Tomar Conciencia

Desde hace unos años hago Pilates. No soy una persona especialmente constante y, sin embargo, es rara la vez que he faltado a mi cita de los lunes por la tarde. Todo empezó con un problema físico que los médicos no conseguían explicar ni aliviar. Fue entonces cuando alguien me recomendó el Pilates y, en pocas semanas, encontré el origen del problema y, con ello, el camino por el que poder empezar a trabajar hasta la casi completa recuperación sin necesidad de un solo medicamento. He de señalar que el origen principal era tan tonto como el de haber adquirido un mal hábito en la postura al dormir, pero las consecuencias llegaban a un punto bastante alarmante. Las cosas se me caían de las manos, perdí mucha sensibilidad y fuerza en los dedos, y a ratos el dolor era bastante fuerte.  Pienso cuántas veces nuestros problemas espirituales son así, y de un mal hábito adquirido, se hace una llaga lo suficientemente profunda para no dejarnos avanzar.

| Macarena Navas Gasset (España) Macarena Navas Gasset (España)

Desde hace unos años hago Pilates. No soy una persona especialmente constante y, sin embargo, es rara la vez que he faltado a mi cita de los lunes por la tarde. Todo empezó con un problema físico que los médicos no conseguían explicar ni aliviar. Fue entonces cuando alguien me recomendó el Pilates y, en pocas semanas, encontré el origen del problema y, con ello, el camino por el que poder empezar a trabajar hasta la casi completa recuperación sin necesidad de un solo medicamento.

He de señalar que el origen principal era tan tonto como el de haber adquirido un mal hábito en la postura al dormir, pero las consecuencias llegaban a un punto bastante alarmante. Las cosas se me caían de las manos, perdí mucha sensibilidad y fuerza en los dedos, y a ratos el dolor era bastante fuerte.

Pienso cuántas veces nuestros problemas espirituales son así, y de un mal hábito adquirido, se hace una llaga lo suficientemente profunda para no dejarnos avanzar. Empezamos a sentir que las cosas no funcionan, se nos caen ciertas verdades, sentimos dolor sin saber por qué y creemos que ya no hay solución posible, que creamos que esto no es más que el principio del fin.

Y tal vez, como me pasó a mí con todo esto, con un simple "click", no sólo podamos resolver el problema que hizo saltar nuestras alarmas, sino que, gracias al trabajo de introspección y sanación, se abra ante nosotros una ventana mucho más amplia de la que teníamos ante nosotros, y descubramos una realidad novedosa e inmensamente poderosa, oculta hasta este momento.

Eso es exactamente lo que a mí me ocurrió: primero, porque descubrí que estaba perfectamente sana y segundo, porque descubrí una manera nueva de vivir mi corporalidad. Nunca he entendido tan bien este ser alma y cuerpo de forma inseparable. No sólo porque cuidando mi cuerpo he experimentado el cuidado en el alma, sino que he descubierto que mi cuerpo sabe muchas cosas de mí, y que Dios me habla, y mucho, a través de mi corporalidad.

Con el simple gesto de poner los pies descalzos sobre la colchoneta, y concentrarme en ellos mientras comienzo los ejercicios de respiración al inicio de cada clase, tomo conciencia de mi propia existencia (cuerpo y alma, conciencia de mi misma). No sé si es que seré una loca, pero con el ritmo de mi vida, esta sensación la tengo pocas veces. Sólo cuando rezo o cuando hago Pilates. De hecho, al principio me costaba. Pero cuando uno va adquiriendo el gusto y el hábito no sólo lo va consiguiendo con menos esfuerzo, sino que va necesitando cada vez más. Y lo que antes era casi una cuestión de esfuerzo, uno lo va buscando y en medio de un atasco respira profundo y toma conciencia. Y cuando le están invadiendo los nervios por una situación tremenda, respira profundo y toma conciencia. Y así se van educando mi cuerpo y mi alma, más receptivos hacia lo bueno, más precavidos con lo malo.

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