500 años de la llegada de Jesús
Caminando por entre las cumbres del Macizo Paine recordé antiguas clases de Historia de Chile. Imaginé a esos conquistadores españoles admirados por la belleza del paisaje, cargados de sueños, armas y recuerdos de su tierra. De pronto pensé: la primera misa de Chile fue en estas tierras.
Viernes 13 de abril de 2012 | P. Enrique José GrezCaminando por entre las cumbres del Macizo Paine me venían al recuerdo antiguas clases de Historia de Chile, y el relato fantástico del profesor. Nos imaginábamos con sus gestos y palabras a esos conquistadores españoles admirados por la belleza del paisaje, cargados de sueños, armas y recuerdosde su tierra. Junto a ellos, algunos sacerdotes los acompañaban. De pronto pensé: la primera misa de Chile fue en estas tierras.
En 1520, mucho antes que Almagro y Valdivia, Hernando de Magallanes con su pequeña escuadra exploradora surcaba las aguas del Estrecho de Todos los Santos, que hoy lleva su nombre, dando un paso fundamental para la circunnavegación del mundo. No sabía que era el primer occidental en pisar lo que llegaría a ser un nuevo país. No sabía que al hacer oración en esos parajes, al descender y celebrar Eucaristía junto a su tripulación y los sacerdotes que los acompañaban, traían por primera vez a Jesús Sacramentado a nuestro Chile.
El 11 de noviembre de aquel año, probablemente por la mañana, en las arenas de alguna bahía abrigada bien al poniente de la actual Punta Arenas, se pronunciaron las palabras de la Última Cena y se hizo el milagro de amor y comunión. Jesús vino a nuestro Chile.
En justicia y en consonancia con lo que hoy la Iglesia nos enseña, debemos admitir que el Verbo de Dios ya había llegado de manera misteriosa a habitar en nuestras costas, ríos y montañas. En el corazón de todo hombre justo, en las manos levantadas en oración de cada una de las etnias que nos precedieron, estaban latentes y actuantes las semillas del Verbo. Lo podemos distinguir en la solidaridad de las culturas nortinas, en la sintonía y el respeto por el medio de los pueblos de la tierra, los mapuches y todos suspueblos hermanos, en la religiosidad delicada de las tribus del sur. Jesús ya había llegado, pero la Buena Noticia de su persona debía todavía ser anunciada en plenitud.
Vamos a cumplir pronto 500 años de esa llegada, de esa segunda venida. ¡Qué escénicos parajes escogió! No se vino con chicas, fiel al misterio de Belén Jesús vino a nacer a nuestra tierra en el lugar más recóndito y frío, pero almismo tiempo en uno de los más hermosos: donde las olas mecieran confuerza, donde los vientos cantaran impetuosos, donde la flora fuera soberbia e ignota para aquellos rudos hombres. Los cielos de tormenta habrán sacudido manteles y los artefactos de sacristía, pero la luz de la Patagonia que aquel entonces iluminó el Pan Bendito, seguro, nunca la olvidaron.
Después de celebrar entre paisajes parecidos, acompañado de jóvenes quedan la vuelta al mundo buscando aventuras, me imagino el festejo queharemos el 2020.
Gratitud por esta tierra bendita,
gratitud por las gentes que la habitan,
gratitud por haberlo conocido,
gratitud porque viene nuevamente.