tenía apenas un año cuando su padre muere. Su madre viuda luchó duro para alimentar y educar a los cuatro hijos. Muy joven comienza sus estudios en el seminario menor palotino. Es uno de los primeros congregantes que deja el valle de Schoenstatt para combatir en el frente. Pero la tuberculosis lo atrapa antes que las balas. De hecho, no hay remedio para el fatídico bacilo... Retorna a Schoenstatt para vivir su tiempo final junto al santuario. Se debilita día a día. Por ocuparse en algo, usa sus habilidades manuales preparando un regalo entrañable para su Reina. Ella misma lo nutre con la certeza que se fundamenta en la Pascua de Jesús. Fritz quiere compartir esta gozosa realidad. Entonces él idea fabricar un marco para la imagen de gracias de la MTA. La santa confianza que vence la angustia, la resume en cuatro palabras en latín: "servus Mariae nunquam peribit – un siervo de María no morirá nunca". Desde entonces, en todos los santuarios de Schoenstatt, cada peregrino que busca los ojos de Ella, necesariamente escucha el grito pascual de Fritz Esser.
El texto en el marco es resurreccional. No solo porque proclama el triunfo. Es pascual también, porque nos dice que la vida es pasar, es cruzar el mar Rojo hacia la tierra prometida. Lo contrapuesto a la Pascua es detenerse en la sequía del desierto. Es dudar del oasis que el Dios de la historia nos prepara. Es no creer en el maná, ese pan cotidiano que no se puede almacenar porque se pudre. Vivir providencialmente es vivir al día, continuar la estrecha senda con el viático de Jesús hecho Pan nuestro. Porque el Dios vivo va con nosotros siempre, aunque no le veamos (de noche apenas le escuchamos respirar). Esta dependencia de vida o muerte, nos ata al Padre y nos libera. Es lo que Adán y Eva no entendieron. La victoria pascual no ocurre exclusivamente en el último empeño hacia la cumbre final. Es un día a día. Joao Pozzobon, ese gran brasileño, decía en las situaciones de extrema prueba: "Sólo un pasito más, sólo un pasito hacia adelante". Así de simple es la esperanza cristiana. Y sólo el dinamismo de los hombres esperanzados puede contagiar a muchos, y "recorrer nuestro tiempo, preparándolo para Cristo Jesús" (HP 609).