¡El mundo está llorando!
El mundo está lleno de injusticias, y como schoenstattianos no podemos ser indiferentes, pues también somos responsables por el sufrimiento de los hombres.
Martes 15 de septiembre de 2015 | Lucía ZamoraLas redes sociales se han convertido en los ojos del mundo, sus imágenes ahora son lágrimas y gritos de desesperación. De vez en cuando nos regalan un suspiro de alivio y agradecimiento, en otras, una débil sonrisa; en muy pocas, algunas carcajadas, y escasas son... las voces del perdón. A pesar de todo, a raíz de acontecimientos tan estremecedores como son la guerra de Siria e Irak, la situación de más de 20.000 desaparecidos en México, la triste noticia de querer legalizar el aborto en Chile, siendo uno de los pocos países donde se respeta la vida, la esperanza sigue latiendo en el corazón de cada uno de nosotros.
Es muy fácil dar un clic y mirar el alma de la humanidad en cuestión de segundos, momentos en los cuales nuestra mente y nuestro cuerpo reaccionan ante las amargas noticias, sin embargo siempre trata de mostrar su lado generoso, y a pesar de los sinsabores también nos llena de gozo saber como la Iglesia Católica en Europa abre sus brazos a los refugiados sirios. Acá en México un sacerdote alberga a miles de migrantes, protegiéndolos de las mafias de trata de personas y del narcotráfico. No podemos dejar de sentir alegría cuando descubrimos la mirada de Dios justo en medio de la guerra y escuchar testimonios de integrantes de Isis convirtiéndose al Cristianismo. Qué decir de los laicos que deciden portar ropa blanca y levantar su voz ante las injusticias. O de aquellos que se arriesgan y viajan en familia de Argentina a Estados Unidos, en una sencilla Combi, solo para asistir al encuentro de familias, dejando en cada lugar un testimonio de fe, fuerza y amor. Estos y muchos más son los soldados de Dios, los que se ensucian las manos tratando de construir un mundo mejor. Son pocos los locos, los ilusos, incomprendidos y silenciosos. Aquellos que con una mirada brillante se atreven y actúan en el nombre de Jesús y de María. Hombres y mujeres que escuchan las voces del tiempo, creen en la verdad de Dios, creen en sí mismos y se enfrentan al mundo.
Todo esto, no es más que la voz de mi Padre, esa voz que me pide algo, que me invita a abrir mi alma y mi corazón a la vida del otro. Es una oportunidad de crecer como seres humanos, como verdaderos hijos del Rey de Reyes. De hacer valer la sangre derramada por Jesús. No esperemos ver un niño durmiendo en la playa (así lo quiero ver) o escuchar el lamento de todo un país, por la desaparición de 43 estudiantes, para reaccionar ante su voluntad. Hacernos las victimas es muy fácil, no actuar es muy cómodo y cerrar los ojos es...cobardía.
Hagámonos la siguiente pregunta... ¿Cómo respondo ante estas voces?... Hago como que escucho; hago como que hago; hago para que me vean; hago mucho y no veo nada; o escucho, veo y no hago nada...no hablo, hago de la omisión mi mejor amigo. ¿Realmente el mundo está gritando para esto?... para convertirnos en Cristianos a la medida, Cristianos de medio tiempo y Cristianos protagonistas... ¡No, no estamos para esto! ¡El P. Kentenich no dio su "si" a la tibieza!... ¿Qué hay de Jesús y María?...Dieron su vida entera por cada uno de nosotros, regalaron su "si" por la dignidad humana, porque creyeron en la grandeza del hombre y por regalarnos un lugar cerca de Dios.
Todos tenemos nuestro refugiados, nuestros migrantes, nuestros huérfanos, nuestros ancianos. En todo el mundo existe la pobreza tanto material como espiritual, y nos pasamos la vida criticando a aquellos que a pesar de los inconvenientes logran paso a paso encarar a Dios. Estudiamos mucho, analizamos todo y proponemos poco...¡muy poco! Cuidado con el "qué dirán" echa en tierra todos esos sueños que nacen del corazón y que vienen del Espíritu Santo, dejándolos allí... donde nadie los ve, donde se disfrazan de lo que "debo hacer" sin dejar un rastro de aquello, que Dios quería para mi vida y para la de los demás. Hacemos de nuestras obligaciones como cristianos actos de heroísmo, cuando son ¡nuestras obligaciones!... El miedo puede ser la herramienta más grande para conservar la vida, pero también el arma más poderosa para acabar con ella.
Queridos hermanos schoenstattianos, no seamos indiferentes ante la pequeñez humana, todos somos responsables del sufrimiento del mundo, somos responsables tan solo por el hecho de estudiar tanto y encarnar tan poco a nuestro P. Kentenich y al mismo Jesús. Nuestro modelo a seguir es María y ni siquiera somos capaces de entablar una conversación sincera con nuestro hermano. Aliviemos un poco las heridas que la guerra a dejado entre nosotros, causado división, critica y calumnia, actuando no por el protagonismo, sino por el simple hecho, de brindar puro nuestro corazón ante la mirada de Dios.