ALERTA A LA CONCIENCIA

El terremoto de Haití no solamente removió el suelo de Puerto Príncipe, su capital, derrumbando edificios y causando más de 150 mil muertos. También ha removido la conciencia de millones de personas q...

| Juan Emilio Cheyre Juan Emilio Cheyre
El terremoto de Haití no solamente removió el suelo de Puerto Príncipe, su capital, derrumbando edificios y causando más de 150 mil muertos. También ha removido la conciencia de millones de personas que a través de los medios de comunicación han sido testigos de la tragedia. Cabe preguntarse ¿necesitábamos de tal drama y dolor para tomar conciencia de la situación de Haití? Creo que la respuesta corresponde a cada cual, sin embargo, en estas líneas deseo compartir algunas reflexiones respecto al tema. Haití muestra una pobreza crónica histórica, falta de gobernabilidad y debilidad institucional, un medio ambiente degradado, una población sin derecho a educación ni salud. Hace décadas se sitúa como uno de los países de mayor subdesarrollo, como un "estado fallido". A mi juicio, la gran diferencia con otras situaciones similares en África u otros continentes es que Haití se encuentra aquí, en América Latina, a más o menos 8.000 Km de nuestro Chile y escasas cinco ó seis horas de vuelo de Santiago. Sin embargo, hasta ahora muchos de nosotros, especialmente quienes profesamos la fe en Cristo, no habíamos reparado en la situación de miseria de Haití, ni en el deber de hacer algo al respecto. Antes de la última catástrofe ya había pistas que nos deberían haber abierto los ojos y llevado a manifestar preocupación y voluntad por ayudar a esa nación. Hace más de cinco años nuestra prensa informó que nuestras Fuerzas Armadas se encontraban desplegadas en Haití en misiones de apoyo y, a la fecha, más de seis mil soldados chilenos han concurrido por períodos de seis meses para dar seguridad, reconstruir la institucionalidad, permitir elecciones y, en general, ayudar a que dicho país logre sentar bases para un mínimo desarrollo. Adicionalmente, varias instituciones chilenas como América Solidaria, AIS (Ayuda a la Iglesia que Sufre), entre otras, mantienen programas de apoyo en los que nuestros profesionales aportan sus esfuerzos por sacar a ese país del subdesarrollo. En lo personal, me correspondió conocer la situación de Haití desde que Chile se comprometió a dar su apoyo. He recorrido el país varias veces; pasé la Navidad de 2005 allí junto a mi esposa, las tropas chilenas y haitianos; estuve en contacto con miles de soldados que me correspondió enviar a la isla, así como médicos, periodistas, capellanes, asistentes sociales que me reportaron lo que allí habían vivido. Organizamos en la UC, hace algunos meses, un seminario internacional donde el Primer Ministro haitiano nos pidió: "Sigan ayudando, ya que queremos salir de la miseria para alcanzar una pobreza digna". He dado, asimismo, muchas entrevistas en diarios, radio y televisión acerca de Haití. Lamentablemente, mi conclusión es que nos cuesta conmovernos y comprometernos con situaciones tan complejas y dolorosas, escapando de ellas con diversas justificaciones. Sin duda, he visto ejemplos contrarios: la absoluta entrega a una causa en cuanto se percibe la necesidad de apoyar, pero son minoría. Como no creo adecuado ser juez de nadie, sólo dejo constancia de este hecho buscando que cada uno de nosotros se cuestione en conciencia. Concluyo con la profunda convicción de que no necesitamos de un terremoto y la exposición del dolor humano para que nos sumemos a causas de este u otro tipo. Si bien es imposible estar en todas partes y aportar a todo tipo de organización, creo que es posible actuar para forjar un mundo mejor y dar, hasta que nos duela, para enfrentar el drama de un mundo donde hay muchas situaciones como las de Haití que esperan el apoyo de quienes nos sentimos seguidores de Cristo. Juan Emilio CheyreDirector Centro de Estudios InternacionalesPontificia Universidad Católica de Chile
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