Mirar, ver, contemplar

  La calidad de los vínculos describe a las personas. Tanto en lo material como en lo espiritual. El Padre José Kentenich enseñaba que el malestar de la modernidad provenía de la "huída de los vínculos" y ésta a su vez tenía como causa principal el hombre -filme. ¿A qué se refería? A que igual que en un filme donde las imágenes pasan rápidamente frente a nuestros ojos, del mismo modo desfilan los actos cotidianos frente al alma del hombre moderno. Es conocido el ejemplo que daba, y que tomaba especial relevancia porque él había vivido muy de cerca casos similares. Un oficial nazi da una orden a un pelotón de fusilamiento y cientos de hombres son asesinados. Deja de funcionar la ametralladora, queda el tendal de cadáveres,  el oficial se da vuelta y encuentra unos niños a quienes se dirige con toda dulzura. Decía el Padre que ese oficial había actuado en un caso cumpliendo una orden y en el siguiente siguiendo su instinto. No había detrás de sus actos una actitud interior integradora  que avalase sus actos...

| Jorge Horacio Day (Argentina) Jorge Horacio Day (Argentina)

 

La calidad de los vínculos describe a las personas. Tanto en lo material como en lo espiritual. El Padre José Kentenich enseñaba que el malestar de la modernidad provenía de la "huída de los vínculos" y ésta a su vez tenía como causa principal el hombre -filme. ¿A qué se refería? A que igual que en un filme donde las imágenes pasan rápidamente frente a nuestros ojos, del mismo modo desfilan los actos cotidianos frente al alma del hombre moderno.

Es conocido el ejemplo que daba, y que tomaba especial relevancia porque él había vivido muy de cerca casos similares. Un oficial nazi da una orden a un pelotón de fusilamiento y cientos de hombres son asesinados. Deja de funcionar la ametralladora, queda el tendal de cadáveres,  el oficial se da vuelta y encuentra unos niños a quienes se dirige con toda dulzura. Decía el Padre que ese oficial había actuado en un caso cumpliendo una orden y en el siguiente siguiendo su instinto. No había detrás de sus actos una actitud interior integradora  que avalase sus actos.

De esto hablaba el Padre hace al menos 60 años atrás, cuando  la televisión no tenía ni la centésima parte de la difusión actual y ni hablar de Internet o Facebook.

Viene esto al caso porque en Enero de este año pude escuchar en el Santuario Tabor de Peñuelas (La Serena, Chile) una gran homilía del Padre Dikson Yañez, del Instituto de Sacerdotes diocesanos de Schoenstatt. Se refirió a tres verbos: mirar, ver y contemplar. Me dejó pensando.

Mirar es el vagabundeo de los ojos. Es lo que hacemos desde la ventanilla del auto o del colectivo, cuando miramos vehículos, personas y tiendas que cruzan ante nuestros ojos. En cambio, para ver involucramos la voluntad. Queremos ver las noticias del diario o de la TV, o tal o cual película, o "ver" como siguió fulano después de su percance.

Contemplar ya es un paso muy superior que no solo implica ojos (que no son indispensables),  o la voluntad, sino que requiere la actitud del asombro. Ante una noche estrellada podemos tan solo mirar el cielo nocturno para comprobar si la presencia de estrellas descarta las nubes de tormenta, o ver con un poco más de atención el cielo estrellado mientras vamos de camino a alguna parte, o podemos quedarnos un rato a contemplar la maravilla de un Universo cuya infinitud y belleza nos emociona y nos asombra.

La contemplación es lo opuesto al hombre-filme. Es su antídoto. La gran diferencia está en la actitud del asombro. El hombre-filme raramente se asombra. Frente al televisor puede mirar una escena de violencia y a continuación la propaganda de un desodorante. Eventualmente una escena muy tierna puede conmoverlo unos segundos, hasta que el zapping lo ubique ante otra escena.

La medicina, la psicología y también la sociología van desentrañando las relaciones del stress con las enfermedades orgánicas en unos casos, mentales en otras y sociales también. El stress no depende tanto del agente estresante, como quedó comprobado con los mineros atrapados en Chile a fines del 2010, sino que depende más del terreno sobre el que actúa. La resiliencia es la capacidad del ser humano para resistir al agente estresante sin desmoronarse. Por el contrario, el stress puede fortalecer. La vida entera del Padre Kentenich, no solo su etapa de Dachau, es un ejemplo de resiliencia.

Ahora pretendo unir todos los conceptos señalados. La contemplación está en la base de la resiliencia, al menos del creyente. El Padre Kentenich no solo miraba las miserias del campo de concentración, sino que contemplaba la situación de locura y maldad y trataba de encontrar aun allí el Plan del Creador. Dachau no lo destruyó sino que lo fortaleció.

María frente al Ángel. No lo miró como al pasar, ni fue por un esfuerzo de su voluntad que pudo verlo. Ella contempló asombrada al mensajero de Dios. Su corazón estaba entrenado para el asombro ante la Grandeza Divina. María creció en la contemplación de su Hijo y ello le dio la resiliencia para cuando los apóstoles abandonaran al Maestro en el madero. Ella no se desmoronó sino que pudo seguir a su lado. María es el modelo de la contemplación. No necesariamente en el templo, sino también ante la vida cotidiana que está inmersa en el misterio omnipresente de Dios.

La contemplación necesita entrenamiento. No se improvisa de un día para el otro, ni solo por algunos momentos de excepcional belleza como una puesta de sol en el mar. El hombre actual que quiera escapar a su destino de hombre- filme y que quiera adquirir resiliencia, necesita ejercitarse varias veces al día en contemplar al Dios Creador a través de las causas segundas. Y así él podrá sentir y transmitir, como Roberto Benigni en su película, que "La vida es bella", que es el gran regalo que Dios nos hizo. Para apreciar debidamente este regalo, el don de la vida, la mirada no puede detenerse en el envoltorio a veces complejo o engañoso, sino que se hace indispensable la agudeza de la sabia visión contemplativa, entrenada en descifrar los mensajes cotidianos que el Dios de la Vida envía cada día a cada uno de sus hijos.


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