"EL PUEBLO DEBE LUCHAR POR LA LEY COMO POR SUS MURALLAS" (Heráclito de Éfeso)
Haciendo referencia a las ciudades amuralladas de la antigüedad, la ciudad visible es tan importante de defender de los enemigos, como esa otra ciudad: la invisible, que debe ser también resguardada, ...
| CECILIA STURLA CECILIA STURLA
Haciendo referencia a las ciudades amuralladas de la antigüedad, la ciudad visible es tan importante de defender de los enemigos, como esa otra ciudad: la invisible, que debe ser también resguardada, pero por sus leyes. Un pueblo que pierde la noción de ley, es un pueblo que está condenado irremediablemente a la desaparición. Porque la ley no sólo nos dicta lo que es lícito o no, sino y sobre todo, nos da un modo de conducta, marca un estilo de vida que se traslada del código en el que fue escrito, al código ético de un pueblo. Por ello es que la fuerza de la frase de Heráclito nos llega tanto: aquel pueblo que lucha por su supervivencia física debe también luchar por su supervivencia moral. Leyes que se dirigen al Bien, llevan al pueblo a que aspire a ese bien al cual tiende por su misma naturaleza. Pero aquellos pueblos que sus leyes atentan contra el orden real, son pueblos que se pierden en una conducta que provoca desorden y caos. Es algo que los antiguos griegos tenían claro: el concepto de orden es clave para entender la filosofía antigua: los griegos postulan el orden en el Universo. De hecho la palabra griega para Universo es "cosmos"(kósmos), que también significa "orden".
El tema etimológico viene al caso, ya que la ley suele ponerse por escrito, pero su significado y sus consecuencias trascienden la escritura misma. Y un Estado que respeta y salvaguarda sus leyes, genera per se, ciudadanos que se comprometen a defenderlas también. Para seguir con las etimologías y aprovechar la sabiduría del pueblo griego, tenemos que hacer una referencia a esta conciencia de ciudadanos que tan clara fue a los pueblos del Mediterráneo. La vida política del ciudadano griego tenía dos características fundamentales: el cultivo de lo propio (idion) y el cultivo de las cosas comunes (koinon =koinón). Un ciudadano solía preguntarse si tal o cuál oficio correspondía con sus aptitudes personales, pero nunca dejaba de preguntarse si el oficio que elegía, le servía o no a su comunidad. Con lo cual la vida política se nutría entonces de una virtud, de una conciencia de ciudadanos como después no se ha repetido en la historia: el hombre no es puramente "idiota", vale decir que se fija sólo en sí mismo, sino que participa activamente de la vida en común con su pueblo, está unido a éste desde la virtud política (politiké areté) o conciencia de ciudadanos. Y justamente esa virtud es la que nos conforma como personas, en tanto que se fija en la sociedad.
En una época en la cual las leyes no son ya para sacar lo mejor de uno o simplemente educar, cabe la pregunta que continúa vigente: ¿Hemos dejado derribar nuestras murallas porque nos importó más ser "idiotas" que "comunitarios"?
Valga la aclaración, ya que el individualismo justamente proclama que la ley fundamental es la del afán de lucro y lo demás será dado por añadidura. Para ser más explícitos aún: donde el individuo se fija sólo en sí mismo, descuida el valor ínsito que lleva la sociabilidad natural del hombre. Las leyes no se hacen porque consensuamos, sino porque explicitan un orden que va más allá del orden artificial, o hecho por el hombre. La enseñanza de los griegos cobra entonces una importancia aún mayor: las leyes tienen el deber de obligarnos a actuar porque surgen de la educación y las buenas costumbres. Sin orden natural, la ley se desfigura y termina siendo dominada por la mayoría, independientemente del bien o del mal. Si la mayoría es "idiota", entonces la ley será tan "idiota" como la mayoría. Y la virtud del ciudadano desaparece.
¿Es necesario entonces defender las leyes que nos muestran como lo que somos realmente? Si no lo hacemos, nos devora el relativismo y la desidia: donde no hay respeto por el orden, termina habiendo desorden. Y ese desorden se refugia en la opinión de la mayoría. ¿Tiranía de la democracia? No hay salida para el pueblo que no defiende el poder educador de las leyes. Y todos estamos de acuerdo que la educación consiste en sacar hacia afuera (ex ducere) lo que está adentro (vale decir, con un orden impreso en la misma naturaleza). No nos extrañe entonces que las leyes que atenten contra la naturaleza cobren vida en la falacia de sus argumentos: evidentemente no hemos sabido luchar desde dentro para detener la horda que invadió nuestras murallas.
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