De la literatura a la vida real
Me causé sorpresa a mí mismo cuando elegí los libros para nuestras breves vacaciones. Por supuesto, un par de libros sobre Schoenstatt, pero quería llevar también algo más ligero. Kentenich para la mente más lúcida de la mañana, algo sencillo para la tarde. Desde un escondite entre mis herramientas me desafiaba desde hacía años un libro con sus páginas ya amarillentas, que tenía un curioso título: A cada uno un denario, de Bruce Marshall. Con algo de desconfianza, agregué el viejo ejemplar a los otros dos. Descubrí después que fue muy estimulante la combinación de lecturas sobre un sacerdote alemán de la vida real con el sacerdote francés protagonista de la novela. En la novela, el sacerdote es ordenado en Francia en 1914, y casi de inmediato es llamado a las filas para servir en la guerra de 1914 a 1918. Terminada ésta, va recorriendo la historia europea: la crisis económica, la guerra española, el nacional-socialismo, el fascismo, la segunda guerra mundial, la ocupación nazi de París. Una y otra vez encuentra personas a quienes...
| Jorge Horacio Day (Federación de Familias, Argentina) Jorge Horacio Day (Federación de Familias, Argentina)
Me causé sorpresa a mí mismo cuando elegí los libros para nuestras breves vacaciones. Por supuesto, un par de libros sobre Schoenstatt, pero quería llevar también algo más ligero. Kentenich para la mente más lúcida de la mañana, algo sencillo para la tarde. Desde un escondite entre mis herramientas me desafiaba desde hacía años un libro con sus páginas ya amarillentas, que tenía un curioso título: "A cada uno un denario", de Bruce Marshall. Con algo de desconfianza, agregué el viejo ejemplar a los otros dos. Descubrí después que fue muy estimulante la combinación de lecturas sobre un sacerdote alemán de la vida real con el sacerdote francés protagonista de la novela.
En la novela, el sacerdote es ordenado en Francia en 1914, y casi de inmediato es llamado a las filas para servir en la guerra de 1914 a 1918. Terminada ésta, va recorriendo la historia europea: la crisis económica, la guerra española, el nacional-socialismo, el fascismo, la segunda guerra mundial, la ocupación nazi de París. Una y otra vez encuentra personas a quienes quisiera ayudar. Mujeres arrastradas por la pobreza hacia la prostitución y su triste final, obreros con salarios de hambre que lo miran con desconfianza a veces, con desprecio casi siempre.
Vive la frustración de comprobar la brecha creciente entre tanta gente sufriente y la religión a la que él representa. Solo excepcionalmente su ayuda puede ir un poco más allá de pronunciar frases piadosas y fracasa totalmente cuando solo puede ofrecer la gracia santificante como consuelo a tanto dolor. Y cada una de estas excepciones le trae problemas con sus superiores. Sin embargo, a medida que la novela avanza el sacerdote se ve forzado a cambiar su actitud frente a las circunstancias que se le presentan, y así llega a arriesgar su propia vida ocultando a una austríaca judía o colaborando en la huída de un piloto inglés derribado en la Francia ocupada.
Hacia el final el Abate piensa una vez más en la universalidad de la Iglesia, y se le alegra el corazón dentro del pecho por los poderosos cabos que el Señor ha tendido al mundo. La Iglesia de Dios, reflexiona, tiene la santidad de los árboles que dan sombra a los hombres en todos los países.
Simultáneamente, la lectura matinal me llevaba a la vida real de otro sacerdote ordenado cuatro años antes que el de la novela. Más precisamente el 8 de Julio de 1910, y no en Francia sino en Alemania. Este protagonista de la vida real cumplió sus bodas de oro sacerdotales en el exilio, situación a la que lo llevó su actitud audaz frente a las personas que el buen Dios puso en su camino. A raíz de este aniversario, el sacerdote alemán escribió en 1960 un texto que fue considerado su apología frente a las acusaciones que motivaron su exilio, y del mismo extraigo unos párrafos:
"En efecto, quien no mantenga un contacto continuo con el alma del hombre actual, enferma en varios aspectos, no tendrá ni idea de cuántas neurosis obsesivas convierten hoy en un infierno, o al menos en un insoportable purgatorio, la vida de incontables personas de todos los estados y clases, sin descontar por supuesto, sacerdotes y religiosos. Dar en estos casos la absolución, sin procurar un ulterior proceso interno de sanación, es una solución barata. Una paternidad profundamente anclada en Dios piensa y actúa en este punto de una manera radicalmente distinta. En efecto, la paternidad anclada en Dios se inspira en el ideal del Buen Pastor, autorretrato de Jesús: El Buen pastor da su vida por sus ovejas. No se queda de brazos cruzados en la orilla de un mar azotado por la tempestad, ni se limita a contemplar tranquila e indiferentemente las aguas rugientes, en la cual miles y miles de personas están expuestas al viento y las olas, luchando desesperadas por no perecer. Tampoco se contenta con arrojar desde lejos el salvavidas a quienes se están ahogando, sino que él mismo se arroja al agua, arriesgando su vida, para salvar lo que se debe salvar".
Estas lecturas me recordaron aquella observación de que muchas veces la realidad supera la ficción. El sacerdote alemán de la realidad, cuyo nombre era José Kentenich, superó en audacia y herencia al pobre Abate Gastón de la novela. El Abate Gastón repasa al final del libro que ha vivido azorado en un mundo complejo y desorientado, al que le ha predicado lo que no quiere escuchar. El recuerdo de sus buenas acciones le hace concluir que después de todo, ha sido feliz.
La diferencia con Kentenich es que éste contó con una guía privilegiada, su temprana Alianza con María, la que le permitió ir leyendo en una historia más amplia y más sufrida que la de su colega francés. Decía Kentenich que los dos principales libros que había leído eran el alma de los hombres y los acontecimientos de los tiempos. Con tal guía y tales libros, ni aun en el infierno de Dachau dudó que su vida fuera plena, y el Cántico al Terruño es prueba fehaciente de que así fue.
Jorge Horacio Day
Federación de Familias de Argentina