Construyamos la nueva CAU

En este tiempo, donde hemos vivido dolorosos momentos por la situación de nuestra Iglesia chilena, como toda crisis tiene su oportunidad. Estamos enfrentados a un momento trascendente, donde podremos colaborar en la construcción de la Iglesia de las Nuevas Playas que quería nuestro padre.

En efecto, este es nuestro momento como laicos, donde tendremos que asumir la misión que el Concilio Vaticano II nos había asignado pero que había quedado pendiente por 50 años.

Pero para ejercer nuestra “corresponsabilidad” debemos superar esta desintegración y atomización laical que hoy existe y organizarnos a nivel diocesano y nacional. Esta nueva instancia debe unir a todos los que participamos en parroquias, movimientos, colegios y en cualquier otro lugar donde procuramos realizar nuestra misión de discípulos-misioneros.

Esta unidad es hoy necesaria y un imperativo, es la nueva CAU. Esta es la hora de su formación y debemos aportar a su gestación o quedarnos fuera del proceso histórico que comienza.Su importancia deriva en la necesidad de contar con un espacio que sirva para el desarrollo de un laicado maduro y comprometido con Cristo y su Iglesia para vivir de manera preclara la sinodalidad entre consagrados y laicos.

Conscientes de esta situación, un grupo de nuestra familia de  Viña, con miembros de parroquias y de otros movimientos, estamos trabajando para la constitución de esta instancia en la diócesis de Valparaíso y por lo mismo, lo que expongo a continuación recoge lo conversado y definido por sus gestores.

Estamos agradecido por vivirun momento realmente maravilloso para todos quienes quisimos participar efectivamente de la renovación de la Iglesia que quería nuestro padre. Esta instancia nos ofrece una riqueza inmenza con las distintas visiones y carismas, siendo un gran instrumento y testimonio deunidad.

Este espacio laical en formación servirá para integrar, promover y capacitar al laicado y los Consejos Pastorales en todas las Parroquias,alcanzar una mayor unidad y eficiencia pastoral, pudiendo trabajar en temas estratégicos con el obispo,levantando también  casos que se detecten en nuestras iglesia que no vayan en la línea del evangelio y el llamado del papa Francisco.

La participación activa del mundo laical en nuestra Iglesia, Pueblo de Dios, sin duda alguna será un cambio paradigmático.  Es que la Iglesia funcionará sinodalmente como lo pide el Santo Padre.Por lo mismo, estará sujeta a revisión y evaluación constante (acciones de la cual la jerarquía de la Iglesia ha sido reticente).Los parrocos y obispos  tendrán primero que responder a su comunidad por su gestión con evaluaciones serias y no solo declarativas.

De alguna manera el nombramiento de obispos y parrocos se deberá volver a la sana conducta de la primera Iglesia de consultar e informar al mundo laical, para no cometer el error de Osorno.

Todo esto supone una gran responsabilidad laical, para lo cual tendremos que prepararnos mucho más y a su vez velar por su no instrumentalización de ningún tipo. Solamente estamos al servicio de CRISTO y de su Iglesia.

Estamos también conscientes que, como toda construcción humana, aún cuando tenga una inspiración divina, debemos evitar utilizar esta agrupación con fines de alcanzar reconocimiento y poder. El único poder que reconocemos es el del servicio: “He venido a servir y no ha ser servido”

Se debe cuidar generar vínculos basado en el respeto mutuo, evitando todo aquello que afecte la unidad. Siendo la corrección fraterna muy necesaria, debe hacerse misericordiosamente y mirándonos a los ojos.

Como instancia necesita una estructura por definir, en mi opinión debiera tener un carácter Federativo. Además, hay que establecer   un marco regulatorio,con orientaciones claras y precisas para su funcionamiento, para no desviarnos de su objetivo central.

En muchas diócesis hay laicos que estan trabajando en este proceso, es preciso que miembros de nuestra familia se integren ahora y desde su partida para poder influir en su orientación y aportar con toda nuestra enorme riqueza. Después ya no se podrá estar en la vereda del frente criticando por lo que hacen o dicen cuando no tuvimos la capacidad y valentía de aportar en su génesis.

En las diócesis donde aún no se estén dando los primeros pasos, que sea nuestra familia la gran impulsora.

¡Escuchemos efectivamente las voces del tiempo!