Una red de santuarios vivos
Estamos viviendo un año jubilar, un tiempo para dar gracias por tantos regalos recibidos. Un centenario no se vive todos los días, y nosotros tenemos la suerte de poder celebrarlo como Familia de Schoenstatt.
Jueves 18 de septiembre de 2014 | P Carlos PadillaVivimos un año de gracias, un año de vida en abundancia. Es todo un año que se nos regala para aprovechar las gracias del Santuario, para aprovechar las bendiciones de un año de un año jubilar. Es cierto que, al pensar en este año tan especial, pensamos a veces sólo en la gran celebración. Es verdad, el 18 de octubre celebramos el día santo en el lugar santo. Y por eso pensamos en cómo lo vamos a celebrar ese día, allí, si podemos ir o en nuestros santuarios filiales, si no nos es posible viajar. Muchos no podrán estar allí. Otros sí podrán decir un día: «Yo estuve allí». Para todos será un día de gracias. El P. Kentenich nos enseñó a valorar los hitos, los acontecimientos importantes en la historia de nuestra Familia de Schoenstatt: «Nuestra costumbre es vislumbrar el futuro a partir del pasado y del presente»[1]. Por eso cada 18 venimos al Santuario a renovar nuestra alianza de amor y entregar nuestro capital de gracias. Nos unimos a todos los que con nosotros han sellado esa alianza un día. Lo hacemos con la alegría de incorporarnos a la corriente de vida que surge de cada Santuario. Este sábado 18 de octubre del 2014 se cumplirán cien años de aquel domingo soleado de 1914 en el que el Padre y un grupo de jóvenes se aventuraron en un camino nuevo de la mano de María. Celebrar esa fiesta en el lugar santo es un privilegio de esta generación del 2014. Sólo nosotros tendremos la oportunidad de estar allí, agradecer en el lugar mismo, dar gracias y alabar a Dios por una historia santa. Sólo esta generación del 2014 podrá decir un día que es heredera de las gracias recibidas en un año de gracias tan especial. Este sábado 18 de octubre del 2014 viviremos un día inolvidable, un día santo, un momento de gracias. Estaremos físicamente allí o tal vez sólo espiritualmente presentes. De todas maneras para todos ese día quedará grabado en el corazón para siempre. Un centenario no se vive todos los días y nosotros tenemos la suerte de poder celebrarlo como Familia de Schoenstatt.
Un año jubilar es un tiempo que se nos regala para agradecer por tantos regalos recibidos. Es por eso que estamos viviendo este año con una especial intensidad. Queremos vivir cada mes, cada día, con la conciencia de sabernos hijos de María en el Santuario. Miramos hacia atrás, miramos nuestra historia, el camino recorrido y agradecemos. Miramos la historia de Schoenstatt a lo largo de cien años. Miramos la historia de Schoenstatt en España después de tantos años. Miramos nuestra historia personal en Schoenstatt desde el día en el que conocimos el Santuario, desde el momento en el que sellamos nuestra alianza de amor. Miramos nuestra historia y agradecemos. Es importante aprender a dar gracias por todo lo que recibimos. A veces se nos olvida y damos por supuestas muchas cosas. Nos creemos con derechos y damos por evidente estar en Schoenstatt y poder empaparnos de las gracias del Santuario. Pero no es un derecho, es un don. Queremos agradecer por aquella persona que un día nos presentó el Santuario. Queremos agradecer por esos lazos humanos que nos fueron atando sabiamente al corazón de María. Nuestra vida es un don, un regalo inmerecido. En nuestro caminar en Schoenstatt hemos recibido muchos regalos. Queremos este mes dar gracias a Dios por todo lo recibido. Ser agradecidos es una bendición. El que agradece valora y no da por evidente lo que no lo es. El P. Kentenich nos pregunta: « ¿Y por qué agradecer? ¿A quién agradecer?»[2] Miramos nuestra historia personal y escribimos los nombres y los momentos por los que agradecemos con un corazón sencillo, alegre y confiado.
Nuestro camino en Schoenstatt es un camino de santidad. La santidad consiste en que los rasgos de Cristo y de María, sus sentimientos, se encarnen en nosotros. Se trata de confiar y abandonarnos en las manos de un Padre misericordioso que nos quiere. En las manos de María. Ella nos cobija. Es el misterio de Schoenstatt. María en el Santuario transforma nuestra vida y nos convierte en instrumentos dóciles en su corazón maternal. Nuestra vida en manos de María. Hace falta aprender a confiar en nuestra alianza de amor. Somos aliados, María es nuestra aliada y nunca nos dejará. Un hijo de María nunca muere, no perece, no se pierde. María va a celebrar con nosotros esta gran fiesta. Como nos recuerda el Padre: «De un profundo y sencillo amor a María fue surgiendo todo lo que contemplan nuestros ojos»[3]. Como Familia de Schoenstatt en España estamos preparando nuestro regalo. Una red de santuarios vivos. Una red de corazones que se entregan a María por amor. Ella viene a tomar posesión de nuestra vida para llegar a muchos otros corazones. La red habla de unidad, habla de misión. La misión de llevar el Santuario a muchas vidas. Además cada uno puede pensar qué le quiere regalar a María. Ella nos lo ha dado todo. ¿Qué le llevamos nosotros con un corazón agradecido? ¿Cuál va a ser nuestro regalo personal en este año de gracias?
[1] J. Kentenich, Kentenich Reader I, 167
[2] J. Kentenich, Kentenich Reader I, 59
[3] J. Kentenich, Kentenich Reader I, 67