Un Jesuita es Papa

Un Santo Padre jesuita nos recuerda que el Espíritu Santo puede escoger un Papa no proveniente del sacerdocio diocesano. También hace patente que los carismas eclesiales pueden ser un aporte de experiencias de formación sacerdotal especialmente aptas para un mundo de radical pluralismo.

| Padre Joaquín Alliende Padre Joaquín Alliende

El Papa Francisco es un jesuita de tomo y lomo, un hijo del gran Ignacio de Loyola. El Concilio Vaticano II resaltó que en la Iglesia hay dos polos vitales, los cuales se demandan mutuamente. Uno es el carisma "predecible" de la Jerarquía (Karl Rahner), que da permanencia y estructura. La forman todos los obispos, en comunión con el Obispo de Roma, que los conduce. El otro polo son los carismas "impredecibles", primaveras no programadas, sorpresas del Espíritu Santo.

Los "impredecibles" tienen una identidad fundacional característica, que implica una escuela de seguimiento a Jesucristo, una hermandad viva y una creatividad evangelizadora. Éstas son las comunidades religiosas tradicionales y lo que hoy se llama "Nuevas Comunidades y Movimientos Apostólicos". Todos ellos sólo tienen derecho a existir si son fieles a la Jerarquía y al "fuego santo del origen". Si algunos sobre-acentúan o desorbitan uno de los polos, rompen la polaridad interactiva, y caen en un mono-polio. El monopolio de la Jerarquía lleva, en la cúspide eclesial, a un clericalismo autoritario, a un epicopalismo absorbente, que desconoce el grito de san Pablo: "No apaguéis el espíritu". La otra tendencia monopólica se da cuando las órdenes o los movimientos se vuelven autorreferentes, con rasgos de elitismo sutilmente orgulloso, luego se tornan descalificadores, o bien caen en un vitalismo infecundo, y van transformándose en secta rigorista y excluyente.

Un Santo Padre jesuita nos recuerda que el Espíritu Santo puede escoger un Papa no proveniente del sacerdocio diocesano. También hace patente que los carismas eclesiales pueden ser un aporte de experiencias de formación sacerdotal especialmente aptas para un mundo de radical pluralismo. En efecto, desde tales instancias se ofrecen algunas escuelas de sacerdocio, las cuales subrayan que una mejor disciplina y una espiritualidad contemporánea, debieran brotar de un núcleo personal equilibrado y libre, forjados en vínculos de fe y amor maduros.

La Compañía de Jesús ha sido uno de los carismas más fecundos del catolicismo. Con altos y bajos, como todo lo humano. También en medio de los agitados años postconciliares, cuando el P. Jorge Bergoglio era Superior Provincial en Argentina. Ahora él es Obispo de Roma, es el Pedro para hoy. En el Papa Francisco se anudan el carisma petrino, el carisma ignaciano y la sangre pastoral de la Iglesia en América Latina. Tal trenza, tal fusión es un regalo muy oportuno del Espíritu Santo. Tiene un rico significado tras los dolorosos estremecimientos de los últimos años. El Papa Francisco comunica algo indecible. Irradia una certeza esperanzadora: los estremecimientos de la Iglesia no son estertores de moribundo, son el vigoroso temblar de una madre, pronta a dar a luz multitudes de hijos y los santos señeros para el tiempo futuro.

Joaquín Alliende, Padre de Schoenstatt.

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