Medios de Comunicación y Terremoto
Chile vivió uno de los cinco movimientos telúricos de mayor fuerza en el mundo y el segundo más fuerte después de aquel en Valdivia el año 60. Sin duda, todavía muchas personas están afectadas directa...
| Juan Emilio Cheyre Juan Emilio Cheyre
Chile vivió uno de los cinco movimientos telúricos de mayor fuerza en el mundo y el segundo más fuerte después de aquel en Valdivia el año 60. Sin duda, todavía muchas personas están afectadas directamente por haber perdido a sus seres queridos, hogares y lugares de trabajo. Los demás también estamos sensibilizados y en reuniones o simples conversaciones seguimos hablando al respecto, de modo que el terremoto sigue siendo un tema recurrente.
Aunque me parece natural que ocurra este fenómeno, estimo que se está produciendo un efecto negativo. Comentar sólo desde la óptica de la destrucción, enfocándonos en la desolación, insistiendo en recrear lo sucedido en términos trágicos, nos puede amarrar al ayer e impedir actuar aquí y ahora. Cambiar la actitud para comprometernos con soluciones a los problemas concretos nos permitiría aliviar la situación de los más damnificados, reconstruir y poner en marcha el aparato productivo.
Por cierto, es humano estar conmovidos ya que el dolor y el daño ha sido inmenso. Sin embargo, en el mundo podemos observar situaciones de mayor magnitud, baste recordar que sólo unos meses antes en Haití murieron 300 mil haitianos, hecho del que se habla poco y que probablemente muchos hemos olvidado.
Asumir el dolor ajeno permite enfrentar el propio, fortalecerse para enfrentar y buscar solución a los problemas. Siento que el mundo requiere de una mirada solidaria que dinamice nuestro actuar en bien de causas nobles. Sentirnos víctimas o castigados por este tipo de flagelo constituye una tendencia que debemos revertir. Como católicos, comprometernos en la oración y el apoyo a los millones de personas que en África, Asia y nuestra América Latina, viven en permanente situación de angustia por la extrema pobreza es una forma de hacerlo.
Mi llamado es que partiendo del conocimiento y conciencia de lo sucedido ampliemos el horizonte de nuestra mirada y la fuerza de nuestro actuar en dos dimensiones:
1.- La primera es comprender estos fenómenos en su contexto, evitando caer en la victimización.
2.- La segunda, pasar de la angustia frente a la magnitud de la tragedia a una fase de solución de los problemas que ella generó.
Es allí donde creo que los medios de comunicación tienen una importancia vital. Debemos reconocer lo positivo de su actuar en la primera etapa. Sólo pensemos en el bien que las radios generaron con la información que permitió que se ubicara a miles de personas, o la importancia de la televisión para tener una visión más cercana de la magnitud de la catástrofe, así como sensibilizar a aquellos que no podrían haberla comprendido si no la observaban en toda su dimensión. Sin embargo, me parece que en la actualidad el tono de la cobertura debería cambiar de eje.
Me refiero a la necesidad de mostrar -con el mismo énfasis que pusieron en la tragedia y sus efectos- formas concretas de dónde y cómo apoyar las múltiples iniciativas de recuperación y reconstrucción. También comunicar cómo el país va retomando su cauce normal. Veo imágenes de pescadores que vuelven a sus actividades; escuelas que reinician sus clases; familias que reconstruyen su hogar; municipios donde ya se han retirado los escombros; edificios dañados que se reconstruyen; organizaciones comunitarias que vuelven a sesionar; comercio que se reactiva; oficinas fiscales que atienden con normalidad.
Resulta importante conocer ejemplos que constituyen modelos a imitar, como jóvenes comprometidos con el apoyo a tareas de reconstrucción o profesionales planificando ciudades y localidades con criterios modernos; también profesores que retoman sus clases y pasan sus materias, o simplemente señoras que se agrupan para hacer ejercicios. Quiero decir, ejemplos concretos de que hay fuerza para seguir viviendo y voluntad de hacerlo.
Estimo que la tarea descrita es urgente y a todos nos convoca. Se requiere un esfuerzo personal para apoyar con ánimo positivo a quienes recorrerán un largo camino para volver a la normalidad. Hagamos sentir nuestra opinión para que en conversaciones personales y en los medios de comunicación, sin echarle tierra a la tragedia, aparezca el lado positivo.
Basados en ello difundamos y participemos con esperanza y voluntad en soluciones a problemas concretos. Finalmente, no olvidemos que en toda reconstrucción Dios debe ser el centro donde cifremos la fe en la obra a emprender y nuestra Virgen del Carmen la madre de un Chile que siempre ha recibido de ella su incomparable acompañamiento y cercanía.
Juan Emilio CheyreDirector Centro de Estudios Internacionales UC
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