Reflexiones de Año Nuevo

Hay un momento en la vida en que cada vez que llega Año Nuevo nos preocupamos por lo rápido que pasó el tiempo y lo peor de todo, tenemos la sensación que la vida se nos está escurriendo de las manos ...

| Mario Requena Pinto Mario Requena Pinto
Hay un momento en la vida en que cada vez que llega Año Nuevo nos preocupamos por lo rápido que pasó el tiempo y lo peor de todo, tenemos la sensación que la vida se nos está escurriendo de las manos sin haber hecho nada importante tanto para nosotros como para nuestro prójimo. Confirmamos que en el año que pasó muchos de los propósitos que habíamos tomado - con toda la seriedad, convencimiento y formalidad del caso no los pudimos cumplir debido a que no les dimos el tiempo y el esfuerzo necesarios, siendo perturbador comprobar que esto ya nos había pasado el año nuevo anterior y también el anterior a éste. En otras palabras, tenemos la sensación que como personas no hemos crecido y que sólo hemos vegetado ya que lo que soy hoy no es mejor que lo que era ayer. La sensación es más aguda si en el período que pasó hay seres queridos que han muerto y por tanto confirmamos una vez más que la vida es efímera y sobre todo, muy frágil, lo que nos hace pensar que los seres humanos estamos caminando irremediablemente y cada vez más rápido hacia la muerte. Entonces, si creemos en un ser supremo, la vida terrena y sus avatares son sólo los medios que tenemos para encontrar a dicho ser supremo. Por lo tanto, si no sabemos utilizar el tiempo que tenemos para enmendar nuestras vidas, estaríamos desperdiciando la oportunidad de llegar a Dios y lo que es peor, sufriendo acá las consecuencias porque en el cielo todo debiera ser perfecto para nosotros. Adicionalmente, para los que creemos que esa otra vida es nuestro estado definitivo, nos queda como consuelo que nuestro Padre es capaz de perdonar nuestras faltas en el último momento de esta nuestra vida terrena y quizás también en el primer momento de nuestra otra vida. Ese estado definitivo profesamos que es de una paz y felicidad perfectos, del cual sólo alcanzamos a tener una escasa noción en los momentos terrenales en que nos sentimos felices y plenos Esto se contradice con nuestras creencias que en vez de alegrarnos, nos entristecemos cuando un ser querido parte a la Casa del Padre. Contrariedad que el propio Jesucristo, en su característica humana, también sufrió ya que el dolor que experimenta al ver que su amigo Lázaro ha muerto, le hace pedir a su Padre que lo vuelva a la vida terrena. Una forma sugestiva de analizar ese estado eterno de paz y felicidad que experimentan nuestros seres queridos que ya murieron surge al comparar lo que es el lapso de tiempo que dura nuestra vida con lo que dura la eternidad, tanto desde el punto de vista nuestro como desde el punto de vista de los que ya están en el cielo. Desde nuestra perspectiva, a nosotros nos faltarían aún unas buenas decenas de años para llegar al cielo, lo cuál parece larguísimo cuando estamos sufriendo la ausencia del ser querido. Sin embargo, si nos ponemos en la perspectiva de ese ser querido que ya está en la eternidad, el tiempo para él o ella ya no existe. Por ende, esas decenas de años que nosotros todavía viviremos en la vida terrena, para los santos del cielo son simplemente menos de una infinitésima de la eternidad. Por lo tanto se puede inferir que, en la práctica, nuestros seres queridos que se fueron al cielo ya están con nosotros, aunque desde nuestra perspectiva, nosotros no estemos con ellos. Este pensamiento es alentador y además consistente con la misericordia divina, ya que el morir es entonces un volver a la Casa del Padre y la vida terrenal (con todo lo bueno y lo malo de ella) sólo sería una infinitésima del tiempo que vive nuestra alma. Finalmente, si nos preguntamos qué hacer entonces para no dejar que la vida nos viva y más bien nosotros vivir la vida y caminar hacia el querer del Padre Dios, el único camino que tenemos es adueñarnos del uso de nuestro tiempo. Para lograr eso, la pedagogía de Schoenstatt nos ofrece ese instrumento maravilloso que se llama el Ideal Personal cuyo desarrollo se lo logra con el uso efectivo y constante del Horario Espiritual. Con este pensamiento final, ya se puede adivinar con certeza cual es mi propósito de Año Nuevo y esta vez lo lograré plenamente porque está la Mater en este proceso.
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