VOLVIENDO AL CAMPO- Jesús Ginés O.
Lunes 24 de agosto de 2020 | Jesús Ginés OrtegaMe cuentan desde mi pueblo de España que, desde el desconfinamiento que siguió a la pandemia, la gente está volviendo desde las grandes ciudades a vivir de nuevo en sus viejas casas y a convertir en primera vivienda, la que por décadas fuera tenida por segunda. Tal vez sea una fiebre pasajera de los abuelos que se fueron a vivir a la ciudad, donde pasaban muchas cosas, mientras en el pueblo, como cantaba la copla “nunca pasa ná”. O tempora, o mores (tiempos y costumbres) -escribía Cicerón, en similares circunstancias, hace la friolera de veinte siglos y más-. Después de haber vivido con honores y riqueza en la ciudad, el gran jurisconsulto, filósofo y escritor, al final decidió volverse al campo, para encontrar allí la paz perdida en sus años mozos.
Es muy probable que, después de la experiencia de confinamiento obligado que llevó a las grandes ciudades a sellarse a cal y canto, dejando a millones de seres humanos encerrados, despierte una cierta nostalgia por el campo abierto a muchos de sus moradores. ¿Por qué vivir bloqueados en torres de cemento, si podemos vivir al aire libre, con el horizonte infinito que solo es visible y vivible desde nuestros antiguas villas? Y así estos pueblos vacíos han comenzado a llenarse.
No sé, desde luego, si la tendencia seguirá o si muchos, después de respirar el buen aire de su tierra natal, en medio de mieses, de pájaros y de montes cercanos, de vides y de olivos, de breñas y de alfalfa, no vendrán a fatigarse con tanto silencio y tranquilidad. No sé si la mayoría alcanzará a sentir el efecto arrullador de la venturosa vida del que huye del mundanal ruido y esté dispuesto a seguir la senda “por do han ido los pocos sabios que en el mundo han sido”. De verdad que no lo sé. Me gustaría soñar que, después de esta peste universal, se vuelvan a poblar muchos pueblos y a despoblar muchas ciudades. No cuesta mucho soñarlo. Habrá que esperar el posible despertar de, al menos, los más ancianos que, después de la experiencia vivida, piensen y decidan volver a las raíces y asentarse en la segunda vivienda que, desde ahora, pasará a ser la primera.
Yo, al menos, ya lo estoy pensando. Tanta protección de la autoridad me agobia. Tanto encierro obligado me satura. Desde el pueblo de antaño, gracias a la tecnología universalmente distribuida, puedo seguir escribiendo mis gineserías y reuniéndome en pantalla con alumnos, colegas, familiares y amigos.
Jesús Ginés Ortega