OLVIDANDO LAS PRIMERAS LETRAS

En el vuelco social que se produjo al final de los años sesenta del siglo XX, hubo varios elementos que marcaron a los que protagonizaron ese momento histórico. En primer lugar, una simpatía por las r...

| Pablo Crevillén Pablo Crevillén
En el vuelco social que se produjo al final de los años sesenta del siglo XX, hubo varios elementos que marcaron a los que protagonizaron ese momento histórico. En primer lugar, una simpatía por las revoluciones de corte más o menos marxista que se producían en los entonces llamados países del tercer mundo; en segundo lugar, la experimentación con las drogas para alcanzar nuevos y más auténticos estados de conciencia y, por último, pero no menos importante, la llamada revolución sexual. El choque con la realidad hizo que sus defensores se fueran apartando de todos estos elementos. Nadie se acuerda ya de nacionalizar los medios de producción y los entonces jóvenes (ahora sesentones) que lo defendían se sientan en consejos de administración de multinacionales; las drogas se siguen consumiendo, pero de forma vergonzosa y el discurso oficial es contrario a las mismas. Pero no todo ha cambiado. Pese a las diversas y graves secuelas de la revolución sexual (aborto, SIDA, difusión de enfermedades de transmisión sexual, invierno demográfico en Occidente, incapacidad para el compromiso personal a largo plazo...) el discurso en este campo no se ha modificado. Por ejemplo, en relación con el SIDA, el 27 de noviembre de 2004, la revista científica The Lancet publicaba un artículo titulado "The time has come for common ground on preventing sexual transmission of HIV," que recogía el llamado consenso ABC (Abstinencia, Fidelidad (Be faithful en inglés) y Condón) avalado por 140 personas de 36 países. Entre ellos se encontraban 50 profesores e investigadores de universidades prestigiosas, el Director de los programas de VIH/SIDA de la OMS y los dirigentes de los programas VIH/SIDA de varios países. El artículo comienza señalando que si bien los tres elementos son eficaces, no es conveniente hacer una campaña discriminada, sino que debe matizarse según los grupos. Así, se distingue a los jóvenes de los adultos, y entre los primeros, a los que han comenzado a mantener relaciones sexuales de los que no. Respecto de éstos, dice el artículo que la prioridad debe ser alentar la abstinencia o el retraso en el inicio de las relaciones sexuales. A los jóvenes que ya han comenzado a practicar sexo, la recomendación es la vuelta a la abstinencia o a permanecer fieles a una pareja sana. Por último, dice que a los jóvenes se les debe informar que el uso correcto y constante del preservativo puede reducir el riesgo de contagio (no eliminarlo), advirtiéndoles del riesgo de un uso incorrecto o esporádico. En el caso de los adultos, la estrategia general es promover la fidelidad a una pareja sana y en otro caso, el uso del preservativo, en las condiciones expuestas. Por último, en el caso de personas con alto riesgo de contagio, la recomendación es la del uso correcto y continuado del preservativo y la recomendación de evitar las prácticas o parejas de más riesgo. Este consenso se basaba en la práctica desarrollada en algunos países en los que había descendido llamativamente la incidencia del SIDA, como Uganda. Y afirmaba, además de priorizar la A y la B, que las organizaciones que intervinieran no tenían porque promover todos sus elementos, sino que podían centrarse en aquéllos en los que se sintieran más cómodos. Sin embargo, en la mayoría de las acciones de los Gobiernos y de la ONU, se insiste sólo en el uso del preservativo como medio, y se considera la abstinencia o la fidelidad comportamientos basados en prejuicios religiosos, y su defensa como algo absolutamente irresponsable. Ello, pese a que las estadísticas del SIDA, enfermedades de transmisión sexual y abortos desmienten año tras año el enfoque oficial. Los prejuicios ideológicos hacen que la propaganda no se limite a recomendar asépticamente el uso del preservativo en relaciones de riesgo, sino que introducen un mensaje dirigido a los jóvenes en el que se presenta como deseable el modelo de sexualidad sin compromiso y como búsqueda del placer. Por ejemplo, la última campaña del Ministerio de Sanidad español presentaba una pareja que cantaba a ritmo de rap "Yo con koko gozo mogollón". De hecho he buscado el link de YouTube para que los lectores interesados lo vieran y en la página web aparece este mensaje: "Es posible que el contenido de este vídeo o grupo resulte inadecuado para algunos usuarios, tal y como lo ha marcado la comunidad de usuarios de YouTube". Ni que decir tiene que la repetición de este tipo de mensajes hace que los jóvenes interioricen lo relativo al sexo fácil y se olviden de la parte del preservativo con lo que el problema en vez de solucionarse se agrava. En este tema se ha instalado una especie de fatalismo, parece que no es posible hacer algo más. Sin embargo, cambiar comportamientos sociales arraigados es posible. Por ejemplo, en España, en los últimos años, cambios en la normativa han hecho descender notablemente el consumo de tabaco y el número de muertes en accidentes de tráfico.
Comentarios
Los comentarios de esta noticia se encuentran cerrados desde el a las hrs