Bendito Benedicto

Hace más de tres meses comencé a gestar este testimonio personal que recién hoy siento maduro para publicar. Han pasado tres meses muy difíciles para el Papa y para todos nosotros, como miembros de la Iglesia, también. En febrero participé en el Día de la Vida Consagrada, el día 2 en las Vísperas, con religiosos de todo el mundo, donde se nos instó a una vida santa para mostrar la vigencia y vitalidad del Evangelio. En la Jornada de los Enfermos, el 11, y ante una imagen de la Virgen de Lourdes y la reliquia de Santa Bernardita, se nos mostró el sentido del dolor como participación en la cruz redentora de Jesús...    

| Padre Guillermo Mario Cassone Padre Guillermo Mario Cassone

 

Hace más de tres meses comencé a gestar este testimonio personal que recién hoy siento maduro para publicar. Han pasado tres meses muy difíciles para el Papa y para todos nosotros, como miembros de la Iglesia, también.

En febrero participé en el Día de la Vida Consagrada, el día 2 en las Vísperas, con religiosos de todo el mundo, donde se nos instó a una vida santa para mostrar la vigencia y vitalidad del Evangelio. En la Jornada de los Enfermos, el 11, y ante una imagen de la Virgen de Lourdes y la reliquia de Santa Bernardita, se nos mostró el sentido del dolor como participación en la cruz redentora de Jesús.

En la audiencia al Clero de Roma, el 18, partiendo de la lectio divina de la Carta a los Hebreos, el Papa nos insistió en el sacerdocio como constructor de puentes entre Dios y los hombres, remarcando la aspiración a la santidad sacerdotal y el modo de vivirla.

Estábamos ya en Cuaresma, y en ese contexto se hicieron públicas las medidas contra la pedofilia y comenzaron a conocerse episodios muy dolorosos en diversas partes del mundo que, inmediatamente, se convirtieron en un tema mediático. La carta a los católicos de Irlanda marca un hito y un estilo del Papa para enfrentar este escándalo, pero no es sólo un documento para un país sino que tiene carácter ejemplar de validez universal y muestra una línea pastoral bien definida.

Creo que para decirlo en tres palabras:
-Es un llamado al arrepentimiento y penitencia, sin excluir la justicia, y mirando el problema desde las víctimas.
-Es un gesto de sincera humildad, sin negar la verdad, que exige conversión de vida
-Es también un camino de reforma y purificación de la Iglesia toda y en particular de los ministros consagrados.

En sus recientes viajes a Malta y a Portugal, el Papa volvió sobre el tema y asumió los mensajes de Fátima sobre conversión, penitencia y oración, mostrando su actualidad para toda la Iglesia y más allá sobre este tema puntual.

Estamos ante un estilo de conducción pastoral que nos impacta por su claridad, coherencia y firmeza. Para algunos que tenían una imagen deformada de Benedicto XVI, quizás les sorprenda. Pero si uno ha seguido atentamente su conducta antes y después de su elección al Pontificado, no nos sorprende sino que vemos cómo muestra con mayor nitidez rasgos que le son propios y que ya se perfilaban en su magisterio desde abril de 2005, cuando sucede a Juan Pablo II. Así también se veía ya cuando era Cardenal, e incluso desde sus tiempos de perito del Concilio Vaticano II.

Estando en Roma y siguiendo su rico magisterio, uno valora no solo su claridad doctrinal y su estilo simple y accesible para enseñar, sino también el modo sereno y consecuente con que enfrenta los problemas internos de la Iglesia y la franqueza con que habla de ellos: sin agredir, pero sin eufemismos ni falso pudor.

Así como camina con pasos cortos y ágiles, también se es el modo de conducir este proceso de reforma interna de la Iglesia. No hace gestos grandilocuentes, pero realiza avances coherentes. Queremos acompañarlo en este desafío que la Providencia pone a toda la Iglesia para su profunda renovación interior, lo que le dará una mayor credibilidad y hará posible que la nueva evangelización sea eficaz.

Recordando lo que decía hace casi 50 años el Padre Kentenich, creo que estamos navegando hacia las nuevas playas, dando a la Iglesia esos rasgos que señalaba entonces: -Servidora - Humilde -Plena del Espíritu -Mariana -Profética. Pueblo peregrino y Familia de Dios.

Por eso creo que estos dolores de parto, más que desanimarnos, deben estimularnos a amar a la Iglesia tal como es y, al mismo tiempo, a colaborar para su profunda renovación interior y su valiente proyección misionera en esta etapa de la historia.

Con el carisma y con el amor a la Iglesia del Padre Kentenich, acompañamos al Santo Padre que como Pastor la está conduciendo con mirada lúcida y mano firme hacia las nuevas playas. Especialmente ahora, al concluir el Año Sacerdotal, recemos por todos los sacerdotes y acompañemos su camino hacia una mayor santidad.

Bendito el Señor que nos guía a través de Benedicto. Maríaa camina con nosotros, no tengamos miedo. Ella es la gran Misionera...

Padre Guillermo Mario Cassone
Roma, 2010

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