Anuntio vobis magnum gaudium: habemus Papam… qui sibi nomen imposuit Francescus

Y, mientras rezaba delante del Crucifijo puesto sobre el altar, tuvo una visión de Cristo crucificado que le traspasó el corazón, hasta el punto de que ya no podía traer a la memoria la pasión del Señor sin que se le saltaran las lágrimas. Y sintió que el Señor le decía: "Francisco, repara mi iglesia; ¿no ves que se hunde?". No es posible explicar con palabras algo que le pertenece al mundo de la fe. Ya lo decía Santo Tomás de Aquino cuando después de una visión del Cielo, le dijo a su compañero: "Todo lo que he escrito es como paja". Porque las palabras intentan explicar lo temporal y particular, no así la fe, que su fin es lo intuitivo, lo que nace de lo profundo del ser humano. "Francisco, repara mi iglesia; ¿no ves que se hunde?".  

| Cecilia Sturla Cecilia Sturla

La Iglesia se encuentra en un punto de inflexión. Donde un Papa renunció en un acto de lucidez y de honestidad sin igual: el poder terrenal no es lo último, y reconocer la impotencia frente a una realidad que reclama lo suyo es desde todo punto de vista loable. No tenemos líderes políticos de ese tamaño. Conocemos las ansias de poder que no reconoce ni defectos ni debilidades: el mundo no perdona a los que se reconocen débiles. El mundo está con quienes demuestran fuerza, inflexibilidad y soberbia.

Pero nosotros sabemos que esos sentimientos distan mucho de elevar al hombre. Un hombre es grande cuando se reconoce pequeño, y el Papa emérito Benedicto XVI es una muestra que refleja esa pequeñez, esa filialidad que se complace más en la mirada de Dios Padre antes que en la de los hombres.

Por ello es que este cónclave fue tan especial: frente a una Iglesia golpeada por sus escándalos de siempre pero ahora puestos en una evidencia mediática, necesitábamos un Papa que salga del pueblo de Dios. Un Papa que sea un hombre de Cristo, un hombre que entendiera el problema de la pobreza, de la injusticia, que viviera con la gente sin ser de la gente.

"Francisco, repara mi iglesia; ¿no ves que se hunde?".

No estaba en la cabeza de la mayoría el nombre de nuestro cardenal Jorge Mario Bergoglio. Un cardenal que en su momento fue llamado "el cardenal opositor". Un cardenal que no se amilanó frente al poder de nadie, sino que denunció injusticias, marchó con la gente que reclamaba justicia, y consoló a los pobres. Organizó a un grupo de curas para que vivieran con los más pobres entre los pobres y surgieron los "curas villeros". No se resignó al boato propio de su rango y quiso viajar siempre como viaja el pueblo: en colectivo, en subte... porque en difinitiva... ¿qué es el hombre sino un humilde servidor, que vino al mundo para servir y no para ser servido?

Un mensaje evangélico radical, que no deja lugar a opciones. Tal como otro Francisco que en un rapto de locura dejó todo y se dedicó a los que menos tenían.

"Francisco, repara mi Iglesia; ¿no ves que se hunde?".

La Iglesia necesita de alguien que en su persona lleve lo mejor del mensaje cristiano. Un mensaje que en su momento cambió la Historia. Un mensaje de amor, de esperanza y de compromiso con el más necesitado. Queremos "ver" el cristiano que todos queremos ser. Necesitamos de ejemplos vivos a los que podamos imitar. Ejemplos de coherencia en un mundo incoherente. De pobreza en un mundo consumista. De unión en un mundo dividido. De humor en un mundo crispado. De calidez en un mundo frío. De humildad en un mundo soberbio.

Y nuestro Francisco trajo esos aires nuevos.

"Francisco, repara mi Iglesia; ¿no ves que se hunde?".

... Y la reparación comienza con el ejemplo: el mundo mira y cada detalle cuenta: el ser consecuente con uno mismo y con el otro implica no cejar en el empeño por la austeridad... es el Papa de la gente y que se debe a la gente, porque así pasó Cristo por estas tierras: es el Buen Pastor que se preocupó por sus ovejas...

"Francisco, repara mi iglesia; ¿no ves que se hunde?".

Benedicto XVI posibilitó y le facilitó el terreno. No se da el uno sin el otro. Hace ocho años necesitábamos un Papa que nos iluminara, que nos clarifique y ordene el pensamiento en estos tiempos revueltos. No puedo pensar en la Iglesia actual sin referirme a las Encíclicas de Benedicto XVI que impulsaron grandes perspectivas y renovaciones desde el plano empresarial y social. Benedicto fue un faro que marcó dónde está la orilla de la Iglesia de las Nuevas Playas.

Y ahora necesitamos un Papa diferente. Un Papa que nos muestre con su ejemplo que es posible vivir el cristianismo con radicalidad sin perder por ello la alegría y el gozo de ser cristiano...

"Francisco, repara mi iglesia; ¿no ves que se hunde?".

Una Iglesia que se renueva en su esperanza, que confía en que Cristo, Señor de la Historia, guía la barca a través de este hombre humilde, bueno, que nos da nuevos bríos... un hombre  que siempre dijo lo que pensó sin temerle a nadie, pero que tiene una calidez en el trato que indica la gran misericordia de su corazón.

Tenemos Papa. Y es argentino y latinoamericano. Y jesuita. Y que luchó contra la pompa llevando la Iglesia a la gente. Es esa Iglesia de las Nuevas Playas a la que Francisco nos va a conducir con su ejemplo, su austeridad, su mirada cálida y firme.

"Francisco, repara mi iglesia; ¿no ves que se hunde?".

La Iglesia reclama cambios. Pero no tantos cambios en su doctrina cuanto sí en sus formas acartonadas y decimonónicas...

Francisco. El Papa argentino.

Francisco. El pobre de Asís que revolucionó la Iglesia.

Francisco. Nuestro Papa. El Papa de todos. El Papa que necesitamos hoy.

Deo gratias.

Cecilia E. Sturla de Sanguinetti.

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