UN ADVIENTO PARA CHILE- Por Patricio Young
| Patricio Young Patricio YoungEsperamos el nacimiento de nuestro Salvador en un tiempo muy especial, un tiempo nunca vivido y como siempre Cristo algo nos trae y nos quiere decir.
En medio de la pandemia se espera con ansias el nacimiento de una vacuna que nos permita volver a una nueva normalidad y Chile una sociedad enferma, espera el nacimiento de una nueva constitución que nos abra las puertas de un nuevo y mejor país.
¡Sin duda dos hitos muy importantes!
Cristo nos trae la buena nueva, la esperanza en la construcción del reino de Dios en la tierra, del nuevo orden social que señalaba nuestro padre Kentenich.
Necesitamos con urgencia una vacuna contra el Coronavirus, que duda cabe, pero también una que nos haga salir de la mirada egoísta, individualista, de la falta de respeto a la dignidad humana de tantos, del clasismo, de la mirada segregacionista, en fin, de la otra gran pandemia que afecta a nuestra patria; la gran desigualdad social.
Es una pandemia que afecta el alma individual y colectiva, que sin duda nos aleja de lo más importante y noble, de la esencia del mensaje que nos trajo Cristo: el amor al prójimo.
Es cierto, esa vacuna la trajo Jesús hace tanto tiempo, pero parece que no la hemos inyectado en el alma y en nuestra cultura. Si somos rigurosos, tampoco en nuestra Iglesia y en nuestro Schoenstatt.
Sin esta vacuna, se torna difícil gestar el nuevo Chile a partir de la nueva constitución. Es cierto, la nueva Constitución es un medio y no un fin. El final feliz está en la nueva cultura que geste una sociedad más fraterna y por lo mismo más solidaria. De lo contrario podría ser solo una declaración de principios y buenos deseos, que los mismos chilenos se encargaría de pasar a llevar producto de su enfermo egoísmo.
La constitución puede ser fantástica en su formulación, pero debe ir de la mano de un cambio cultural. Desde una sociedad súper individualista basada en el “sálvese el que puede”, a una sociedad fraterna donde nos salvamos juntos, solidariamente.
Este es el Adviento de Cristo, quién nos enseñó que la única manera de salir de esta bipolaridad en que hemos vivido entre más libertad y menos igualdad o mas igualdad y menos libertad, es la fraternidad. Es ésta la única que puede darles el verdadero sentido a ambas dimensiones y cuando está ausente genera las mayores aberraciones sociales y humanas.
“La fraternidad no es sólo resultado de condiciones de respeto a las libertades individuales, ni siquiera de cierta equidad administrada. Si bien son condiciones de posibilidad no bastan para que ella surja como resultado necesario. La fraternidad tiene algo positivo que ofrecer a la libertad y a la igualdad. ¿Qué ocurre sin la fraternidad cultivada conscientemente, sin una voluntad política de fraternidad, traducida en una educación para la fraternidad, para el diálogo, para el descubrimiento de la reciprocidad y el enriquecimiento mutuo como valores? Lo que sucede es que la libertad enflaquece, resultando así más una condición de soledad, de pura autonomía para pertenecer a alguien o a algo, o sólo para poseer y disfrutar. Esto no agota en absoluto la riqueza de la libertad que está orientada sobre todo al amor.
Tampoco la igualdad se logra definiendo en abstracto que “todos los seres humanos son iguales”, sino que es el resultado del cultivo consciente y pedagógico de la fraternidad. Los que únicamente son capaces de ser socios crean mundos cerrados.” (Francisco Fratelii Tutti 103 y 104)
La vacuna de Cristo debe sanarnos gestando una Constitución de la Fraternidad. El único camino para alcanzar la plena felicidad. Para ello debe hacerse palpable en una “sociedad de derechos o de bienestar, donde todos los chilenos tengan beneficios básicos asegurados desde la cuna; Salud y Educación de calidad, una vivienda y pensión digna para todos. Es cierto, será un desafío que tendremos que lograr en el tiempo, pero habrá una clara hoja de ruta. Sin generar una sociedad con condiciones distintas a las actuales, el efecto de la vacuna de Cristo no se hace eficaz.
Muchas veces hemos escuchado en Schoenstatt, si no cambiamos el corazón del hombre no podemos cambiar la sociedad. El corazón del hombre nunca se termina de cambiar porque estamos en permanente crecimiento y por lo tanto no es que uno siga al otro. Para cambiar al hombre se requiere también de condiciones existenciales que se lo permitan.
“Tal como todo está repartido actualmente, es imposible que el simple proletario pueda llevar una vida espiritual, una vida religiosa. Mientras no se encuentre para esto una solución de fondo, todo lo demás será inútil. Debemos colaborar a crear un cielo en la tierra. La verdad y el amor a Dios son buenos. Pero tenemos que procurar que estén juntos con verdad y justicia. El hombre actual quiere tener su derecho en la repartición del mundo y de los bienes terrenales.” (JK. Carta al P. Adalberto Turowski - 1952-1953)
“Necesidades populares. Es la necesidad compartida con el pueblo. Puede interpretarse como una gran suerte el ser despojado de nuestra satisfecha posición burguesa, y ser igualado con el pueblo. Es algo muy distinto experimentar y saborear intelectualmente o vitalmente las cosas ideales.
Tal vez ha sido una bendición para más de alguno el haber estado en Dachau, el sentir permanentemente la fuerte carga de las penurias económicas. Las necesidades populares son, hoy en día, en gran parte necesidades económicas. Cuando un pastor se hace valer, el mismo pueblo cuida de él. Por lo tanto, con mayor razón debemos esforzarnos en cargar interiormente con las necesidades. Las necesidades que oprimen al pueblo debieran tener un fuerte eco en nuestro propio interior. Debiéramos sentir esas necesidades como si nos quemara los dedos, y entonces haríamos lo correcto.” (JK Lucha por la verdadera libertad – 1946)
Para el COVID hay variadas vacunas por salir, pero para la enfermedad de Chile hay una sola y se llama; “La revolución de la fraternidad” expresión sociológica de la revolución de los vínculos propia de la misión del 31 de mayo. La fantástica cura que nos trajo ese niño Dios hace ya más de 2000 años.
Vamos vacunémonos todos y seamos parte activa de este nuevo Adviento para Chile.
Por Patricio Young