El Códice de Guadalupe (2a parte)

No dudo que Juan Diego haya actuado conforme a sus costumbres frente a nuestra Madre, sin embargo, Ella le dice: "ven juntito a mi"... y le regala el acanto del "coyoltotol" un pájaro que canta al "amanecer" y el del "tzinizcan" cuyo nombre significa "fecundidad". Fueron tan hermosos esos cantos, que él se pregunta: "¿Por ventura soy digno de lo que oigo?"

Jueves 3 de diciembre de 2015 | Lucía Zamora

María, con un vestido majestuoso, el sol en sus espaldas, la luna bajo sus pies, y con la humildad, y el amor en su mirada, le dice a Juan Diego con mucho cariño: "Ven juntito a mí".

Para que un indígena pudiera acercarse a una autoridad azteca, tenía que inclinarse y poner el dedo en el piso, signo de sumisión, dando a entender que era menos que él y aceptando ser dominado. Cuando se encontraba ante el emperador, hacía el mismo ritual, solo que tomaba tierra del suelo y se la echaba a la boca, para decir que no era digno de que su palabra llegará sus oídos. El noble, a cierta distancia permanecía sentado para recibir a sus súbditos.

No dudo que Juan Diego haya actuado conforme a sus costumbres frente a nuestra Madre, sin embargo, Ella le dice: "ven juntito a mi"... y le regala el acanto del "coyoltotol" un pájaro que canta al "amanecer" y el del "tzinizcan" cuyo nombre significa "fecundidad". Fueron tan hermosos esos cantos, que él se pregunta: "¿Por ventura soy digno de lo que oigo?"

Los signos están desde ese instante. Ella, con el canto de estas aves, le dice que hay un nuevo amanecer y que viene en su vientre aquel que da la vida, aquel que trae la luz, la esperanza y algo nuevo a un pueblo que se había perdido en la oscuridad de su tristeza y de sus creencias.

Los aztecas sabían que algo estaba por ocurrir, pues ellos creían en el mito de los Cinco "Soles" ó "eras" cuyo final estaba marcado por cataclismos. El primer Sol, Nahui-Oceloti (Jaguar) era un mundo poblado por gigantes, que fue destruido por jaguares. El segundo Sol, Nahui-Ehécati (Viento) fue destruido por un huracán. El tercer Sol, Nahuiquiahuitl, por una lluvia de fuego. El cuarto Sol, Nahui-Ati (agua) fue destruido por un diluvio. Y el quinto sol, Nahui-Ollin (movimiento). Que será destruido por un gran terremoto que sacudirá a la tierra. (Que no se nos olvide este último, porque lo veremos en más adelante en la imagen de la Virgen).

Nuestra Madre regala a Juan Diego no solo los cantos, sino también su confianza, pues él fue elegido para llevar el mensaje al Obispo. No era un Sacerdote, ni noble, era un humilde laico recién bautizado. Un hombre que reconoce inmediatamente a Nuestra Señora del cielo. Fueron cuatro sus apariciones a nuestro Juanito, una a su tío Juan Bernardino y la última fue a Fray Juan de Zumárraga (cuando quedo estampada en la tilma).

En la mañana del 12 de diciembre de 1531 ocurre el solsticio de invierno. Para las culturas prehispánicas, esto les decía, que el Sol moribundo cobraba vigor, nacería uno nuevo...¡retornaba la vida! Justo en este día, los aztecas celebraban la fiesta más grande..."El fuego nuevo". Motolinia le llamaba "La Pascua Azteca". Pues donde hay nacimiento y resurrección... hay Pascua. Y María, hace su última aparición justo ese día, ante los ojos de Fray Juan de Zumárraga, regalándose a la tilma de Juan Diego.

La tilma representaba el sustento, la protección, la dignidad y marcaba la condición social. Los Macehuales no tenían derecho de pintarla o de poner algún dibujo en ella, su color era natural, el del ixtle, así como salía del maguey así permanecía. Era el sustento, porque en ella cargaban sus alimentos, la protección al cubrirse del frío, de la lluvia y del sol; y la dignidad, tan solo por el hecho de cubrir su cuerpo. No sé qué pensaría nuestro pequeño macehual, al descubrir que en ese pequeño manto que vestía, y el cual no podía pintar, a su "niña", su "muchachita", la más "pequeña".

Ella estaba en ¡su tilma! ofreciendo su protección. Esa protección que va más allá del abrigo y de la sombra...¡la protección del cuerpo, del alma y del corazón! Allí se encontraba una hermosa niña mestiza, sosteniendo en su vientre a su Hijo muy amado; aquel que regalo al mundo su propia carne y sangre. Jesús, el que nos sostiene en sus manos para regalarnos la dignidad que se creía perdida. Obsequiando a la humanidad la vida eterna sin necesidad de más sacrificios humanos, porque Él mismo ya se había sacrificado por nosotros.

En la cuarta y última aparición a Juan Diego, él se desvía del camino para no encontrarse con Ella, porque tiene que buscar un Sacerdote para su tío que está muy enfermo, pero la Señora del Cielo le sale al encuentro. Él le pide paciencia, y Ella le dice con mucho amor: "Juanito, Juan Dieguito, ¿no estoy yo aquí, que tengo el honor y la dicha de ser tu madre? ¿no estás por ventura en el cruce de mis brazos, en el hueco de mi manto? ¿qué no soy yo acaso la fuente de tu salud? ¿qué no soy yo acaso la fuente de tu alegría? Que no te preocupe ni esta enfermedad ni ninguna otra, que de ella tu tío no morirá, él ya sano".

¡Tenía que ser así!... preocupado por la salud de su tío, se olvido del poder de su siempre Virgen Santa María. Justo como nos pasa a nosotros, nos desviamos del camino, queriendo encontrar la salud de la mente y el corazón en otros lados; olvidando regresar a la mirada de amor, de la "niña", la "muchachita", la más "pequeña". Sin embargo, Ella nos sale al encuentro para decirnos: ¿No estoy yo aquí, que tengo el honor y la dicha de ser tu madre?

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