Un poco de las voces del alma
Muchas personas han pasado por nuestra vida, pero... ¿cuántas nos habrán ya olvidado? Ahora con las redes sociales es más difícil dejar de existir para los demás, estamos ahí... en un "like" pero ¿cómo conseguir estar verdaderamente en el otro?
Lunes 9 de mayo de 2016 | Lucía ZamoraEn la vida gente va y gente viene, pero solo algunos se quedan para siempre. Aquellos que dejaron una huella, que marcaron nuestra vida y que a pesar de las dificultades siguen estando ahí, en el mismo lugar...¡en el corazón!
Es propio del ser humano querer permanecer vivo en la memoria de los demás, sobre todo, en aquellos que dejaron lo mejor de sí mismos tan solo por amor a Dios. No quisiéramos que se borraran sonrisas, rostros, aromas ni esos bonitos instantes que alguna vez alegraron nuestra existencia. Permanecer en la memoria de nuestra gente a pesar del tiempo y la distancia, es un anhelo que solo puede venir de Dios.
Hace unos días, mi hija me platicó que una niña de la comunidad donde fueron de misiones, les regaló una fotografía de ella para que no la olvidarán (no sé cómo no me contó esto antes) y me emocionó mucho, porque en estos lugares pocas familias tienen fotos de sus hijos, y la pequeña con gran alegría y esperanza de volverlos a ver, obsequia este hermoso tesoro que guardaba como recuerdo de su "Primera Comunión". Me vino a la mente ese momento, cuando Katharina en presencia de su hijo, deja una pequeña medalla en el cuello de la Mater. Un objeto que impregnado de dolor, esperanza y amor, unió el alma de una madre con la de su hijo, al mismo corazón de María. Una bonita y triste anécdota que permaneció en la memoria del P. Kentenich toda la vida, la cual, constantemente la traía a la mente para suplirla por la tristeza y la soledad y renacer en ella todos los días.
Así funcionan los recuerdos. Estos pequeños actos de gratitud que vienen de la inocencia del hombre y que actúan a través de un misterioso soplo del Espíritu Santo para invitarnos a... llorar, sonreír, caminar y a volver a empezar. Pueden permanecer por un tiempo guardados, pero un día...sin más ni más...¡Dios pone un dedo en la cabeza! y surgen de la nada, provocando lindas llamadas telefónicas, pequeños correos o visitas inesperadas.
Muchas personas han pasado por nuestra vida, pero... ¿cuántas nos habrán ya olvidado? Ahora con las redes sociales es más difícil dejar de existir para los demás, estamos ahí... en un "like" pero ¿cómo conseguir estar verdaderamente en el otro? A pesar de estar tan cerca de los demás en un simple clic, hemos perdido esta bonita costumbre de escribir o dedicar fotografías. Tal vez por eso las relaciones son cada vez más efímeras, ha dejado de existir lo "hecho a mano y con el corazón" esas bonitas dedicatorias a puño y letra que permitían separarnos un momento del mundo, para plasmar en un papel, esos sentimientos que quisiéramos se quedaran para siempre en la vida del otro.
Regresando a la experiencia de mi hija, puedo asegurar que esta linda niña, en una fotografía expresó su admiración a muchachitas que dejaron las vacaciones de lado, por estar con ella y con su gente. Tal vez no se vuelvan a encontrar, pero este detalle será el recuerdo de la presencia de Dios en dos almas, pues este regalo no lo hizo solo para que la recordaran, lo hizo porque ella... ¡nunca las olvidará!
Desprenderse de algo tan preciado y obsequiarlo a alguien tan querido, es un delicado canto de amor. Un canto que se escucha ante la nostalgia de tiempos felices, regresando a la memoria épocas, personas y lugares que en algún momento provocaron hermosos sentimientos. Tal vez a eso se refiere le P. Kentenich cuando nos pide escuchar "las voces del alma". Esas pequeñas gotitas del pasado que fueron y seguirán iluminando la existencia de cada ser humano.
Los recuerdos nos ayudan a trazar nuestra historia, a rescatar la alegría, la esperanza y a caminar con firmeza a lo largo de la vida. ¿Qué sería de nosotros si olvidáramos vivencias de la infancia, anécdotas con los buenos amigos, momentos de felicidad o tristes decepciones? ¿Qué hubiera sido del P. Kentenich sin las cartas de su madre? o de José Engling ¿sin las cartas del Padre? La historia sería otra y nosotros seríamos otros. Tal vez viviríamos al son de las voces del mundo y sin la intención de dejar una huella en el corazón de los demás.
¿Qué sería de mi?... sin la foto de mi padre o de mi tía, sin la pintura del amigo que se fue sin decir adiós ó sin ese libro dedicado por mi querida Gabriela. Personas que ya no están y que dejaron un momento palpable para atizar el corazón y mantener viva la fe y la esperanza.
Así son los recuerdos... Voces del alma que nos rescatan de la soledad y de la incertidumbre.
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Gracias por ayudarnos aterrizar!!!!!!
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