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Oportunidad en tiempos turbulentos

Publicado: 24 de Junio de 2025

P. Juan Pablo Rovegno Michell – 

Hace poco el mundo estuvo en vilo nuevamente: a la guerra endémica entre Rusia y Ucrania, el desangre inhumano en Gaza, los múltiples conflictos en África y una violencia inusitada en el cotidiano vivir, se sumó la guerra entre Israel e Irán, con la intervención de Estados Unidos. Esta última alcanzó una aparente pacificación, teniendo a la humanidad sometida al temor y al horror de un conflicto global.

Todos nosotros como meros espectadores, contemplamos con impotencia la incapacidad de entendimiento, de resolver los conflictos sin el uso de la fuerza. La ley del Talión y la del más fuerte siguen siendo para muchos el modo de solucionar tensiones y diferencias, dejando una estela de dolor, frustración, miedo y precariedad, en un mundo y en una realidad de suyo frágil e inestable.

Podríamos afirmar que muchos de estos conflictos tienen un sustrato religioso, porque detrás de ellos subyace una imagen de Dios y, como consecuencia, del ser humano, hecho a su imagen y semejanza.

En el medio oriente es clarísimo: Israel, más allá de una historia de dolor y marginación, se entiende a sí mismo como heredero de una promesa y una tierra, como un pueblo escogido. Autopercepción que llevada al límite excluye y domina, entendiendo cada victoria, invasión y defensa como consecuencia de su elección.

Irán, un estado confesional y fundamentalista, entiende al oponente como un infiel, incluso en sus propias filas. Una mirada que legitima y justifica la violencia y la inmolación.

Estados Unidos, a través de Trump, representa la autopercepción de superioridad; de alguna manera es una mirada religiosa que endiosa el rol de una potencia, a punto de disponer arbitrariamente de los destinos de la humanidad y de los pueblos.

Trump, Netanyahu, el Ayatollah, así como Putin, Hamas y toda forma de terrorismo, junto a los grupos o estructuras que usan la violencia y el temor para imponerse (pensemos en la delincuencia organizada y el narcotráfico), toda forma de anarquía que legitima la violencia y el caos, y cada uno de nosotros cuando abusamos del poder o la autoridad que detentamos… endiosamos consciente o inconscientemente nuestra autopercepción, disponiendo de las vidas confiadas, de los demás o del mundo, a nuestro arbitrio.

En la historia de nuestra iglesia también contemplamos con dolor y horror la oscuridad del mal uso del poder. La inquisición, la imposición, la exclusión, el abuso, son claros signos de un endiosamiento de las estructuras, las personas y los medios.

Este escenario de “la guerra de los 12 días”, se dio en medio de dos solemnidades religiosas que nos permiten meditar, confrontar e irradiar nuestra imagen de Dios y de humanidad: La Santísima Trinidad y Corpus Christi.

La primera nos muestra un Dios que es comunión en la diversidad, donde la diferencia no es amenaza ni oposición, sino complemento y colaboración. El Padre crea, el Hijo realiza, y el Espíritu nutre de amor esa relación e irradiación. Todo se entiende desde el amor y la interdependencia para alcanzar la plena realización de cada uno y del conjunto. El Papa León, en continuidad original con Francisco, ha acentuado la comunión y la interdependencia como el único camino para la paz.

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